Las elecciones regionales celebradas en el norte de Alemania este domingo provocaron pocos sobresaltos: el candidato democristiano, el muy popular Daniel Günther, arrasó con el 43,4% de los votos y seguirá gobernando, como adelantaban todas las encuestas. Las negociaciones postelectorales dirán si lo sigue haciendo con sus socios actuales o cambia de coalición. Pero la renovación del Parlamento de Schleswig-Holstein, el land alemán más septentrional, de 2,9 millones de habitantes, dejó una sorpresa para el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD). Por primera vez desde que empezó a conseguir representación parlamentaria, en 2014, se ha quedado fuera de una cámara regional. No superó el mínimo del 5% de los votos.
La formación ultraderechista apenas perdió un punto y medio porcentual respecto a las elecciones de 2017, pero ese margen ha sido suficiente para pasar a ser un partido extraparlamentario, con el 4,4% de los sufragios. Schleswig-Holstein se convierte así en el primer Estado federado que expulsa a los ultraderechistas y ahonda la crisis en la que lleva tiempo sumido el partido. La candidata de Los Verdes, Aminata Touré, fue la más explícita al confirmarse el recuento: “Es una noticia excelente”, dijo primero. “Schleswig-Holstein lo ha conseguido. Los nazis están fuera”, tuiteó después, exultante porque su formación ha crecido cinco puntos desde los últimos comicios.
La debacle regional de AfD se produce en un momento complicado para la formación, inmersa en crisis internas y de liderazgo y cada vez más escorada a la extrema derecha después de la salida del último de los moderados. El partido, que empezó como euroescéptico y evolucionó hacia el rechazo a la inmigración tras la crisis de refugiados de 2015, lucha ahora por encontrar su marco ideológico. Intentó pescar votos con el populismo antirrestricciones en pandemia, pero no le funcionó. En las elecciones generales de septiembre pasado obtuvo el 10,2% de los votos, más de dos puntos por debajo de sus resultados en 2017, cuando dio la campanada al irrumpir por primera vez en el Bundestag con el 12,6% de los sufragios.
¿Es estancamiento o la catástrofe de Schleswig-Holstein podría ser el principio del declive de la ultraderecha alemana? Es pronto para aventurarlo, pero las últimas citas electorales no han pintado bien para AfD. “Hace mucho tiempo que dejaron de crecer y ahora han empezado a perder”, explica Peter Matuschek, politólogo e investigador del instituto demoscópico Forsa. Sí se podría hablar de un declive, añade, aunque la formación sigue teniendo “un electorado estable, un núcleo duro que les apoya aunque no consigan movilizar con los temas de campaña”.
El investigador apunta a un dato interesante de los comicios del domingo: la elevada abstención, del 40%. En otras circunstancias, el voto de castigo o de enfado con la clase política gobernante podría haber ido a parar a AfD. Pero esta vez no ha ocurrido así. Mucha gente a la que no le convencían las ofertas de los partidos simplemente se quedó en casa. En el análisis del debilitamiento de la ultraderecha hay que distinguir entre el este y el oeste de Alemania, que todavía, tres décadas después de la reunificación, sigue votando de forma diferente. En las últimas generales, AfD perdió apoyos claramente en el oeste, pero en el este se mantuvo, recuerda Matuschek: “En Schleswig-Holstein, Hamburgo o Baja Sajonia nunca han tenido mucho arraigo y ya cosecharon resultados regulares antes”.
“Se nos ve comprensivos con Putin”
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Algunos analistas apuntan a que la crisis en Ucrania ha perjudicado especialmente a AfD, una formación conocida por tener fuertes lazos con Rusia y cuyos dirigentes aparecen regularmente en canales de televisión controlados por el Estado ruso. Desde que empezó la invasión, a finales de febrero, el partido se ha opuesto a imponer sanciones contra Rusia y a la entrega de armamento, aunque la formación está dividida y algunos de sus miembros sí se han manifestado a favor. El candidato en Schleswig-Holstein, Jörg Nobis, le echó la culpa de sus resultados a la cúpula en Berlín. “Creo que nos ha perjudicado la postura de no suministrar armas a Ucrania. Se nos percibe como comprensivos con Putin o demasiado cercanos a él”, dijo a la televisión pública. El portavoz federal, Tino Chrupalla, le desmintió poco después también en televisión, dando la imagen de que las disputas internas no han hecho más que empezar.
Las elecciones en Schleswig-Holstein dieron un triunfo contundente a la Unión Cristianodemócrata (CDU), el partido que lidera la oposición al gobierno tripartito encabezado por Olaf Scholz. El éxito se lee más en clave regional que nacional y tiene que ver con la gran popularidad de Daniel Günther y con su excelente valoración como líder, que supera el 80% frente al 9% del candidato socialdemócrata, Thomas Losse-Müller. Los Verdes han salido muy reforzados de los comicios al obtener un 18,3% de los votos y convertirse en la segunda fuerza, relegando a los socialdemócratas a la tercera posición. El resultado del SPD, un 16%, es el peor de su historia en este Estado federado fronterizo con Dinamarca.
Günther, representante del ala más centrista de los democristianos, ha hecho poca campaña con el líder de la CDU, Friedrich Merz, en un intento de desvincularse de las siglas y apostar por su imagen personal. La fórmula le ha funcionado al ganar más de 10 puntos de apoyo respecto a 2017. Los socialdemócratas hicieron una lectura puramente regional de los resultados al terminar la jornada electoral, a diferencia de Los Verdes, que apelaron a la popularidad del actual vicecanciller, Robert Habeck. El también ministro de Economía y Clima del Gobierno de coalición de Olaf Scholz es ahora mismo el líder mejor valorado por los alemanes. Antes de saltar a la arena política federal, fue ministro de Medio Ambiente en Schleswig-Holstein.
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