Mientras Moscú fija su tenaza militar en torno al flanco norte y este de Ucrania, la tensión en la región oriental del Donbás va in crescendo. Desde el viernes, los martilleantes ataques de artillería se han intensificado a lo largo de la línea del frente de la guerra entre el Ejército ucranio y los separatistas prorrusos sustentados por el Kremlin. Este domingo, después de alegar temores de una ofensiva inminente de Kiev, funcionarios de los territorios secesionistas han asegurado, sin dar detalles, que bombardeos de las fuerzas ucranias han matado a dos civiles y que la zona es objetivo de sabotajes de infraestructuras fundamentales. Kiev lo niega y denuncia que todo es una operación de propaganda para “demonizar” a las fuerzas ucranias.
El Kremlin, que ha repartido en la región casi un millón de pasaportes y que lleva semanas asegurando que los habitantes del Donbás están sufriendo un “genocidio”, ha abierto una investigación por la supuesta muerte de civiles. La escalada y la participación cada vez más abierta de Rusia en el conflicto que impulsó hace ocho años eleva las alertas del Gobierno ucranio, Estados Unidos y la OTAN, que creen que Moscú está preparando una intervención en las provincias rebeldes de Donetsk y Lugansk con el pretexto de defender a la población.
En otro día de escalada verbal contra lo que Moscú ha tildado de “histeria de Occidente”, el Kremlin advirtió de que la situación en el Donbás es extremadamente delicada. “Una chispa, cualquier incidente no planificado o provocación menor planificada puede tener consecuencias irreparables”, insistió Dmitri Peskov, el portavoz del presidente ruso, Vladímir Putin.
El Ejército ucranio, que informó de que dos soldados fallecieron el sábado a consecuencia de ataques desde territorios separatistas, ha asegurado que desde el jueves se están produciendo los bombardeos más intensos en años.
Las violaciones del frágil alto el fuego negociado en 2019 (el enésimo) han aumentado de forma “drástica”, ha advertido la misión de observación de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) en la zona. En el asentamiento de Shastia, en la parte de Lugansk controlada por el Gobierno ucranio, un bombardeo derribó un pequeño puente, según un portavoz del Ejército. Hasta la semana pasada, se producían unos cinco o seis incidentes de bombardeos y disparos a lo largo de los 400 kilómetros de línea del frente. Ese número se ha multiplicado por más de 10 en los últimos tres días, aseguró Oleksandr Pavliuk, el jefe de las fuerzas ucranias en el Donbás.
El Ejército de Kiev afirma que “pese a las provocaciones” no responde y solo dispara en modo “defensivo” y en “circunstancias excepcionales”. ”La artillería enemiga está disparando desde atrás de los civiles. Y, de acuerdo con nuestros principios, no devolvemos el fuego a los civiles”, aseguró a los periodistas en Kramatorsk, el centro administrativo de la región de Donetsk de la parte controlada por el Gobierno.
“Que los rusos no lleguen a mi cocina”
Kramatorsk, que vivió duros combates al inicio de la guerra, en 2014, se ha convertido ahora en el centro militar y en la sede de las pocas ONG que trabajan en la zona, explica Galina Zolotujina mientras espera el autobús y apura un cigarrillo. La funcionaria, de 46 años, teme que la guerra que se ha estado librando desde hace años en las trincheras vuelva a los combates encarnizados; y que esconderse en los sótanos sea otra vez algo cotidiano en Kramatorsk, una ciudad a una hora en coche de la línea del frente y de la zona donde el percutir de los morteros y las granadas es habitual. “Por no pensar algo peor… como que los rusos entren y avancen directamente hasta mi cocina”, dice encogiéndose de hombros.
Al otro lado de la línea de contacto, en Donetsk y Lugansk, los líderes separatistas alzados por Moscú han decretado la movilización de los reservistas y han prohibido salir de los territorios a todos los hombres de entre 18 y 55 años. Además, han impulsado como un goteo durante todo el fin de semana la evacuación de civiles a la vecina Rusia. Este domingo, citando peligro para la población, suspendieron todas las actividades públicas, desde los espectáculos culturales a los actos educativos, según un comunicado publicado en su canal de Telegram. Tras mostrar en sus canales de televisión pública a un supuesto espía ucranio capturado, reiteraron que tienen información de que Kiev lanzará ataques inminentes para recuperar el control del territorio.
Casi 40.000 personas han llegado ya a Rusia, a la región de Rostov, según fuentes oficiales de Moscú. Allí, a petición del presidente Putin, los servicios de emergencia han preparado un operativo de acogida. Vídeos y fotografías en varios medios y en las redes sociales mostraban tiendas de campaña con literas para los primeros en llegar. Este domingo, medios sobre el terreno como The Guardian, informaron de que las autoridades han empezado a trasladar en trenes a muchos de los evacuados. Algunos relataban que los bombardeos habían aumentado en los últimos días; otros se mostraban desconcertados y algo molestos por una evacuación que veían innecesaria. En Rusia, donde Putin ha dictado que cada recién llegado de las autodenominadas “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk reciba una ayuda de 10.000 rublos (114 euros), las regiones de Rostov, Kursk y Voronezh, fronterizas con Ucrania, anunciaron estados de emergencia, citando la afluencia de personas.
Muchas menos personas han llegado a Ucrania desde las zonas de Lugansk y Donetsk en manos de los separatistas, que solo mantienen abierto un puesto fronterizo hacia el territorio controlado por el Gobierno. Por él han cruzado casi 900 ciudadanos desde el sábado, según el Ejército ucranio. Kiev asegura que la movilización de reservistas y la evacuación de civiles a Rusia es teatro y que su Ejército no tiene ninguna intención de lanzar una ofensiva para recuperar el control del Donbás.
“Es una movilización falsa en respuesta a una amenaza falsa”, asevero el sábado el ministro del Interior ucranio, Denys Monastyrski. “Están tratando de crear pánico, también de nuestro lado y entre nuestra gente”, añadió. Monastyrski, otros miembros del Gobierno y varios diputados de la Rada (el Parlamento) visitaron el sábado la línea del frente con un grupo de periodistas. Allí, bajo varios ataques de artillería, algunos comprobaron cómo el conflicto del Donbás, la última guerra de Europa, es una realidad que se masca desde 2014.
El ministro del Interior aseguró que el servicio de espionaje ucranio tiene datos de que Rusia ultima ya en las regiones separatistas una operación de falsa bandera, es decir una treta preparada por el Kremlin para intervenir y justificar una invasión en toda regla con el pretexto de proteger a la ciudadanía de los territorios secesionistas. Monastyrski afirmó que mercenarios del grupo Wagner han llegado a Donetsk y Lugansk con órdenes de volar puntos claves de infraestructuras y culpar a Kiev. La compañía de contratistas militares Wagner —considerado el ejército en la sombra del Kremlin y que ha servido a los intereses de Rusia en Siria, Libia y África— también estuvo presente en el principio del conflicto ucranio, según distintos informes, donde Rusia siempre ha negado su presencia.
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