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La UE reorienta la Conferencia sobre el futuro de Europa hacia la pospandemia

Ursula von der Leyen y David Sassoli, durante una conferencia de prensa en Bruselas el pasado día 20.OLIVIER HOSLET / EFE

El porvenir siempre está por escribir, pero el de la Conferencia sobre el Futuro de Europa se decidirá en cuestión de días. Portugal, que ocupa la presidencia semestral de la UE, ha puesto en marcha una operación de salvamento in extremis para evitar que la conferencia sucumba aún antes de empezar por culpa de la pandemia. La propuesta de consenso auspiciada por Lisboa apunta a un arranque híbrido a partir del 9 de mayo, con una sesión de apertura en Estrasburgo, y bajo una presidencia tripartita. Y de ser un ejercicio centrado básicamente en la reforma institucional de la UE se transformará en un debate sobre la realidad más inmediata y su evolución a medio y largo plazo, marcada por la pospandemia, la sostenibilidad económica y el impacto digital en el mundo laboral o en las libertades fundamentales.

El nuevo plan, elaborado por la presidencia portuguesa de la UE, ha recibido este miércoles el visto bueno de los 27 países de la Unión y ahora ya solo falta la luz verde del Parlamento Europeo. Fuentes diplomáticas indican que si el impulso de Lisboa fracasa, la conferencia quedará aparcada de manera definitiva. El Parlamento Europeo es la institución más interesada en poner en marcha la Conferencia y en iniciar cuanto antes los procesos de consulta ciudadana. Pero reclama un liderazgo que los Gobiernos se resisten a conceder.

El proyecto, al que ha tenido acceso EL PAÍS, contempla una presidencia tripartita de la conferencia, compuesta por el presidente del Parlamento, la presidenta de la Comisión Europea y el presidente del Consejo. Pero el poder del día a día estaría en manos de un comité ejecutivo en el que también estarían representadas las tres instituciones en igualdad de condiciones y adoptando las decisiones por consenso. Y ahí es donde el Parlamento va a dar la batalla para hacerse con el liderazgo del comité ejecutivo y, a ser posible, darle el puesto al eurodiputado belga Guy Verhofstadt.

“La solución de la presidencia tripartita no es ideal, pero permite avanzar”, señala el eurodiputado socialista Domènec Ruiz-Devesa. Pero añade que “en todo caso, lo importante es que sea el representante del Parlamento en el comité ejecutivo el que lidere los trabajos de la conferencia y concretamente el plenario”. Ruiz-Devesa cree que “tratándose de un ejercicio con la ciudadanía y la sociedad civil, no se entendería que ese papel de liderazgo lo representara la Comisión o el Consejo”.

La conferencia debía haber arrancado el pasado 9 de mayo y concluir en la primavera de 2022 con posibles propuestas para la reforma de la Unión Europea. Pero la covid-19 obligó a aplazar el arranque. En verano de 2020 se hizo un segundo intento, pero la disputa entre las capitales y el Parlamento Europeo sobre la presidencia de la conferencia frustró de nuevo el pistoletazo de salida.

El Gobierno portugués de António Costa, que el 1 de enero asumió la presidencia rotatoria de la UE, decidió intentarlo de nuevo a sabiendas de que probablemente es la última oportunidad. El proyecto de la conferencia nació impulsado por el presidente francés, Emmanuel Macron, con el objetivo de lanzar una gran renovación del club comunitario durante la presidencia francesa de la UE (primer semestre de 2022). Pero la brutal sacudida de la pandemia mermó considerablemente el entusiasmo de la mayoría de los países, poco inclinados a embarcarse en estos momentos en un ejercicio de reflexión y debate ciudadano sobre el futuro a largo plazo.

Lisboa ha reorientado el proyecto para adaptarlo a una realidad tan dramática como inevitable. El proyecto propone que los debates se centren “en los desafíos actuales y futuros” con vistas a preparar un horizonte “de 10 a 20 años”. La conferencia deberá abordar, según ese plan, la sostenibilidad, incluida la transición energética; los retos sociales, como la salud pública, la situación demográfica o la migración; la transformación digital; las amenazas que pesan sobre las libertades y los valores fundamentales de la Unión; y el papel internacional de la UE en el escenario geopolítico que surgirá tras la covid-19.

“Me parece un gran error”, asegura el eurodiputado Luis Garicano, vicepresidente del grupo liberal Renew. “La conferencia es ahora más necesaria que nunca, pero no para debatir sobre las políticas que ya debatimos todos los días, como la transición energética o la digitalización, sino para construir nuevas estructuras de funcionamiento sobre los avances que ya hemos logrado”. Garicano apunta, como ejemplo, la necesidad de establecer un Ministerio de Finanzas a partir del gran fondo de recuperación, financiado por primera vez por una emisión masiva de deuda europea, o la adaptación de la política exterior para que la UE no llegue tarde a pronunciarse sobre cualquier acontecimiento o conflicto por culpa de la unanimidad.


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