No hay paz. Un puñal detrás de otro se clava en el corazón del fútbol argentino. Hace unos días perdió a D10S, a Diego Maradona. Ahora pierde al Señor, a Alejandro Sabella. Murió a los 66 años el técnico que más feliz hizo a Lionel Messi en la Selección Argentina. Es otro impacto que duele. Que sacude. Que se lamenta. Es que vuela al cielo un hombre que primero, como futbolista, endulzó con su zurda deliciosa y, después, ya como entrenador, enriqueció con su sabiduría desbordada de valores esenciales.
Nadie hablaba mal de Sabella. Nadie. Por eso golpeó tanto la noticia de su fallecimiento. Tan grande ha sido que resulta difícil contarlo. Tal vez rescatando 10 de sus historias se comprenda bien de quién se trató.
1) Fue un 10 de colección.
De pantalones cortos, Sabella era un zurdo sensual, habilidoso, inteligente, con cambio de ritmo, con panorama, con pegada exacta… Creció, se afirmó y lució en una época dorada del fútbol argentino. Abundaban los armadores exquisitos, siempre con el número 10 en la espalda: Diego Maradona, Norberto Alonso, Ricardo Bochini, Julio Villa, Carlos Babington, Daniel Valencia…
2) No pudieron comprar a Maradona y eligieron a Sabella.
Varios equipos ingleses buscaron en 1978 jugadores en Argentina, que acababa de ganar su Mundial. El Sheffield, en ese entonces en segunda división, quería a dos campeones, Osvaldo Ardiles y Ricardo Villa. Sin embargo, perdió la pulseada con el Tottenham. Luego, fueron por un chiquilín de 17 años, por un tal Maradona. Hubo acuerdo primero. Sin embargo, se frustró el pase porque en el momento de la firma Argentinos Juniors pidió mucho más dinero. Por eso el club inglés, cuando el Pelusa murió, lo recordó como “casi un Blade a los 17”. Al final, el Sheffield apuntó a Sabella y se lo llevó…
3) River lo respeta.
Se formó como jugador en el club millonario. Fue campeón del Metropolitano de 1975 que quebró una racha de 18 años sin títulos. Después, coronó dos veces más. Si no brilló con mayor fuerza con la banda roja en diagonal es porque coincidió con Alonso, otro 10 fenomenal y uno de los ídolos más grandes en la historia del club. Estaba tapado por el genial Beto Alonso y aceptó irse al Sheffield. En estas horas, todo River lo recordó con cariño total.
4) La doble influencia de Bilardo.
El Narigón viajó a Inglaterra para convencerlo de que jugara en Estudiantes a principios de los 80. Lo logró. Y Sabella ganó dos títulos como jugador, conformando un mediocampo desbordado de talento junto a Marcelo Trobbiani y José Daniel Ponce. Después, en 2009, cuando Alejandro aún no había sido cabeza de cuerpo técnico, Bilardo lo recomendó a los dirigentes del club para que se hiciera cargo del equipo en plena Copa Libertadores. Le hicieron caso y con Sabella volvió Estudiantes a ser campeón de América en 2009.
5) Estudiantes lo adora.
Como jugador y como técnico, Sabella marcó a fuego al equipo de La Plata. Lo hizo con dos títulos como jugador, con partidos emblemáticos, y otros dos como entrenador, pero exaltando siempre los mandatos del club: el respeto, el orden, la disciplina, la familia, la sencillez, el coraje, el esfuerzo, el hambre de gloria… Alejandro siempre dijo que se identificaba más con Estudiantes que con River. Los pincharratas lo aman.
6)
Sabella, el entrenador completo.
Toda la sabiduría que ostentaba para jugar la multiplicó como DT. Durante muchos años, formó parte del cuerpo técnico de Daniel
Passarella. Sólo un lustro, entre 2009 y 2014, se desempeñó como entrenador principal. En Estudiantes y en la Selección Nacional se ganó la admiración de todos por su capacidad para diseñar partidos, para armar equipos, para adaptar estrategias según la ocasión (casi le gana la final del Mundial de Clubes con su Estudiantes al Barcelona de Guardiola y de Messi en 2009) y para generar un potente compromiso de grupo.
7) Dejó una huella en los subcampeones del mundo de Brasil 2014
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Tal vez el posteo de Sergio Agüero pueda resumirlo: “¡Cuánta tristeza! Gracias por la confianza que nos diste. Por saber motivarnos y transmitirnos toda tu sabiduría. Fuiste mucho más que un entrenador. #GraciasMaestro”.
8) Fue quien más feliz hizo a Messi en la Selección.
También Sabella logró llegarle al corazón a Leo. Hace poco más de un año, el capitán del Barça confesó: “La época que más disfruté en la Selección fue con Alejandro, en la Eliminatoria. Si bien arrancamos mal, una vez que empezamos a ganar fue espectacular. Cuando ganás todo es más fácil. No perdíamos y llegamos a la final del Mundial. Alejandro era un fenómeno como técnico y como persona. Aprovecho para mandarle un abrazo”.
9) Ganar no es lo único.
En Argentina, en un país futbolero ultra exitista donde para muchos sólo sirve el campeón, Sabella recibió el reconocimiento de todos tras salir segundo en el Mundial de Brasil. Un par de meses después de la final perdida con Alemania, en la Cámara de Diputados de la Nación, le entregaron el “Premio Democracia”. En esa ocasión, dejó algunas frases que hoy se refrescan a cada segundo. Lo esencia de aquel discurso: “Queríamos dejar bien sentado el orgullo de lo que éramos los argentinos. Si podíamos ganar, mejor, porque sabemos que es fundamental, pero esto demuestra que ganar no es lo único. Seamos dignos con nosotros mismos, con nuestros compañeros y rivales, en la victoria y en la derrota. Este premio, a pesar de ser segundos, es una caricia al alma. Me reconforta el espíritu”. Ese era el técnico que vivía bajando línea con los valores esenciales, que citaba frases de próceres, que establecía un lazo muy fuerte con la bandera…
10) Alejandro, el mejor vecino.
Ese es el título más grande que ganó Sabella. Más valioso que cualquier gol, que cualquier gambeta, que cualquier vuelta olímpica. Alejandro vivía en La Plata, en la zona de Tolosa. Caminaba por esas calles como cualquier otro. Iba al supermercado. Aparecía pagando los impuestos en algún caso con un pantalón corto de la Selección. Ahí, en su lugar, seguro lo extrañarán más que en ninguna otra parte, o tanto como en todas partes. No olvidarán aquel abril de 2013, aquellas impactantes inundaciones que provocaron tantos daños, tantas muertes. En ese momento límite, él no dudó en abrir la puerta de su casa a la gente del barrio que acababa de perder todo. Mientras su esposa cocinaba para muchas personas, él los cobijaba con su amabilidad. Eso sí, de ningún modo permitió que la televisión capturara esas imágenes. Ese era Alejandro, el vecino, el hombre común y corriente. Se fue un campeón en todo.
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