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La vuelta al mundo por amor a unos colores

La vuelta al mundo por amor a unos colores

El bus número 2, el que va desde el aeropuerto de Wellington hasta la estación de tren situada a menos de 10 minutos del Sky Stadium, iba lleno. “No pararemos en las siguientes paradas, iremos directos hacia el estadio”, anunciaba el conductor del autobús, que iba completamente lleno.

Entre la multitud de gente, Johannes, un hombre de 43 años, miraba a su alrededor, donde un grupo de chicos llevaban la bandera de su país. “También vais al partido, ¿verdad?”. Los cuatro jóvenes confirmaron las suposiciones de Johannes, que sonrió al saber que no era el único sudafricano en el vehículo.

Él y su mujer explicaban que viajaron desde Sudáfrica hasta aquí el pasado miércoles. “Volamos desde Johannesburgo hasta Qatar, cogimos otro vuelo hasta Auckland, y el último para Wellington. Y es que al fondo de este se encontraba un grupo de chicas rubias con la piel blanca y una bandera de color amarillo con una cruz azul hablando un idioma que no era ni inglés, ni alemán, ni francés, ni neerlandés, ni español. No había duda de que eran suecas e iban al estadio para ver a su selección.

El resto de los viajeros eran neozelandeses, pero de todos modos querían ir a ver el segundo partido mundialista que acogía la ciudad de Wellington. “Las cinco de la tarde es una buena hora para ir a ver un partido de fútbol”, decía una madre que intercambiaba palabras con el grupo de chicos con banderas de Sudáfrica pintadas en la mejilla.

Al llegar al estadio se pudieron ver más banderas sudafricanas y suecas que en el primer partido entre España y Costa Rica. Puede que sea por el horario, ya que los locales cenan temprano y los horarios de España ya no son tan familiares. O también cabe la opción de que la afición de ambos países realmente quiera ver jugar a su selección en el Mundial, aunque sea en el otro lado del charco.

Llovía mucho, en el cielo había cortinas de lluvia, pero “en Suecia hace más frío, es habitual, y en Sudáfrica, el invierno es igual que en Wellington”, comentó Johannes, un hombre del que no había duda que venía por amor al fútbol y para intentar ver a su selección hacer historia. “Ojalá ganemos”, dijo finalmente.




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