La formidable maquinaria del Partido Popular Europeo, que domina Bruselas desde hace más de 20 años, comienza a perder fuerza y corre el riesgo de griparse. La salida de la canciller Angela Merkel deja a los conservadores sin cabeza visible y con solo ocho sillas de 27 en el Consejo Europeo. La mengua es de tal magnitud que desde este miércoles, con el relevo en Berlín, el mayor país con gobierno de los populares ya no es Alemania sino Rumania. Las principales potencias de la Unión están en manos de socialistas, liberales o ultraconservadores, lo que empuja al PPE hacia una travesía del desierto de incierto recorrido y final.
Con la salida de Merkel, el PPE no solo pierde a su líder de mayor envergadura, sino que los conservadores también dejan de estar al frente del país más poblado de la UE y su principal economía. Los líderes restantes de la formación representan a ocho países (Rumania, Grecia, Austria, Croacia, Eslovenia, Lituania, Letonia y Chipre) que solo suman el 11,3% de la población europea. Los socialistas, con siete jefaturas de gobierno, suponen el 36,3% de la población, gracias, sobre todo, al peso que les da la Alemania de Olaf Scholz y la España de Pedro Sánchez.
El primer ministro conservador con más fuste es el croata Andrej Plenkovic. Un caso de corrupción ha borrado del mapa al austriaco Sebastian Kurz, uno de los aspirantes a tomar el relevo de Merkel. Y la única fuerza conservadora emergente en el poder tras la caída de Kurz es el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis. El resto de líderes conservadores significativos, como Pablo Casado, se encuentran en la oposición o como miembros secundarios de alguna coalición.
El secretario general del PPE, el eurodiputado Antonio López-Istúriz, reconoce que la formación se encuentra “en un momento delicado”. Pero se muestra optimista sobre las posibilidades de recuperar el terreno perdido. “No quiero amargarle la fiesta a nadie, pero todos los sondeos que manejamos vuelven a dar la victoria al PPE en las elecciones para el Parlamento Europeo en 2024″. Los populares han ganado los comicios europeos cinco veces consecutivas desde 1999.
Fuentes socialistas, en cambio, celebran que “después de tantos años hablando de crisis de la socialdemocracia” han recuperado gobiernos tan importantes como el de Alemania. Las mismas fuentes perciben vientos electorales más favorables, “tal vez porque la pandemia ha puesto de relieve la importancia de lo público”.
Durante años, los conservadores observaban de reojo los batacazos electorales de la socialdemocracia, entre la satisfacción por la debilidad de un rival y la sospecha de que el mismo mal acabaría corroyendo su base electoral. Esos temores empiezan a materializarse y el todopoderoso PPE, tras el fin este miércoles de la era Merkel, ya no gobierna en ninguna de las cinco principales economías de la zona euro (Alemania, Francia, Italia, España y Países Bajos) ni en ninguno de los países fundadores de la UE (los tres países del Benelux tienen primeros ministros liberales).
El PPE también ha perdido en Europa central, un bastión del voto conservador pero donde opciones más extremas copan el favor de los votantes, sobre todo, en Polonia y Hungría. La escena internacional tampoco es favorable y los posibles aliados, como los conservadores británicos o estadounidenses, se encuentran en una deriva populista poco compatible con la democracia-cristiana más tradicional.
El PPE se ve así abocado a una imprescindible renovación tras 16 años de liderazgo casi incontestado de Merkel. Pero la formación carece de momento de un relevo claro en el liderazgo y de unidad suficiente sobre el camino a seguir, con algunas delegaciones nacionales apegadas a las esencias democristianas y otras dispuestas a ensayar posiciones cercanas a la extrema derecha o incluso el populismo. López-Istúriz se muestra convencido de que finalmente “se impondrán las tesis de centro, porque el populismo y sus tentaciones de gran repercusión mediática solo es para políticos de tercera”.
La primera etapa consistirá en dirimir el relevo de Merkel en la CDU. El liderazgo del principal partido del PPE quedó en el aire tras la derrota de Amin Laschet en las elecciones de septiembre frente a los socialistas liderados por Scholz. Los conservadores alemanes esperan contar con nuevo líder en enero de 2022, lo que marcaría la cuenta atrás para intentar relanzar el PPE.
El PPE tiene previsto celebrar un congreso el 31 de mayo y 1 de junio del año que viene para pactar su nuevo programa y su nuevo liderazgo. La convocatoria buscará sellar la cohesión necesaria para afrontar el final de la legislatura europea y la cita con las urnas europeas a mediados de 2024. Pero con una presencia menguante en muchos Estados miembros y un ala del partido reclamando un endurecimiento de posiciones para competir con la extrema derecha, el congreso corre el riego de ahondar más que sellar las fisuras.
Batalla por el liderzago
La disputa por el liderazgo puede acentuar las diferencias. El actual presidente del grupo popular en el Parlamento Europeo, Manfred Weber, aspira a hacerse también con la presidencia del partido, puesto ocupado ahora por el polaco Donald Tusk. Weber parece querer reforzar su posición con vistas a una posible candidatura a la Comisión Europea, cargo que acarició en 2019 pero que finalmente fue para su compañera de partido, Ursula von der Leyen. Pero la doble presidencia de Weber —en el Parlamento y en el partido— no convence a algunas delegaciones, dado que ni a nivel europeo ni a nivel nacional se suelen compatibilizar ambos puestos.
La batalla, por tanto, podría ser cruenta. Y Weber, que este año también ha renunciado a la presidencia del Parlamento Europeo, podría acabar fuera de juego al multiplicar sus apuestas y dejar al partido en una situación aún más delicada.
De momento, el PPE vive del rédito electoral de los últimos años. Los populares conforman el mayor grupo del Parlamento Europeo, ocupan la presidencia de la Comisión Europea, con Ursula von der Leyen, la presidencia del Eurogrupo, con Paschal Donohoe, y aspiran a hacerse con la del Parlamento el próximo enero. Pero la realidad es que la democracia cristiana —pilar central del PPE— se ha contagiado del declive que minaba desde hace años a Socialistas & Demócratas (S&D), la segunda formación más poderosa en Bruselas.
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