Las desigualdades ante el cambio climático en la región MENA


Oriente Medio y el Norte de África, región conocida como MENA, es la zona donde las consecuencias producidas por el cambio climático y la subida de las temperaturas tendrán un mayor impacto. Se perfila, ya según diferentes estudios, por ejemplo este sobre el impacto y las implicaciones a poblaciones vulnerables en MENA que ya avisaba en 2017, como uno de los lugares donde más iban a empeorar las condiciones climáticas: calor extremo, sequía y aridez. Las consecuencias para toda la población serán devastadoras, pero existen peligros diferenciados específicos que afectarán de manera directa a grupos poblacionales o países más susceptibles a sufrirlas.

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Según apuntan los últimos datos del World Resources Institute, MENA es la más afectada por el estrés hídrico con riesgo extremo alto en todos los países que la conforman. Muchos de sus acuíferos (en la mayoría de los casos compartidos entre países) corren un alto riesgo de agotarse y el 60% del agua que consumen se origina fuera de sus fronteras. Sin embargo, son muy pocos los acuerdos transfronterizos sobre el uso y la gestión del agua compartida. Se estima que la escasez de este líquido puede causar unas pérdidas económicas de entre 6 y 14% del PIB en 2050.

Una de las cuestiones sobre las que más se hace hincapié son los efectos sobre la agricultura, que es el sector que más emplea y más contribuye a la economía de la mayoría de los países analizados. En The Power of Deserts (El Poder de los Desiertos), el profesor Dan Rabinowitz indica que “en Oriente Medio hay muchos países pobres cuyas economías dependen de la agricultura, con importantes divisiones étnicas”. La consecuencia inmediata será el deterioro de los medios de vida rurales por la disminución de la productividad agrícola, favoreciendo el aumento de los flujos migratorios, ya que “el colapso de las áreas rurales hará que millones de refugiados migren hacia lugares que no podrán absorberlos, un escenario que podría conducir a tensiones e inestabilidad”.

Asimismo, existe otra cuestión relacionada y que afecta al sector agrícola, como el aumento del nivel del mar que pone en riesgo el 12% de la agricultura de Egipto, por ejemplo. Las áreas del valle del Nilo, la cuenca del Tigris y del Éufrates, el suroeste de la Península Arábiga y las partes occidentales del Norte de África son las más perjudicadas en este sentido.

Esta falta de agua por un lado, asociada a la escasez de producción de alimentos y la consecuente dependencia a las importaciones de alimentos (que se espera que aumente), sujeta al aumento de la población, podría suscitar aún mayor malestar social en estos países. La contaminación es otro bastión que superar, puesto que amenaza la calidad del agua y la salud humana.

Rabinowitz destaca el concepto de desigualdad climática y la asocia a la diversidad en términos de PIB en la región MENA, donde existen claras diferencias. Aquellos con más renta [Estados del Golfo] tendrán los medios para responder y proteger a sus habitantes de las consecuencias del cambio climático; mientras que sus vecinos con menos recursos económicos como Yemen (sumido, además, en un conflicto desde hace años), no. Al tener capacidades de respuestas diferentes, “podría crear tensiones entre ellos”, indica.

La consecuencia inmediata será el deterioro de los medios de vida rurales por la disminución de la productividad agrícola, favoreciendo el aumento de los flujos migratorios

Por otro lado, muchos de los riesgos a los que se enfrenta la población se verán agravados por la aridez y la escasez de agua. Existen enfermedades, como el cólera, que a su vez se relaciona con las altas temperaturas y la contaminación, falta de saneamiento y en consecuencia afección directa sobre las distintas sociedades. La OMS indica otro tipo de enfermedades como estrés térmico, agotamiento por calor e insolación, que recae sobre todo en personas mayores, o todas aquellas enfermedades ligadas a la contaminación del aire. Y no afectarán igual a unos grupos que a otros. El impacto variará según países y estamentos sociales. Aquellos más vulnerables están mucho más expuestos primero a contraerlas y segundo a no poder someterse a tratamientos específicos.

Las implicaciones sobre agricultores pobres, de países con escasez de recursos como Líbano, serán mucho más severas que sobre otro grupo en otro país. Muchos de estos Estados tienen prácticas y gestiones ineficientes sobre la administración de las tierras, además de no existir políticas que favorezcan la situación de las zonas rurales, en detrimento de las urbanas. Mientras los granjeros se ven afectados por el hambre y la malnutrición debido a la pérdida de tierras. Aquellos que viven en zonas urbanas se enfrentan al incremento del precio de la comida debido a la dependencia de las importaciones y a la falta de alimentos procedentes de la agricultura.

¿Cómo adaptarse?

Algunos estudios enumeran una serie de áreas clave para paliar la situación como son: la reducción del uso de carburos, transición a energías renovables, reducción de desastres naturales, mejoras en la gestión del agua y protección de la biodiversidad. Además, profundizan en algunas ideas para abordar los obstáculos que existen. Planificar los recursos y adaptarlos de acuerdo a la financiación. Poner en marcha métodos innovadores y eficaces, como invertir en tecnología solar en los desiertos. Adaptar las políticas a las necesidades concretas y estudiar las distintas dimensiones que tienen los problemas, desde puntos de vista locales, regionales e internacionales. Algunos países como Túnez han incluido la protección del medio ambiente en su nueva constitución, pero sobre todo, es necesario crear políticas que protejan a la población e incidir en la formación y el conocimiento.

La degradación de los ecosistemas en la zona, la sobreexplotación de recursos, junto con la gestión inadecuada de la tierra y del agua está produciendo una situación insostenible para las poblaciones, donde existe un vínculo estrecho entre pobreza y gestión de recursos y cambio climático. Aún así, existen ideas para paliar los efectos que tendrá sobre las poblaciones en Oriente Medio y Norte de África. La mayoría de naciones todavía no han empezado a andar hacia esa dirección.

Lourdes Romero es redactora jefe adjunta de la revista Esglobal.

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