La tardía inclusión social de la mujer en Argentina en las dos últimas décadas ha despertado al fútbol femenino de un letargo de casi un siglo a la sombra de la hegemonía masculina en el país de Lionel Messi y Diego Armando Maradona, que ahora también será de Estefanía Banini.
La albiceleste ya está viajando a tierras oceánicas para volver a ilusionar a un país que alentó a sus jugadoras en el último amistoso contra Perú (4-0) en San Nicolás, una feliz despedida con goles de Larroquette, Banini, Rodríguez y Ares ante 20.000 personas antes de debutar contra Italia el próximo lunes 24 de julio (8.00 hora española).
“El fútbol femenino ha podido crecer en los últimos años gracias al avance del movimiento feminista, a las transformaciones políticas, culturales, sociales y económicas, así como a la aprobación de leyes como el matrimonio para todos”, explicó Ayelén Pujol, ex futbolista y ahora periodista en una conferencia en la escuela de periodismo Deportea de Mar de Plata.
El hecho de que la selección femenina argentina participe en su cuarto Mundial tras los de 2003, 2007 y 2019 se debe a una larga lucha. Movimientos contra la violencia de género y a favor del aborto han hecho que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se vuelque por fin con el fútbol femenino, declarado semiprofesional en 2019.
Aunque el primer partido de fútbol femenino en Argentina se jugó en octubre de 1913, tuvo que pasar un siglo para que “el movimiento social en las calles se vinculara con el reconocimiento de las futbolistas en la cancha”, cuenta Pujol.
Pero la visibilidad de la mujer en el fútbol argentino no se limita al terreno de juego. Nunca antes tantas mujeres habían llenado las gradas de los estadios de la liga masculina, y celebraron la victoria del equipo de Leo Messi en Qatar en diciembre del mismo modo que los hombres.
La inmensa mayoría de los aficionados acaban de enterarse de que la edición de México’86 no fue la primera vez que una selección albiceleste vencía a Inglaterra en un Mundial gracias a la “mano de Dios” y a un “gol del siglo” de Maradona (2-1).
En 1971, durante un Mundial femenino no organizado por la FIFA sino por empresas privadas, en el mismo estadio Azteca y ante 100.000 espectadores, las argentinas fueron las primeras en vencer a un equipo inglés (4-1), gracias a los cuatro goles de Elba Selva. “En México me elogiaron, pero cuando volvimos aquí, no había nadie que nos recibiera, nadie sabía nada”, dice Selva, que ahora tiene 75 años.
La gran labor de ‘Pibas con Pelotas’
En 2006, tras ganar el campeonato sudamericano, el fútbol femenino empezó por fin a ganar reconocimiento. Entonces se creó el movimiento “Pibas con Pelotas”, que agrupa a futbolistas y entrenadoras, reivindicando la falta de campos específicos e incluso de camisetas, de la ausencia de contratos profesionales o de cobertura médica en caso de lesión. En definitiva, de unos derechos que se puedan parecer a los que tienen los hombres.
“Si te levantas a las 6 de la mañana y trabajas todo el día, no vas a poder llegar a ser profesional”, explica Camila Gómez, ex centrocampista de Boca Juniors, ahora en la Universidad de Concepción (Chile). La Bombonera tampoco ayudaba a conseguir estos hitos. “Cuando jugaba en Boca, nadie venía a vernos. Jugábamos en campos de césped artificial. Mis camisetas eran demasiado grandes”, cuenta Julia Paz, ahora jugadora de fútbol sala.
En Oceanía las albicelestes esperan más apoyo popular. Y que los triunfos masculinos, incluida la tercera estrella de Qatar 2022, puedan por fin ser aprovechados para, al menos, conseguir la primera victoria argentina en un Mundial. El equipo entrenado por Germán Portanova comparte grupo con Italia, Sudáfrica y Suecia, y tratará de enganchar a un país que respira fútbol por todas partes.