La UE vislumbra un acuerdo con Londres pero se prepara ante el riesgo de descarrilamiento


La indignación aireada este martes por los independentistas escoceses apenas ha podido disimular su entusiasmo ante la última metedura de pata del primer ministro británico, Boris Johnson. Su opinión sobre la transferencia de competencias y autogobierno a Escocia, aprobada en 1998 —“el mayor desastre ocurrido al norte de la frontera”, y “el peor error cometido por Tony Blair”, según Johnson— , ha provocado una nueva tormenta política. El primer ministro británico, recluido en Downing Street después de saberse que un diputado conservador con quien se reunió la semana pasada había dado positivo por el coronavirus, mantuvo este lunes una videoconferencia con los 67 diputados ingleses que han creado el Northern Research Group (Grupo de Estudios del Norte). Muchos de ellos son los mismos que impulsaron el Brexit desde la bancada conservadora, y que ahora reclaman mayores inversiones para el norte de Inglaterra.

Su discurso, que persigue el propósito de afianzar el voto tory [el término con que se hace referencia a los conservadores] en una región empobrecida, no oculta el deseo de poner en pie un nacionalismo inglés que persiga las mismas ventajas que la autonomía y devolución de competencias que proporcionaron a Escocia, y en menor medida, a Gales o Irlanda del Norte. Johnson volvió a echar mano de su habitual incontinencia verbal, en un encuentro virtual que se suponía privado, con el propósito de lograr la complicidad de sus interlocutores. El diario The Sun publicaba horas después los comentarios del primer ministro. El resultado ha sido agravar aún más la tensión con el Gobierno escocés nacionalista de Nicola Sturgeon, poner en un aprieto a los conservadores de la región y dar gratis al SNP (Partido Nacional Escocés, en sus siglas en inglés) el lema de campaña de las elecciones del próximo mayo.

“Conviene marcar estos comentarios del primer ministro para la próxima vez que los tories digan que no suponen una amenaza a las competencias del Parlamento Escocés. O incluso, de modo aún más increíble, cuando dicen que apoyan más transferencias”, ha escrito la ministra principal, Sturgeon, en su cuenta de Twitter. “El único modo de proteger y reforzar el Parlamento Escocés es a través de la independencia”.

La llegada de Johnson a Downing Street, y sobre todo su errática gestión de la pandemia, ha dado alas al independentismo escocés. Una encuesta reciente de YouGov situaba por primera vez en mayoría (51%) a los partidarios de la separación del Reino Unido, frente a un 49% que optaba por la permanencia. Más alarmante para Londres fue sin embargo el sondeo publicado por Panelbase, que excluía del recuento a los ciudadanos indecisos (y por tanto, poco propensos a acudir a las urnas). Entre los ya decididos, un 56% respaldaba la independencia, frente a un 44% que estaba en contra.

El equipo de Johnson ha sido incapaz este martes de desmentir los comentarios del primer ministro, entre otras cosas porque es conocido el rechazo de Johnson a la celebración de un segundo referéndum sobre la independencia de Escocia. Han intentado dar la vuelta al argumento culpando a los nacionalistas que ocupan el poder en esa comunidad de haber gobernado con la mirada puesta en la independencia, después de fracasar en su primer intento, en el referéndum de 2014 (un 55% de escoceses votó a favor de permanecer en el Reino Unido). “El primer ministro siempre ha estado a favor de la autonomía, y este Gobierno siempre pone la Unión en el centro de todas sus políticas”, ha dicho un portavoz de Johnson.

Los conservadores escoceses, que se encuentran en situación de marginalidad en ese territorio, no han podido disimular su desolación ante los comentarios de Johnson, cuando apenas quedan seis meses para la celebración de unas elecciones autonómicas a las que acuden con las manos atadas. Su líder, Douglas Ross, quien ya advirtió al partido en el último congreso nacional de la necesidad de adaptar su discurso al resurgir del sentimiento autonomista en Escocia, intentaba enmendar a Johnson sin ponerle en evidencia: “Lo que yo defiendo es que la autonomía debe servir para que los que nos gobiernan mejoren la educación, la sanidad o la justicia. Que sirva para dotar de fondos a los ayuntamientos o para reconstruir nuestra economía durante esta pandemia”, decía Ross a Sky News.

Los nacionalistas escoceses no han estado solos en su irritación. El Gobierno laborista galés también ha sido duro con las palabras de Johnson: “Cuando rascas en la superficie del Partido Conservador, su vieja hostilidad hacia la transferencia de competencias vuelve a surgir”, ha dicho Mark Drakeford, el ministro principal de Gales. “Y eso fue lo que ocurrió, cuando el primer ministro pensó que podía bravuconear en frente de un grupo de diputados del norte de Inglaterra”.

El SNP ya ha dejado claro que pondrá en marcha los preparativos de un nuevo referéndum de independencia (IndyRef2, como se conoce ya) para el año que viene, una vez conocidos los resultados de unas elecciones al parlamento autonómico en las que confían en arrasar. La desolación de los conservadores escoceses se expresaba este martes a través de comentarios anónimos, para no echar más sal en la herida: “Acabamos de escribir la propaganda electoral del SNP de mayo contra nosotros: ¿por qué presentarse a un Parlamento si vuestro propio líder [Johnson] duda de su existencia?”, decía uno de ellos al diario The Times.


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