EL PAÍS

La ultraderecha alemana de AfD gobernará en un territorio tras ganar por primera vez unas elecciones comarcales

El cordón sanitario no dio resultado. El partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) ha ganado las elecciones en el distrito de Sonneberg, en el sur del Estado oriental de Turingia, lo que convierte a esta comarca de alrededor de 57.000 habitantes en la primera administración alemana que pasa a estar en manos de esta formación.

El candidato de AfD, Robert Sesselman, que es a su vez diputado en el Parlamento de Turingia, ha ganado los comicios celebrados este domingo frente a su único rival en segunda vuelta, el democristiano Jürgen Köpper, al obtener el 53% de los votos. Su victoria llega después del intento del resto de partidos de aislar al político de ultraderecha. Todas las formaciones, incluso la izquierda de Die Linke, pidieron el voto para el candidato de la Unión Cristianodemócrata (CDU).

El destino del distrito de Sonneberg, uno de los más pequeños de los 400 en los que se divide administrativamente Alemania, está en el ojo del huracán desde que, hace 15 días, AfD ganara la primera vuelta de las elecciones. El resultado supuso una conmoción en Turingia, pero también en Berlín. Las formaciones políticas alemanas se niegan a colaborar con el partido ultraderechista desde su fundación, hace algo más de una década.

La victoria en Sonneberg se convierte en el último éxito de un partido que está capitalizando la ola de descontento que recorre especialmente el este de Alemania. Las encuestas muestran que en los Estados que formaron la antigua República Democrática Alemana (RDA), la AfD ganaría con más de un 30% de los votos unas elecciones federales. El desencanto con la coalición del canciller socialdemócrata Olaf Scholz ―que gobierna con Los Verdes y los liberales del FDP― ha ido creciendo en los últimos meses hasta dejar su partido, el SPD, en tercer puesto en intención de voto en toda Alemania, por detrás de la CDU y de la ultraderecha.

AfD ha conseguido sacar partido del desencanto general con la política, del recelo hacia la inmigración y del temor a una crisis económica. Controversias recientes, como la ley de las calefacciones, han contribuido enormemente a disparar la intención de voto de la ultraderecha, que según los sondeos estaría ya entre el 19 y el 20%. Las políticas impulsadas por Los Verdes desde Berlín, como la sustitución de las viejas calefacciones de gas o gasóleo por otras alimentadas con energías renovables, se han situado en el centro del debate público en los últimos meses, con feroces campañas en contra de algunos medios de comunicación, como el tabloide Bild, el más leído del país.

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Sonneberg, uno de los 17 distritos rurales de Turingia ―a los que se suman otros seis urbanos―, se convierte así en la primera administración de Alemania dirigida por la ultraderecha, lo que manda una clara señal de alerta a Berlín: el frente contra AfD, el cordón sanitario, no ha dado resultado. Los administradores de distrito tienen competencias en distintas políticas, desde el transporte hasta la construcción y mantenimiento de colegios, pasando por los servicios sociales.

La victoria en esta comarca (Landkreis) puede ser solo el principio. En octubre se celebran otras elecciones de distrito en Dahme-Spreewald, en Brandeburgo, donde AfD lidera las encuestas. Están cerca también los comicios regionales en tres Estados federados del antiguo Este comunista, Sajonia, Turingia y Brandeburgo, donde sus habitantes acudirán a las urnas a partir de la primavera del año que viene. Los sondeos sugieren que los tres podrían caer del lado de la ultraderecha.

Calle del centro de Sonneberg (Turingia) con un cartel electoral de Robert Sesselman, candidato de la formación de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), el 15 de junioElena Sevillano

El partido ultraderechista está bajo vigilancia de los servicios de espionaje alemanes por ser sospechoso de amenazar los valores constitucionales, pero en el land (Estado federado) de Turingia se le considera directamente “extremista” y sus miembros son controlados por la agencia de inteligencia policial Oficina Federal para la Protección de la Constitución (BfV, en sus siglas alemanas). El líder de AfD en Turingia es el controvertido Björn Höcke, el más radical de los altos cargos de la formación. También a él se le vigila al considerarle un extremista de derecha que amenaza el orden constitucional.

AfD nació en 2012 como un partido euroescéptico al calor de la crisis del euro. Con la crisis de los refugiados de 2015 evolucionó hacia el rechazo a la inmigración y con la pandemia trató de sacar provecho de las protestas contra las restricciones. Desde entonces ha ido ganando peso como aglutinador del descontento con la clase política. El miedo a los efectos negativos de la guerra de Ucrania y la crisis energética y el rechazo a las políticas de transición ecológica de la coalición de Scholz han hecho el resto. Los votantes desencantados no han virado hacia la oposición conservadora sino hacia AfD.

Hace solo unos días, la BfV aseguró que la extrema derecha es la mayor amenaza para la democracia en Alemania y advirtió a los votantes sobre el apoyo a AfD. El líder de los democristianos, Friedrich Merz, ha asegurado en varias ocasiones que su partido jamás pactará con AfD, ni en el Europarlamento, ni en el Bundestag, ni en los parlamentos regionales.

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