No se recuerda un Mundial en el que haya aflorado tanto talento emergente. No hay ni una selección en cuartos de final que no tenga por lo menos un futbolista de la denominada como ‘generación Z’, la que componen los nacidos después del 2000. Son jugadores todavía considerados como jóvenes, pero están escribiendo su nombre en el radar del gran público, siendo algunos de ellos esenciales en el buen funcionamiento del combinado al que pertenecen.
De lo que veremos este viernes, hay que tener presente que si Croacia defiende bien es porque cuenta con Josko Gvardiol, que en Brasil hay muchos atacantes pero Vinicius Jr. tiene un aire especial, que Argentina ha comenzado a funcionar cuando han aparecido en escena Enzo Fernández y Alexis Mac Allister y el gol es cosa de Julián Álvarez, y que Jurrien Timber es el defensa que más le gusta a Louis van Gaal en Países Bajos. Sí, Modric, Neymar, Leo Messi y Van Dijk son las estrellas de las selecciones mencionadas, pero todos ellos necesitan de los citados.
De cara al sábado, la historia se repite. Es imposible entender a la Inglaterra de Southgate sin Jude Bellingham, el engranaje del juego de Francia está cuidado por Aurelien Tchouaméni, en Portugal Gonçalo Ramos ha mandado al banquillo al mismísimo Cristiano Ronaldo, y si Marruecos está en cuartos de final en gran parte es gracias al trabajo de Azzedine Ounahi (‘el 8’ para Luis Enrique) en su sala de máquinas.
En definitiva, estamos ante la revolución de la ‘generación Z’, una maravillosa promoción de futbolistas que en sus ratos libres juegan a los videojuegos y cuando abandonan el mundo virtual son protagonistas principales en fútbol de carne y hueso. Y para ellos esto no ha hecho más que empezar.