Mónaco tiene príncipes y princesa. Son los integrantes de la familia Grimaldi que gestionan desde hace más de 700 años los destinos del Principado, un pequeño Estado en el que se han instalado millonarios en busca de beneficios fiscales y de una vida de lujo. Alberto, de 62 años, se hizo cargo de este rentable negocio hace ahora 15 años tras la muerte de su padre Rainiero. Coincidiendo con este aniversario y con la aparición de la pandemia, el príncipe que tiene tratamiento de monseñor ha decidido rebajarse el sueldo en cinco millones, que no deja de ser una pequeña porción del dinero que maneja. Según el medio Business Insider, el príncipe Alberto de Mónaco posee una fortuna privada de 894 millones de euros.
En Mónaco viven, según datos de 2018, 38.682 personas de 120 nacionalidades, de las cuales solo alrededor de 8.000 tienen un pasaporte de este Estado gracias al que gozan de exenciones fiscales. Alberto se ha propuesto ser el rostro visible de un principado en expansión, que se apoya en la tecnología y la sostenibilidad. Intenta que el Mónaco del glamur convertido en los años sesenta en un icono del lujo y en epicentro de desfiles de estrellas de Hollywood y de fiestas opulentas de la mano de la princesa Grace Kelly, transite hacia un nuevo modelo económico y otra identidad. “Debemos continuar diversificando la economía de Mónaco, no podemos quedarnos en el turismo de lujo”, dijo el príncipe en una entrevista que el diario italiano Il Corriere della Sera publicó el pasado mes de mayo.
El príncipe Alberto ha confesado que tiene muy presente el legado de su padre. “Trabajar en las infraestructuras y desarrollar negocios históricos del principado como el farmacéutico o el cosmético, desde Lancaster a Biotherm, y buscar mientras nuevas actividades con un alto valor añadido y alta tecnología” son sus planes, inspirados en las enseñanzas de Raniero, para el futuro del país. “ Pero debemos atrevernos a llevar a cabo nuevas operaciones”, subraya.
Alberto impulsa el urbanismo Hace un año se inauguró el barrio de lujo One-Monte Carlo, cerca de la emblemática plaza del Casino. El flamante proyecto conjuga un complejo residencial de gama alta con zonas de compras, con una veintena de boutiques de lujo; y espacios de gastronomía, cultura y negocios a dos pasos del corazón del Principado. Todo gira en torno a una arteria principal: el paseo Princesa Charlène, que lleva el nombre de su esposa y madre de sus mellizos, Gabriella y Jacques., un espacio firmado por el arquitecto británico Richard Rogers. El frenesí constructivo comenzó con el príncipe Raniero, padre del actual gobernante, a finales de los años cincuenta, lo que le valió el título de “príncipe constructor”.
Por otro lado, el Principado está tratando de ganarle espacio al mar con un nuevo barrio ideado por el arquitecto italiano Renzo Piano, con paneles solares y amplias zonas verdes. La protección del medio ambiente es un tema sensible para los Grimaldi, comprometidos tradicionalmente con la ecología. El sobrino de Alberto, Pierre Casiraghi, hijo de Carolina y esposo de la periodista italiana Beatrice Borromeo, es una de las voces más activas de la familia contra el cambio climático.
Pero por encima de todos estos potenciales que ofrece el pequeño Estado está la familia Grimaldi cuyo glamur sigue siendo un gran reclamo para el turismo y para los ricos que quieren dejarse ver en las lujosas fiestas que allí se organizan. Este glamur lo sigue representando Carolina de Mónaco y sus hijos. La llegada de Charlene de Mónaco al Príncipado ha asegurado el futuro de la dinastía con el nacimiento de sus mellizos pero no ha ocupado el puesto de su suegra Grace Kelly. A Charlene no le gusta la vida oficial y tampoco las fiestas pero para eso siempre están dispuestos los otros Grimaldi que ocupan con sus idas y venidas las portadas de medio mundo.
Source link