La Roja ante su graduación

Luis Enrique dirige el entrenamiento de la selección española en Las Rozas este martes.
Luis Enrique dirige el entrenamiento de la selección española en Las Rozas este martes.JUAN CARLOS HIDALGO / EFE

Sin excusas. La hora de la verdad para España, para esa España ramplona de los dos primeros partidos que se la debe jugar este miércoles con Eslovaquia (18.00, Telecinco), 36ª selección en la clasificación de la FIFA a la que bastaría un empate. Ni eso le serviría a la borrosa España si Polonia supera a Suecia a la misma hora. Es el momento de calibrar si el trompicado transitar de la Roja por esta Eurocopa ha sido solo un espejismo o es su cruda realidad. ¿Hay cesto para más o hay lo que hay? Caben matices a la lista de Luis Enrique, pero ninguno grueso.

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No han sido pocos los batacazos españoles desde la última cumbre, en la Eurocopa de Kiev de 2012. Brasil 2014 provocó un inopinado fallo multiorgánico. La generación más ilustrada en la historia del fútbol español no pudo bajar de la cima a pie, sino rodando. Como rodando han ido todas las versiones de la Roja desde entonces. Ocurre que durante un tiempo hubo paños calientes tras cuatro años en la Luna. No es el caso. Las sucesivas españas han ido perdiendo el crédito a chorros. El deslumbrante equipo que se entronizó entre 2008 y 2012 se diluyó con honores pretéritos ante la angustia general de la hinchada. El panorama actual es otro. Esta España no cae desde ninguna cima.

Hoy, el desafecto es general ante una selección sin pasado y con un inquietante presente. Un equipo, por ahora, con poco gancho. Un grupo muy becario con una factoría de futbolistas todavía gregarios en muchos casos, jugadores que aún deben cambiar de escala. Una selección con suplentes en sus clubes (Laporte, Rodri, Ferran, Eric García, Morata, Thiago y Sarabia). O con reclutas de equipos en los que la exigencia existe, pero no es el caso de la primera pasarela internacional: Dani Olmo (Leipzig), Pau Torres y Gerard Moreno (Villarreal), Robert Sánchez (Brighton), Traoré (Wolves), Oyarzabal (Real Sociedad) y Diego Llorente (Leeds). Buenos futbolistas sin dinastía ante un escenario inédito para la gran mayoría, poco facundos aún. A ellos corresponde sublevarse ante la adversidad que han supuesto los fiascos con Suecia y Polonia. No es cuestión de lectores de resultados. A la tierna Roja le ha faltado de todo por más que se diera un inservible palique con la pelota.

Como una botella de cava

Frente a Eslovaquia, un rival con nervio pero que no es Brasil, los retos son variados: el propio fútbol que no han encontrado como flotador, Eslovaquia, la ansiedad, la desestimación de la gente. Es este grupo de cadetes el que tendrá que dar un do de pecho para evitar una tacha mayúscula a estas alturas de su incipiente carrera. No hay que olvidar que el formato fijado por la UEFA para la Eurocopa supone un puente de oro para alcanzar al menos los octavos de final, al clasificarse 16 de los 24 participantes. A la espera de otros resultados, en caso de cataclismo España se iría por la misma gatera que Macedonia del Norte y Turquía, ya eliminadas.

En cambio, no han sido pocos los conjuntos que han despegado al borde del abismo cuando parecían carbonizados. Luis Enrique estuvo ayer metafórico al respecto: “Tengo la sensación de que estamos ante una botella de cava a punto de descorchar y que cuando ocurra se verá nuestra mejor versión”.

Tanto el preparador asturiano como el capitán Busquets, ya en disposición de ser alineado —”está muy bien”, dijo el seleccionador—, subrayaron una y otra vez las únicas faltas que le han visto al equipo, “el gol” y “una pizca de suerte”. El juego, en su opinión, no ha merecido mayor autocrítica.

Valorado el presente inmediato —”una preocupación siete y un convencimiento diez”—, Luis Enrique expresó su deseo de mantenerse al frente del cargo pase lo que pase, pese a que en el fútbol “marcan los resultados”.

Eso es lo que precisa ya España, resultados. Lo contrario desataría una tormenta de dimensiones incalculables.

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