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La salida de Delfina Gómez profundiza el abandono de las políticas educativas de López Obrador

La salida de Delfina Gómez profundiza el abandono de las políticas educativas de López Obrador


Foto de archivo de la secretaria de Educación, Delfina Gómez, junto al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en el Estado de México.Diego Simón

La contienda política vuelve a sacudir las promesas de campaña del presidente Andrés Manuel López Obrador. Pese a que reformar la Educación, para un Gobierno que se considera de izquierda, supuso una de sus propuestas estrella antes de tomar el poder en 2018, los avances en esta materia cada año se difuminan con la misma velocidad con la que se ponen y quitan cargos públicos que debían encargarse del asunto. La Secretaría de Educación y su megaproyecto de revolucionar el modelo educativo vigente se ha quedado huérfana dos veces. Y estos días, en los que se ha anunciado que la actual secretaria, Delfina Gómez, peleará por gobernar el Estado de México, surgen más sospechas acerca del puesto prioritario que aspiraba tener la Educación Pública, mermada tras la pandemia, en la agenda política del Gobierno de la Cuarta Transformación.

La Secretaría ha cambiado de manos tres veces y se encuentra a la espera del nuevo nombramiento de quien vaya a sustituir a Gómez en el cargo—. El primer secretario, Esteban Moctezuma, fue destituido para ocupar el puesto de embajador de México en Estados Unidos. Con la apuesta por Delfina Gómez para arrebatarle al PRI 93 años de dominio en el Estado de México, será un tercer nombramiento el que asuma una de las carteras fundamentales en la política de López Obrador.

Mientras avanza la nueva carrera electoral de la maestra Gómez, que sería la segunda vez que trata de gobernar el Estado de México, en los despachos de la Secretaría se avanza a trompicones en una de las reformas más importantes del Gobierno. Con tres jefes y un silencio inusual sobre los detalles concretos de esta reforma y cuándo se implementará, el cambio en el modelo educativo ha pasado al menos en lo discursivo a un segundo plano. Durante las más de dos horas de mañaneras del presidente apenas se menciona una medida fundamental para millones de niños y maestros. Se habla de corrupción, de pobreza y de inseguridad, de cómo para evitar los peores males del país es necesario centrarse en los jóvenes, pero no se concreta, no obstante, los pilares fundamentales de su educación.

México cerró las puertas de sus escuelas casi dos años, con medidas improvisadas para que los alumnos continuaran aprendiendo desde casa, principalmente a través de la televisión. Las deficiencias de esta estrategia se acabaron paliando desde los bolsillos de las familias. Lo que se tradujo en un esfuerzo considerable de padres y madres y de maestros comprometidos, en muchos casos, que se buscaron la vida para no suspender la enseñanza de sus hijos mientras ellos tenían que volver al trabajo. Una investigación del Centro de Estudios Espinosa Yglesias señala que los niños perdieron entre 1,3 y 2,1 años de aprendizaje y se estima que al menos 802.000 dejaron de inscribirse a la escuela básica.

A este desastre educativo, que no padeció solo México, pero que agudizó las ya altas cifras de abandono escolar, se sumó el recorte presupuestal en Educación. El gasto educativo se redujo en 1,3% en términos reales (de 2019 a 2021), según informa Viri Ríos en una columna para este diario. La investigadora en política pública resaltó que mientras en otros países de América Latina como Colombia el gasto aumentó (en un 8%), en México se reducía para “privilegiar la entrega de dinero en efectivo”. Esto se tradujo en becas directas, de unos 25 dólares por niño, para evitar el abandono escolar. Unos 5,2 millones de alumnos de entre 3 a 29 años no se inscribieron en el último ciclo escolar por falta de recursos o motivos asociados a la covid-19, informó el Instituto Nacional de Estadística en un informe de marzo del año pasado.

En abril, el Gobierno anunció de manera escueta los principales ejes de la reforma educativa. Un modelo que venía a tumbar los anteriores —como sucede con cada nuevo presidente y que ha provocado que algunos jóvenes hayan sido atravesados ya por tres programas distintos— a los que tachó de “neoliberales, individualistas y competitivos”. El objetivo fundamental, señaló el presidente, era sustituir lo que se había hecho durante décadas por otro basado en aprendizajes sociocomunitarios. Un cambio tan profundo que los escolares ya no tendrán grados, sino fases. Sin embargo, semejante modificación para la vida de millones de personas, entre padres y madres, alumnos y profesores, está soterrada bajo un silencio espeso.

A finales de mes, los niños volverán a las escuelas ante la incertidumbre de cómo se modificará su sistema educativo, que se prevé que se implemente a partir del ciclo escolar 2023 y 2024, pero no existe una certeza para este. Más allá de lo que se ha mencionado en las mañaneras del presidente, que busca más un giro ideológico en los programas y calmar a los maestros —se les ha subido el salario por encima del IPC cada año y han recibido la promesa de que tendrán plaza fija alrededor de 650.000—, el debate sobre Educación y todos sus detalles ha quedado relegado a los despachos.

En la tarima presidencial se ensalza a la maestra Gómez, en su apuesta para derrocar al PRI, en promesas etéreas para tumbar la educación neoliberal, pero no se trata como un asunto primordial en sus discursos. La medida que afectará no solo a los millones de niños del próximo ciclo escolar, sino a todos los que vengan, quedará supeditada de nuevo a las órdenes de un tercer secretario o secretaria para privilegiar contiendas políticas. La Cuarta Transformación, que consideraba esto uno de sus pilares fundamentales, muestra un interés similar al de Gobiernos anteriores por resolver el gran pendiente de México con su futuro.

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