En Cataluña se producen ocho narcoasaltos al mes entre organizaciones criminales que se dedican al cultivo y el tráfico de marihuana: robos violentos o vuelcos, como se conoce en el argot robar la droga a otro delincuente. “Hay más violencia potencial de la que realmente se manifiesta”, advierten los Mossos, en un informe que analiza con profundidad la violencia que conlleva la marihuana en Cataluña, al que ha tenido acceso EL PAÍS. La fiebre por el oro verde ha convertido la comunidad en la huerta de Europa, incentivando la delincuencia local, atrayendo la extranjera y generando un mapa de redes de traficantes armados o con un acceso fácil a las armas, preparados para, “si hay un detonante que haga elevar la violencia”, actuar.
El informe de la policía catalana, fechado en junio de este año, desmenuza los episodios violentos que se cometieron en 2020, donde no cesaron los enfrentamientos a pesar de la pandemia y el confinamiento. Los Mossos cuentan 102 casos, la mayoría de ellos (96) narcoasaltos. También destacan que desde 2018 se cometen cada año tres homicidios relacionados con el tráfico de marihuana, con 12 muertos desde 2016 (28 en total a causa del tráfico de drogas en general). Y a ello se suman lesiones, extorsiones, secuestros y detenciones ilegales.
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El análisis de los Mossos se centra sobre todo en los narcoasaltos. En la mitad de los 96 cometidos, los delincuentes usaron armas de fuego, que acabaron en disparos en 13 de los robos: 10 tiros por quien asaltaban y 3 por quien era asaltado. También se utilizaron armas blancas (20% de los casos), y en otras situaciones (34%) se valieron de la fuerza y las amenazas con objetos contundentes como bates de béisbol, piedras o patas de cabra. El 75% de estos robos se produjeron entre las 19.00 y las 07.00 horas. Más de la mitad de las plantaciones robadas estaban en domicilios (58%), ya sea en pisos, casas a cuatro vientos o adosadas, el 17% de las víctimas fueron asociaciones cannábicas, un 11% eran invernaderos o campos, un 8% fueron enfrentamientos en la vía pública y el 5% en naves industriales.
Para los robos, las redes usan todo tipo de estrategias. Una de las más habituales (17 casos) es el falso policía: los ladrones entran al grito de “policía” en la plantación, con chalecos reflectantes e incluso con señales luminosas en los coches. También se dan ataques en manada, con muchas personas que irrumpen por la fuerza en una plantación. O la técnica más rebuscada del falso comprador: fingen que quieren comprar para luego robar o incluso a sus compradores les roban el dinero y no les dan la mercancía. Respecto a las asociaciones cannábicas, se hacen socios, estudian el local y luego lo asaltan. En algunos casos, las organizaciones, como hace la policía con los criminales, balizan los coches que trasladan la marihuana a las guarderías: escondites para evitar robos.
La consecuencia ante los narcoasaltos, que la policía asegura que son cada vez más frecuentes, aunque no aporta datos comparativos con otros años, es más armas en circulación para atacar y protegerse. De las 27 redes criminales desarticuladas en 2020, el 47% tenía armas de fuego, y en el 11% de las plantaciones intervenidas también encontraron armas. El objetivo de los grupos criminales, siguen los Mossos, es “obtener el máximo beneficio posible”. Y para ello usan la violencia como “represalia” contra otro clan rival, en “cambios en el equilibrio de poder” del control la droga, como “medida de defensa” o, si eso supone un “incremento del beneficio económico”, atacando a la competencia. Todo en un clima de impunidad, con una elevada “cifra negra”, porque los implicados no suelen denunciar.
En cuanto a los homicidios, los Mossos destacan que en ninguno de los tres cometidos en 2020 el objetivo fue causar la muerte, sino que se produjo “debido a un empleo de la violencia sin control, la precipitación en el asalto y/o el azar”. En agosto del año pasado, dos cultivadores de marihuana fueron asaltados en Flix. Ambos se escondieron en una habitación y uno de ellos falleció por un tiro que le impactó por azar, sin que le apuntasen directamente. También en agosto, en Lloret, un hombre falleció a golpes en una pelea previa por deudas y ajustes de cuentas por marihuana (había perdido un cargamento de droga y había participado en un tiroteo en Serbia). En el mismo mes, en Argentona, una pelea entre dos socios de un cultivo de marihuana acabó con uno dándole martillazos al otro, y el segundo repeliendo el ataque hasta matarlo con una escopeta de balines.
Puertas electrificadas y amenazas a presos
El informe de los Mossos sobre la violencia y la marihuana repasa algunos de los casos más llamativos que investigaron durante 2020. Como fue el asalto al conductor de un camión que había contactado mediante la web clicktrains con un empresario. El encargo era transportar una mercancía que no sabía qué era, a un punto que le introdujeron en su navegador del móvil. A mitad del camino, sufrió un asalto. Un vehículo Seat Ibiza se le acercó con luces prioritarias, como las que usa la policía. De él se bajaron cinco hombres armados, lo sacaron de la cabina, lo ataron y lo apalearon llevándose la droga que pudieron mientras llegaba una patrulla verdadera de la policía.
También relatan un narcoasalto que derivó en una extorsión. En octubre de 2020, el líder de una organización criminal sufrió un robo en su casa, en La Bisbal. A él le apuñalaron y a su pareja y sus cuatro hijos menores de edad les inmovilizaron. El hombre, como venganza, ordenó el secuestro de una hermana de uno de los asaltantes. A la madre de otro, unos hombres la abordaron a cuando salían de prisión y le pidieron que ingresase dinero en una cuenta bancaria si quería que todo le fuese bien a su hijo en la cárcel.
Ante esa oleada de ataques, las organizaciones han tomado medidas para protegerse, como vigilantes en las propias plantaciones, cámaras de seguridad, o perros de razas consideradas peligrosas, además de armas de fuego y blancas. El caso más peculiar que descubrieron los Mossos fue una “trampa con cable eléctrico”: electrificar las puertas de acceso a las naves de marihuana. Si una persona ajena a la plantación toca el pomo puede electrocutarse.
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