La ventaja de llevar tres hombres en tu interior de mujer

Hace pocos días, un taxista intentó bromear a su manera mientras la radio del coche informaba de la nueva ley que defiende a los animales domésticos. “¿Y eso incluirá a las mujeres? Ja, ja, ja”, preguntó y lo celebró, el hombre, seguro de que esta clienta solo podía sumarse inexorablemente a aplaudir una ocurrencia taaan graciosa. Fue una de esas situaciones en que no sabes cómo reaccionar, salvo balbuciendo unas palabras que, tan lejos de esa envidiable simpleza que tienen los de su bando, siempre salen mal.

“¿Es usted abogada?”, se asustó, mientras seguramente pensaba que una feminazi se le había colado en el taxi como una avispa indeseada en casa, con esa insoportable ideología de género como aguijón. En esas situaciones, para reaccionar bien, una quisiera tener un Alfonso Guerra a mano —“abuchean a un presidente y aplauden a una cabra, cada uno elige quién le representa mejor”— o, en su defecto, un superhéroe en su interior. ¿Imaginan? Si a cada micromachismo pudiéramos abrirnos la pechera como Clark Kent, sacudirnos el traje de civil y dejar salir un Superman capaz de reaccionar como se debe seguramente podríamos tener a raya al monstruo. O, mejor aún, por qué no tres hombres enteros, agrupaditos y escondidos en tu interior. ¿Lo ven? Vamos tan tranquilas por la vida pero, en caso de necesidad, soltamos la bomba: soy tres hombres a la vez. Seguro que el taxista nunca les compararía con bestias, ni con mascotas.

Los Nobel han premiado este año a una mujer frente a 12 hombres, pero al menos ninguno de ellos se ocultaba bajo un nombre ajeno. Podría haber ocurrido, por ejemplo, que el trío de físicos que han compartido el galardón con nombres tan poco pegadizos como Syukuro Manabe, Klaus Hasselmann y Giorgio Parisi se hubieran puesto de acuerdo para ponerse un envoltorio, un lacito, un nombre molón y nos hubieran dado la sorpresa. Pero no lo hicieron, sino que podemos imaginarles rascándose la coronilla mientras investigaban las trazas del hombre en el cambio climático y otras cosillas hasta lograr su tercio de Nobel tan ricamente. Maria Ressa no ha ganado un tercio de nobel de la Paz ni uno entero, sino medio, al compartirlo con Dmitri Muratov, ambos por su lucha por la libertad de expresión en Filipinas y Rusia. Y eso les honra, por dar la cara y el nombre, un riesgo mucho mayor en su caso que el de no vender best sellers.

Pero ya ven. Que los Nobel hayan pasado de distinguir a un 4,1% de mujeres, como hace un siglo, a un 12,4%, como en los últimos 20 años, debe ser un gran avance para la causa. Y que tres hombres se presenten como una sola mujer, y no al revés, debe ser otro. Aunque a algunos nos cueste pillarlo. Felicidades.

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