La revolución que no fracasó

Manifestantes en una concentración por el décimo aniversario de la muerte de Mohamed Bouazizi, en su localidad natal de Sidi Bouzid, Túnez, el pasado 17 de diciembre.
Manifestantes en una concentración por el décimo aniversario de la muerte de Mohamed Bouazizi, en su localidad natal de Sidi Bouzid, Túnez, el pasado 17 de diciembre.Riadh Dridi / AP

Diez años después de que se quemara a lo bonzo el joven vendedor ambulante tunecino Mohamed Bouazizi, la protesta suicida que marcó el inicio de la primavera árabe, la exasperación ha dado paso a la desesperanza, desde el Magreb hasta el golfo Pérsico. Del aparente fracaso de la ola de revueltas, insurrecciones y contiendas que convulsionó la región solo se ha librado Túnez, único país árabe que supera el listón del Índice de Democracia de The Economist. El resto siguen siendo autocracias o dictaduras o se han convertido en Estados fallidos, como Siria, Libia y Yemen.

La sociedad civil árabe, que por primera vez emergió con fuerza para reivindicar el derecho a una existencia decente, con libertades cívicas y seguridad económica, parece haber hibernado desde entonces. Las condiciones de vida se han deteriorado en medio del desempleo y la pobreza. El desencanto se ha generalizado y casi la mitad de los jóvenes se plantea emigrar debido a la falta de oportunidades en sus países, según la última Encuesta sobre la Juventud Árabe. La resignación, empero, no ha acallado del todo la queja de estos pueblos, a pesar de que la pandemia ha paralizado masivas movilizaciones prodemocráticas en Argelia, Irak o Líbano. Precisamente el descontento de los jóvenes, y también de las mujeres, con regímenes despóticos y petrificados se ha visto amplificado hoy en día por las redes sociales.

Ante ese escenario, Europa no puede contribuir a la resignación entregándose a la realpolitik. El gesto que ha protagonizado recientemente Emmanuel Macron con la imposición al exmariscal Abdelfatá al Sisi de la Legión de Honor, en una ceremonia transmitida por televisión en Egipto, pero no en Francia, no es la señal que esperan recibir los pueblos árabes para poner fin al invierno de su desesperanza. Tampoco los demócratas europeos, como el periodista y escritor italiano Corrado Augias, que decidió devolver como protesta su Legión de Honor. La UE debe favorecer el desarrollo del pluralismo y los derechos humanos. No cabe la resignación. En las transformaciones históricas, una década no es nada.


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