La Real solventó en Cádiz otra batalla en la que casi no tuvo que lamentar algún rasguño. Apenas un par de costalazos, tremendos, como los que se llevó Mikel
Oyarzabal, que forman parte de la decoración en Primera División aunque el primer codazo a Fali le sobró. Pero, por encima de todo, la sensación de volver al vestuario con la séptima victoria, mirarse al espejo, dar la enhorabuena al compañero más cercano y continuar adelante como si simplemente hubiera transcurrido otro rutinario día en la oficina.
Nada tiene de rutinario esta Real de Imanol, que derriba a aldabonazos los récords. Que palpita a cañonazos, con la contundencia de quien se siente imbatible, con una autoridad desconocida en este club salvo en los momentos cumbre de su historia. Los libros están abiertos de par en par para que esta muchachada que hace que su gente viva con una sonrisa imborrable en su boca cada fin de semana inscriba su nombre en los mismos. Por caer, cayó hasta Cádiz, puerto inconquistable en Primera en los mejores tiempos, jeroglífico indescifrable para los campeones. Un paseo en pleno otoño para esta generación que, con su fútbol vanguardista, su repertorio interminable, su ambición sin fronteras, su esfuerzo innegociable y su inequívoca voluntad de jugar sólo para ganar, de únicamente dar por bueno el triunfo como variable cada vez que salta al terreno de juego, está logrando que los rivales se le rindan de antemano. El Cádiz, que con cuatro bajas que harían resentirse a la más robusta de las estructuras, compareció con la bandera blanca de antemano y únicamente logró retrasar la derrota al minuto 65. En todo el partido no disparó entre los tres palos de Remiro, que sumó su sexto encuentro en diez jornadas sin encajar gol alguno.
Mientras en los grandes ejes de poder se pierden en eternos debates sobre el estado de salud de un campeonato liguero con sus dos principales magnates, Real Madrid y Barcelona, en especial estos últimos, afectados por una indudable decadencia futbolística, lo que a ojos de la cátedra sitúa al Atlético como gran ‘outsider’ al título, la Real se centra en ejercer de líder. El conjunto txuri urdin encabeza el torneo por cuarta jornada consecutiva en solitario y, lejos de ofrecer síntomas de debilidad, cada semana, cada partido, cada fecha del calendario, aplicando el registro que corresponde a cada escenario, exhibe una autoridad que ninguno de sus competidores es capaz de poner sobre la mesa.
Detrás de la paciencia en el manejo que empleó ayer en el Carranza para derribar el repliegue del Cádiz se escondió su habitual voracidad. Aunque con una melodía de seducción más tenue, quizás con menos rock and roll, en la primera parte ya tuvo nueve llegadas peligrosas en las que lo lógico habría sido marcar un gol. Que éste llegara a 25 minutos para el final formó parte de la anécdota. Sólo había transcurrido otro rutinario día en la oficina. Otra jornada en la que ganó la Real. El líder de Primera.
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