La historia volvió a repetirse en Valladolid con algún pequeño matiz diferencial. El Athletic perdió otra vez por la mínima, esta vez ante el entonces colista de Primera, pero recibiendo dos goles y marcando uno. Las carencias rojiblancas, en cualquier caso, salieron a flote de nuevo.
Gaizka
Garitano, como suele suceder habitualmente en el mundo del fútbol con los inquilinos del banquillo, es el que sale peor parado de este nuevo traspiés liguero. El técnico deriotarra sigue sin ser capaz de dar con la tecla adecuada para que su equipo deje de perder cada vez que compite lejos de San Mamés. 1-0 en Mendizorrotza y El Sadar y 2-1 en Zorrilla. Más atrás queda el ya lejano 1-2 de Ipurua.
El crédito de Garitano se agota a medida que aumentan los errores individuales y colectivos de su tropa. Al entrenador, cierto es, se le pueden achacar su monótona y previsible apuesta futbolística, su rigidez táctica, la elección de los jugadores para cada compromiso en cuestión (acertada para unos, desacertada para otros), el estado de forma de su plantilla y otra serie de factores relacionados con el propio fútbol. El Athletic actual lleva su sello.
De lo que no es responsable el técnico deriotarra, ciñéndonos a lo acontecido el pasado domingo en la lluviosa tarde de Pucela, es de que Unai
Simón, portero internacional, controle con el pie un balón cedido por un compañero y lo deje a los pies de un rival dentro de su propio área. Esta vez fue el meta alavés, en Pamplona el error llevo la firma de Capa y en Gasteiz la del marcador de Ely.
Tampoco es responsabilidad directa del entrenador que los leones vuelvan a recibir un gol en contra en los primeros minutos de la segunda mitad. Ni que sus jugadores lleguen una y otra vez a las inmediaciones de la portería rival y sean incapaces de sacar bien las faltas laterales y los córner e incluso determinados pases desde la banda. Ni de que Williams no supere a Masip, portero del conjunto vallisoletano, en un claro uno contra uno.
Ni que el Athletic carezca de un ‘nueve’ de referencia, un ariete a la vieja usanza, desde el ocaso del irrepetible Aduriz. Cierto es que Villalibre viene pidiendo paso, pero todavía no es un delantero consolidado como lo fueron en su día los Sarabia, Noriega, Uralde, Ziganda, Urzaiz y Llorente, entre otros. Raúl
García, de hecho, arrancó en Zorrilla como punta con Williams pegado a banda (el perfil del bilbaíno no responde al de los delanteros centro tradicionales) y el ‘Búfalo’ en el banquillo. La opción de situar a estos dos últimos pegados por el centro con otros tantos compañeros pegados a banda, por cierto, dio buenos resultados en Eibar.
Berenguer, al banquillo
Desde la llegada del técnico deriotarra al banquillo, hace ahora cerca de dos años, el Athletic ha acometido tres fichajes. Ibai y Kodro, los dos primeros, se recuperan actualmente de sus respectivas lesiones. Ninguno de ellos se ha hecho con un hueco en el once titular de Garitano.
Berenguer llegó a última hora del mercado veraniego de fichajes y dispuso de minutos en Gasteiz con tan solo un día de entrenamiento. En Zorrilla, sin embargo, comenzó en el banquillo pese a la polivalencia que tanto había destacado el propio míster antes de que recalara en Lezama. Williams ocupó su sitio en el interior diestro mientras Morcillo hacía lo propio en el izquierdo. La solución a los males, visto lo visto, tampoco era llevar a cabo el cuarto fichaje más caro de la historia del Athletic.
Los problemas del primer equipo rojiblanco no se limitan única y exclusivamente al inquilino del banquillo. En Zorrilla, cierto es, se volvió a perder; pero reducir el embolado a Garitano es mucho reducir. Las carencias van más allá del entrenador.
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