La nueva Liga Profesional de Fútbol Femenino iba a convertirse en la mejor Liga del mundo y, de momento, se está quedando en un triste esperpento y una razón más para avivar la guerra, ya muy cansina, entre la Liga y la RFEF. En lugar de aprovechar la oportunidad de gestar una competición con un enorme potencial de audiencia y de ingresos y hacer crecer un deporte en pleno auge, se ha creado un campo de minas en el que cada paso que se da es motivo de conflictos, enfrentamientos y rencores entre dos entidades destinadas a no entenderse.
El CSD ha tenido que mediar, como si de un patio de escuela se tratara, para que no se fuera de las manos el absurdo asunto de los dos sorteos del calendario. Porque ni en eso se han puesto de acuerdo la LPFF y la RFRF: aún no ha comenzado la nueva liga y ya ha habido una primera trifulca en forma de aperitivo de lo que se nos viene encima.
“Se está utilizando a las futbolistas como rehenes”, ha dicho el CSD a modo de bronca. La imagen que se está dando al mundo es de vergüenza ajena.