La vida de Jamal Murray es una historia de superación constante. La estrella de los Nuggets se ha convertido en el hombre importante en los últimos cuartos y también en el complemento perfecto de Jokic, líder irrefutable de los de Denver. Juntos han formado un binomio casi perfecto y están a tan solo un triunfo más del anillo, el que sería el primero para los Nuggets.
Pero no todo han sido alegrías y camino de rosas en la vida de Jamal Murray. Tras el tercer partido de las Finales, el escolta de los Nuggets fue el protagonista al mostrar al mundo la lesión padeció en su mano. Durante una acción del partido, cayó al suelo con tan mala suerte que se hizo una visible y dolorosa quemadura.
A pesar de lo aparatosa que es, por suerte para él se produjo en su mano no dominante y no le ha afectado demasiado en su juego (15 puntos y 12 asistencias esta noche en el cuarto partido). Y es que eso, para Jamal, no es nada.
El propio jugador explicó que cuando era pequeño, su padre le hizo aumentar su tolerancia al dolor con técnicas bastante discutibles… pero efectivas. “Hacía sentadillas con tazas de té ardiendo sobre mis muslos. No sabía cuánto tiempo me quedaba haciéndolas, por lo que era diferente a nivel mental. Teníamos además un arce en nuestro jardín y tenía que recoger las hojas cuando hacía frío, así que ahora no me importa lo frío o caliente que esté el pabellón. Estas cositas me ayudaron con mi umbral del dolor”.
Ese pasado muy probablemente le ayudó a volver con más fuerza que nunca de su rotura del ligamento cruzado anterior. El 12 de abril del 2021, la vida de Murray cambió para bien a pesar de ser el día en que se lesionó de gravedad. No volvió hasta el 19 de octubre del 2022, un año y medio después, pero el propio Murray sabía que volvería más fuerte que nunca.
“Tardé un mes y medio, pero cuando empecé a ver mejoría sabía que estaría a punto. Estaba motivado, quería saltar más alto. Tener eso en mi mente me ayudó a trabajar más duro en los malos días y mantenerme concentrado durante toda la recuperación. Estuve seis o siete meses trabajando duro sin querer hacerlo pero haciendo más de lo necesario porque sabía que lo necesitaríamos en momentos como este, así que valió la pena”.