La última batalla de Marine Le Pen


Marine Le Pen, líder de la extrema derecha francesa, no desaprovechó los meses de confinamiento por la pandemia. Se sacó un diploma de cría de gatos, su pasión. Hace unos años, ya lo avisó en el diario Le Parisien: “Yo podría dejarlo todo, hacer otra cosa, criar gatos por ejemplo”.

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La noticia sobre su nuevo diploma abrió nuevos interrogantes sobre el futuro de una mujer que ha marcado la política francesa durante dos décadas. ¿Se prepara la presidenta de Reagrupamiento Nacional (RN) para una vida fuera de la política? ¿Se le hace cuesta arriba volver a intentar, por tercera vez, conquistar la presidencia francesa? ¿Supone la reciente derrota en las elecciones regionales de su partido un revés que hace cundir el desánimo entre sus seguidores?

La respuesta breve es no. Su partido, Reagrupamiento Nacional, la confirmará este fin de semana en Perpiñán como aspirante a la presidencia de Francia en la próxima primavera. Posiblemente sea su último y definitivo intento de conquistar el palacio del Elíseo, quizá el punto final a su carrera, o su consagración.

Le Pen (Neuilly-sur-Seine, 52 años) se infectó pronto con el virus de la política. Su padre es Jean-Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional y figura histórica de una ultraderecha que nutría sus filas de antiguos colaboracionistas con la Alemania nazi y nostálgicos de la Argelia francesa.

En casa, la política se entendía como un deporte de combate. Cuando ella tenía ocho años, los Le Pen sufrieron un atentado en su piso en el distrito XV de París. Ser hija de Jean-Marie Le Pen marcaba. Marine Le Pen pasaría media vida prosperando en un partido que tiene algo de empresa familiar y la otra media intentando distanciarse de una marca que casi es un estigma.

En Perpiñán, los delegados de RN la reelegirán como presidenta del partido, aunque ella prevé renunciar pronto al cargo para lanzarse a la campaña presidencial no como candidata de un partido, sino de todos los franceses.

Le Pen designará a un presidente interino que la reemplazará mientras ella se dedica a luchar por la presidencia. Hay dos aspirantes, aunque sea cual sea la decisión todo quedará más o menos en familia.

Uno es Jordan Bardella, niño prodigio de la extrema derecha. Bardella, de 25 años, es eurodiputado y novio de una sobrina de Le Pen. El otro candidato es Louis Aliot, experimentado dirigente de 51 años, alcalde de Perpiñán desde 2020 y exnovio de Le Pen.

La capital de la provincia de los Pirineos Orientales, fronteriza con España, es para RN una vitrina de sus esfuerzos por pulir su imagen de formación extremista, atraer a votantes más moderados y deshacer el miedo de los ciudadanos que temen la llegada al poder de un partido con una arraigada tradición autoritaria y radical.

En su despacho de la alcaldía, Aliot evalúa las perspectivas ante las presidenciales de 2022: “Todo puede ocurrir en la situación de Francia hoy. A nosotros nos corresponde tranquilizar y convencer a una mayoría de franceses de toda condición y todo origen. No digo que esté ganado, ni que sea fácil, pero pienso que es posible”.

Debate sobre la retirada

Hay una respuesta más compleja a las preguntas sobre las perspectivas electorales de Le Pen y sus ganas de continuar. Se presentará, sí, pero, según los sondeos, el resultado más probable es una derrota ante el presidente, Emmanuel Macron u otro candidato. Y esto plantea el debate sobre la retirada.

En un café de Perpiñán, el historiador Nicolas Lebourg, especialista en la extrema derecha, observa: “Es visible que ya no tiene ganas. Ha perdido el deseo y la combatividad. Y tampoco hay apetencia en la opinión pública. Algo se ha roto entre ambas partes”.

Le Pen acusa el desgaste de décadas en la arena. El fracaso reciente en las regionales -su partido aspiraba a ganar una región como mínimo y no ganó en ninguna- confirma las dificultades para recorrer los últimos metros hacia el poder.

Por cada dos pasos que Le Pen avanza, retrocede uno, o más. En 2017 se clasificó para la segunda vuelta de las presidenciales y sacó 10,6 millones de votos, cifra que su padre ni habría podido soñar. Pero Macron, después de un debate en el que salió a relucir la mala preparación de Le Pen, se impuso con 10 millones de votos más gracias a una amplia coalición de votantes -de la izquierda a la derecha- unidos para evitar el acceso de la extrema derecha al palacio del Elíseo.

RN es uno de los principales partidos de Francia, pero a la vez es frágil, sin implantación territorial, ahogado por las deudas e investigado por el supuesto uso fraudulento de fondos europeos.

Le Pen se embarcó, desde que tomó las riendas del partido hace 10 años, en el llamado proceso de desdemonización: expulsó a su padre, cortó con su retórica antisemita y purgó a los elementos más radicales. También cambió el nombre de Frente Nacional a RN. Se trataba de sacar al partido del rincón de los partidos ultra que dan miedo a la mayoría de la sociedad. Pero ahora el temor de muchos franceses a RN ya no es por la amenaza a la democracia sino por sus sospechas de que sería incompetente y caótico en la gestión del Estado.

Durante los años de Macron en el Elíseo, Le Pen renunció a propuestas que asustaban al electorado como la salida de Francia de la UE y el euro. Declaró su fe en los principios de la laicidad, en las instituciones republicanas y en la figura del general De Gaulle, el hombre que encabezó la resistencia a la ocupación nazi y el padre de la V República, odiado por Jean-Marie Le Pen. Durante la pandemia practicó una oposición relativamente suave y evitó las salidas de tono. La normalización tuvo su apoteosis en un debate televisado del pasado febrero con Gérald Darmanin, ministro del Interior de Macron, quien dijo que Marine Le Pen era “blanda” ante el islamismo.

El partido RN fue el más votado en Francia en las elecciones europeas de 2019 y todos los sondeos ratifican que en las presidenciales de 2022 volverá ser finalista ante Macron. Al mismo tiempo, y pese a que según los mismos sondeos sacaría aún mejor resultado que en 2017, Macron batiría de nuevo a Le Pen, y las regionales han sembrado dudas sobre si de tanto querer centrar el mensaje RN ha acabado pareciendo un partido del sistema.

“Tiene un problema con su imagen”, analiza Lebourg, “un lado extremadamente brusco y agresivo”.

Le Pen nunca tuvo la chispa retórica ni el talento para el insulto y el escándalo de Donald Trump u otros líderes del nacionalismo populista, ni la capacidad de estos para conectar con las masas. Algunos, en la extrema derecha, sueñan con tener un día como líder más joven, más brillante, más derechista: Marion Maréchal Le Pen, sobrina de Marine y nieta favorita de Jean-Marie.

Quien fue la pareja de Marine Le Pen entre 2009 y 2019, el alcalde Aliot, dice: “Marine es una mujer con talento, competente en contra de lo se dice. Es abogada. Madre de familia. Ha demostrado desde hace 10 años que es capaz de librar batallas con coraje, lo que no es sencillo para una mujer en política”.

Pese a que desde hace décadas es una presencia constante en la política francesa, hay algo enigmático en torno a ella. “Los franceses deben conocerla tal como es”, dice Aliot.


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