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La Semana Negra de Gijón: un respiro literario en medio de la pandemia



“A la literatura no la mata un virus”, comentaba a este diario Ángel de la Calle en marzo, subido ya al tren del festival que dirige y que quería celebrar a toda costa. Llegó julio y ahí está la Semana Negra de Gijón (SN), celebrando su edición número 33 en las condiciones más extrañas y extremas de la historia del decano de los festivales literarios en España. “Presentamos la XXXIII edición el 7 de marzo, y todavía hacíamos risas con el ‘virus chino’. Catorce días después estábamos confinados. Inmediatamente pensamos que teníamos que hacer el festival en tiempo y fecha. No en su formato habitual, de festival de públicos masivos, sino salvaguardando su columna vertebral, un gran encuentro de escritores y artistas en mitad de una enorme fiesta popular. La fiesta con masas de gente era imposible, ya estaba claro al principio del confinamiento. Así que haríamos lo posible”, rememora De la Calle por teléfono, el pasado viernes, justo al inicio de una fiesta literaria que se prolonga hasta el próximo domingo 12 de julio.

El director de la Semana Negra, Ángel de la Calle (a la derecha) durante la presentación del festival. SEMANA NEGRA Europa Press

Los problemas de una situación así surgieron de inmediato. El resto de festivales apostaron por cancelar o remitirse a lo telemático. Los autores americanos y los europeos no podían estar si no era a distancia, vía plasma. “Pero los residentes en España queríamos contar con ellos. Y esa es parte del milagro, todos respondieron den inmediato: contad conmigo. Buena parte de los primeros espadas de la literatura española, novela, poesía, ensayo quisieron participar, abandonar la pantalla y el telefonillo y volver a verse las caras, entre ellos y con sus lectores”, cuenta De la Calle.
La audacia recibió enseguida réditos y embajadas y medios de todo el mundo pidieron información y poder reproducir la señal del canal de Youtube del festival, que emite todos los días de 6 de la tarde hasta la medianoche. Luego llegaron los retos logísticos, el sistema de entradas telemáticas, acondicionar los recintos… “Por suerte, todo lo que no se ha cumplido es todo lo que los agoreros pronosticaban. Que los escritores no vendrían, que los medios de transporte no funcionarían con la precisión horaria que precisa la SN, que la gente de edad no sabría utilizar las entradas electrónicas, que no seríamos capaces de mantener unas medidas sanitarias tan estrictas… nada de eso se cumplió”, cuenta hoy jueves De la Calle, de nuevo al teléfono, ya con medio camino hecho y parte del rédito cosechado.

Buena parte de los primeros espadas de la literatura española, novela, poesía, ensayo quisieron participar, abandonar la pantalla y el telefonillo y volver a verse las caras, entre ellos y con sus lectores
Ángel de la Calle

“Ya es moneda corriente la palabra, pero es como una distopía de Philip K. Dick, todo es aparentemente diferente, pero en el profundo fondo es la misma esencia”, resume el director del festival sobre las diferencias de esta edición de un encuentro que por encima de cualquier cosa es festivo. “No hay mercadillo, ni restaurantes a pie de calle, ni atracciones de feria, ni terrazas in situ, pero hay exposiciones, feria del libro, debates, charlas, los mejores creadores de la lengua castellana, muchos libros y espíritu combativo y provocativo. Se juntan aquí desde Unai Sordo hasta Javier Cercas o Ana Merino, desde David Trueba a Berna González Harbour”, asegura De la Calle para presumir de un cartel en que también están Lorenzo Silva, Manuel Vilas o Carlos Zanón entre otros.
Los escritores son el alma de cualquier festival literario, pero aquí, con la calle limitada, con el acceso del público reducido, se convertían en los reyes absolutos. ¿Cómo se han comportado en una situación tan extraña? “La Literatura se salvará porque el mundo cultural/industrial de libro quiere que se salve. Por delante los autores, que en marzo, cuando había 1.000 víctimas al día, contestaron a nuestra llamada con vocación valiente y militante,. Luego, más reticentes pero al fin entregados, casas editoras y distribuidores, el libro en definitiva, y por supuesto los lectores que han estado ahí”.

La periodista y escritora Anna Teixidor acompañada por el director de la Semana Negra de Gijón, Ángel de la Calle, el miércoles- Juan González EFE

Los resultados del atrevimiento están ahí: “Una feria del libro que ha sido menos de la mitad de extensa que la habitual ha movido 25.000 libros en 10 días. Los escritores han sido la guinda del pastel, han estado divertidos, amables, entregados. Nunca han sido más activos ni han tenido mejor buen rollo que en esta edición. Están llenos de ideas, además”, cuenta De la Calle desde su ordenador, de un sitio a otro en ese Gijón festivalero pese a todo, camino de la siguiente cita de la Semana Negra que continúa porque “a la literatura no la mata un virus”.

Una pequeña odisea de final feliz

La Semana Negra ha generado a lo largo de su historia miles de anécdotas, no todas confesables. Esta edición tan particular y que EL PAÍS no puede cubrir in situ tiene alguna también. Ángel de la Calle nos cuenta una. “Carlos Zanón llegó en tiempo y fecha tras una odisea de anulaciones de vuelos entre Barcelona y Asturias, en la que la posibilidad de hacerle viajar en tren 10 horas, entre Barcelona y León y que allí que el escritor leones Luis Artigue lo recogiese en la estación y lo trajese a Gijón, era la alternativa. Un lío monumental porque Carlos participaba el primer día de la SN y siempre es uno de los escritores más solicitados. Por fortuna el vuelo se descanceló y arribó en fecha. Tres días después Carlos quería quedarse toda la semana, decía que ay que estaba aquí y se lo estaba pasando también para qué iba a marcharse, que él haría lo que le pidiésemos, presentar, escribir en A quemarropa… ese ha sido el espíritu del festival este año. Y Carlos me llama cada día para recordarme lo cabrón que soy por no haberle dejado quedarse en este festival que también es suyo”.


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