Vladímir Putin dirige una reunión con los miembros del Consejo ruso de Seguridad desde su residencia oficial, a las afueras de Moscú, este viernes.

La última arma en la guerra informativa de EE UU: señalar la “incompetencia” de las fuerzas rusas

La estrategia informativa de la Administración de Joe Biden —difundir secretos militares, sin aparente filtro, para influir en el ánimo y en los planes de Vladímir Putin― ha dado sus frutos en casa. El último sondeo de Gallup otorga seis puntos más que en febrero a su gestión de la amenaza rusa, que ha pasado de un 36% a un 42% de aprobación. Están lejos de ser cifras espectaculares, pero al menos hablan de una cierta mejoría para un presidente con algunos de los índices de aprobación más bajos de la historia de Estados Unidos (en el desempeño general lleva estancado desde diciembre en torno al 40%). También ha funcionado fuera; según otro estudio de la empresa demoscópica norteamericana, difundido la semana pasada, a las puertas del viaje de Biden a Bruselas y Polonia, su popularidad ha crecido con respecto al año pasado en 26 de los 27 países europeos de la OTAN (hasta 52 puntos en Portugal y con la única excepción de un suspenso en Lituania).

Así que los funcionarios de Washington no tienen pensado cambiar su plan. La estrategia coordinada para mandar mensajes sobre la “guerra de Putin” esta semana se ha centrado en dos puntos. Por un lado, mostrar escepticismo sobre las promesas del Kremlin en la mesa de negociaciones con Ucrania (los servicios de inteligencia estadounidenses no observan la retirada anunciada, sino un rearme para un nuevo ataque, más concentrado) y, por otro, esparcir la idea de que el “caos” y el “desánimo” cunden en las filas rusas.

El propio Biden reforzó este jueves la imagen de Putin como un hombre aislado, cuyos colaboradores no se atreven a contarle, por temor a represalias, las “malas noticias” sobre la “incompetencia” de los suyos en la guerra en Ucrania, y sobre el alcance real de las sanciones en la economía interna. “Hay mucha especulación, y aunque no tengo una certeza absoluta, parece estar aislado. Y hay indicios de que ha despedido o puesto bajo arresto domiciliario a algunos de sus asesores”, dijo en un encuentro con la prensa.

Las declaraciones del presidente estadounidense venían a sumarse al coro de voces que el miércoles en Washington apuntalaron ese relato desde el Departamento de Estado, el Pentágono y la Casa Blanca. Al día siguiente, altos funcionarios del Departamento de Defensa y “analistas independientes” citados por The New York Times dijeron que el principal problema al que se enfrenta Rusia, que según calcula, acumula bajas de entre “7.000 y 15.000 soldados”, es, además de la inesperada fiereza del enemigo, abastecido militarmente por Occidente, el hecho de que carece de un “comandante en jefe” que lleve las riendas de la invasión sobre el terreno. Las decisiones, afirman en Washington, las están tomando desde Moscú el propio Putin, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú (cuya ausencia de la escena pública ha alimentado las especulaciones sobre su caída en desgracia) y el jefe del Estado mayor, Valeri Gerasimov. Y no es fácil conducir una campaña militar a 800 kilómetros de distancia, añaden las fuentes citadas por el diario neoyorquino.

Kate Bedingfield, directora de comunicación de la Casa Blanca, volvió el jueves sobre las declaraciones de Biden. ¿Qué certezas tienen de esos arrestos de asesores de Putin? Bedingfield dijo que carecía de más información que la ofrecida por su jefe, pero aseguró que los servicios de inteligencia estadounidenses han observado “que esta invasión ha sido un fracaso estratégico para Putin y para Rusia, país para el que todo esto solo puede definirse como un desastre”. Remachó: “La moral entre los militares es baja. Y creo que eso no es una sorpresa para nadie”.

Vladímir Putin dirige una reunión con los miembros del Consejo ruso de Seguridad desde su residencia oficial, a las afueras de Moscú, este viernes.
Vladímir Putin dirige una reunión con los miembros del Consejo ruso de Seguridad desde su residencia oficial, a las afueras de Moscú, este viernes.SPUTNIK (via REUTERS)

Desde luego, no parece sorprender en el Reino Unido, que ha abundado estos días en ese mismo argumentario. Primero fue, el miércoles, sir Jeremy Fleming, director de la agencia de vigilancia electrónica británica, quien, de visita en Australia, habló de la incompetencia de las tropas rusas, así como de los problemas de abastecimiento militar y de avituallamiento de los ejércitos. También dijo que los servicios de inteligencia del Reino Unido tienen indicios de que algunos soldados se han rendido o saboteado sus propios vehículos para evitar entrar en combate.

El jueves, Ben Wallace, ministro de Defensa británico, añadió que “Putin ya no es tan fuerte como era. Ahora es más bien un hombre cautivo en la jaula que él mismo se construyó. Aislado por las sanciones internacionales y con todo el mundo en su contra. Sus Fuerzas Armadas están agotadas”, sostuvo Wallace. “La reputación de Rusia como un gran ejército ha sido destrozada y ahora tiene que vivir con las consecuencias no solo de lo que le está haciendo a Ucrania, sino también de lo que les ha hecho a sus propios ejércitos”.

Los analistas militares describen esas consecuencias en Estados Unidos con imágenes de convoyes que caen en las emboscadas y tanques averiados que se quedan atascados en el barro. De generales asesinados (al menos siete, según el cálculo ucranio, que señala también bajas sensibles en el rango de los coroneles), en una cantidad que no se había visto desde la II Guerra Mundial y en un ejército tremendamente jerárquico en el que, descabezadas las unidades, estas quedan desorientadas.

Mientras tanto, en Rusia una encuesta de Levada Center, empresa demoscópica no gubernamental con base en Moscú, cifra en un 83% el apoyo que recibe Putin de los suyos (14 puntos más que en enero). Y eso, pese a algo que parece claro, incluso en la batalla de datos y propaganda cruzada entre ambas potencias: el presidente ruso no calculó bien sus fuerzas al iniciar la invasión de Ucrania. Creyó que sería la historia de un triunfo rápido, y ya van cinco semanas de reveses militares.

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