La sombra de un batacazo económico en la UE ha planeado este viernes sobre la cumbre de líderes en Bruselas. Como un oscuro nubarrón, el cielo comunitario va cubriéndose con cifras y datos lúgubres que remiten a un universo pasado, con un aroma que recuerda a la crisis del petróleo de los años setenta, en el que se mezclan los precios ya disparados de la energía y los alimentos, las disrupciones de suministro arrastradas desde la pandemia y la amenaza de que Rusia siga jugando de forma caprichosa con los cortes del grifo del gas en los próximos meses, con el riesgo de que se desate algo similar a un Lehman Brothers energético. Frente a esto, la UE aspira a crear una “unión energética” capaz de armar una respuesta articulada a nivel comunitario y elabora ya planes de emergencia ante futuras reducciones adicionales del suministro de energía.
Desde que Rusia invadió Ucrania, hace cuatro meses, 12 países de la Unión han sufrido cortes totales o parciales del gas de Moscú. El peligro de que esta ruleta rusa impredecible continúe es elevado. Y los jefes de Estado y de Gobierno de los Veintisiete se han enfrentado a este escenario disruptivo y casi negro durante la segunda jornada del último Consejo Europeo antes del parón del verano. La respuesta ha sido en parte echar la vista atrás a las lecciones aprendidas durante los primeros meses de la crisis sanitaria, cuando reinaba la descoordinación entre los Estados miembro, para hacer justo lo contrario: ante las posibles próximas disrupciones de gas por parte de Rusia, la UE quiere apostar por una réplica coordinada desde Bruselas, al estilo del mecanismo ideado para la compra conjunta de vacunas.
“Ante la utilización del gas como un arma por parte de Rusia” el club comunitario le ha encomendado a la Comisión Europea que “prosiga sus esfuerzos con carácter de urgencia para garantizar el suministro de energía a precios asequibles”, se puede leer en el texto de conclusiones pactado este viernes por los 27 líderes. También le pide que tome cualquier medida “para asegurar una mayor coordinación energética entre Estados miembros” y además le reclama que explore fórmulas para frenar el aumento de los costes de la energía, como introducir topes al precio de las importaciones de gas.
La presidenta del Ejecutivo comunitario, Ursula von der Leyen, ha explicado durante una comparecencia al término de la cumbre que ya se han revisado todos los planes de emergencia nacionales –reclamados por la Comisión en los últimos meses– para asegurarse de que estén listos ante eventuales cierres del flujo de los gasoductos. Bruselas, ha señalado, trabaja además a la carrera en un plan europeo común de emergencia de reducción de la demanda energética junto a la industria y a los socios comunitarios. El objetivo es presentar el plan en julio a los Estados miembro. “Hemos aprendido la lección del covid 19″, ha subrayado Von der Leyen. “Cuando actuamos juntos como Veintisiete, cuando evitamos la fragmentación, somos fuertes”.
La presidenta de la Comisión ha hablado directamente de “racionamiento”, una de esas palabras considerada tabú en Bruselas hasta hace bien poco, y ha apostado por una “Unión de la energía”, en la que ya se trabaja desde principios de año. En ella serán clave mecanismos como las compras voluntarias conjuntas de gas, una medida que comienza a tomar cuerpo (su primera reunión se celebró en abril) y por la que ha pujado España con fuerza desde hace meses. Y Bruselas se reserva un papel central en la coordinación de la industria, con el fin de evitar que las medidas tomadas a nivel nacional al detener la actividad de determinado sector industrial considerado no esencial afecten en otros rincones de la Unión o al mercado interior.
“Es importante que tengamos una supervisión real”, ha reclamado la jefa del brazo ejecutivo de la UE. Von der Leyen también ha recordado, una vez más, que los gestos de consumo importan: bajar dos grados la temperatura de la calefacción en hogares y empresas podría ahorrar un flujo de gas equivalente al del Nord Stream 1, el tubo que une Rusia con Alemania bajo el mar Báltico.
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El escenario es realmente volátil: la inflación asciende al 8,8% en el conjunto de la UE y aunque las previsiones económicas de la zona euro siguen apuntando a un crecimiento para 2022 y 2023, pero retocado a la baja, ya hay organismos que advierten incluso de que el golpe puede ser aún mayor: “Es probable que las nuevas interrupciones de la cadena de suministro y las sanciones económicas empujen a la economía europea a la recesión”, alerta un reciente informe del Banco Europeo de Inversión. Las disrupciones del gas de Rusia, del que la UE es altamente dependiente (sumaban en torno al 40% de las importaciones antes de la guerra), suponen otro paso más hacia territorio en negativo.
Emmanuel Macron, presidente de Francia, país que ha ejercido durante este primer semestre la presidencia de la Unión, ha esbozado este “retorno acelerado de la inflación” y se ha referido a “las primeras señales de ralentización” durante su comparecencia junto a Von der Leyen y el presidente del Consejo, Charles Michel, al término de la cumbre. “Todo esto crea una situación que nos impone tomar decisiones rápidas sobre estas cuestiones, incluida la energía”, ha señalado Macron.
Las conversaciones de los Veintisiete han estado marcadas por la noticia que llegaba de Alemania la jornada anterior: Berlín anunció el jueves que eleva a la segunda fase el nivel de alerta tras los recientes cortes de suministro del gas ruso y el país ya se prepara para un posible racionamiento del combustible en caso de que se interrumpa completamente las entregas de Moscú y en previsión de no poder llenar los depósitos antes de que llegue el otoño. El ministro alemán de Economía y Clima, él ecologista Robert Habeck, advirtió de un posible “efecto Lehman Brothers” sobre el sistema energético, con el mercado “en riesgo de colapso”.
El canciller alemán, Olaf Scholz, ha sido mucho más contenido en sus respuestas este viernes: “Estoy convencido de que estamos en el buen camino para coordinar nuestra política energética”, ha comentado al término del encuentro. “Ahora tenemos la posibilidad de trabajar libremente en las compras conjuntas”.
La estrategia europea no solo transita por las medidas de emergencia. Bruselas fía buena parte al plan bautizado como Repower EU, un compendio de medidas que persiguen erradicar la dependencia de los combustibles fósiles vinculados al Kremlin. Las herramientas van de la aceleración del despliegue de las fuentes de energía renovables a la introducción de bombas de calor como alternativa a la calefacción. La Unión lleva además meses trabajando acuerdos con socios afines al bloque comunitario, como Estados Unidos, Noruega y Azerbaiyán. La semana pasada, Bruselas suscribió acuerdos con Egipto e Israel con la vista puesta en sus combustibles. Todo suma para dejar a un lado a la mayor velocidad el suministro de Moscú.
Rusia sigue aferrándose a la llave del gas. El Kremlin usa la energía como uno de los elementos desestabilizadores. Y con el otoño a la vista, Moscú ya ha dado muestras de que llenará los depósitos menos de lo necesario para mantener en el filo a los consumidores europeos. Otro aumento de los precios alimentaría el descontento social.
Ya en otoño de 2021, después de la pandemia y en un momento de precios hiperactivos, el presidente ruso, Vladímir Putin, exhibió su fuerza como el gran proveedor europeo, al retener los suministros como medida de presión para acelerar la aprobación del controvertido gasoducto Nord Stream 2, construido para bombear gas directamente a Alemania, y que se ha aparcado por la invasión rusa a Ucrania.
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