Entre los múltiples daños colaterales que ha provocado la covid-19 está el retroceso en la lucha contra la tuberculosis. Ya se había estimado el impacto y ahora, con nuevos datos en la mano, se confirman los malos pronósticos: las muertes en 2020 aumentaron después de más de una década de continuo descenso debido a que acceder a diagnósticos y tratamientos se tornó más complicado. Esta es la principal conclusión del último informe global sobre tuberculosis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), publicado este 14 de octubre. “Este documento confirma nuestros miedos de que la interrupción de los servicios sanitarios esenciales debido a la pandemia puede acabar con años de progreso contra la tuberculosis”, ha declarado el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS, este jueves en rueda de prensa. “Esta es una noticia alarmante que debe servir como llamada de atención a la urgente necesidad de aportar más inversión para cerrar las brechas en el diagnóstico, tratamiento y atención de los millones de personas afectadas”, ha añadido.
Hasta la llegada de la covid-19, la tuberculosis era la enfermedad infecciosa más mortal del planeta. La provoca la bacteria Mycobacterium tuberculosis, que se propaga cuando una persona contagiada expele gotículas con el bacilo (por ejemplo, al toser), y generalmente afecta a los pulmones, pero puede también atacar otros órganos. Se estima que hasta un cuarto de la humanidad es portadora, pero solo un pequeño porcentaje desarrolla la patología. Y esta es prevenible y curable: alrededor del 85% de los contagiados se cura con un tratamiento de seis meses, pero es vital que se diagnostique lo antes posible y que se siga a rajatabla el tratamiento, que puede durar hasta dos años cuando el paciente contrae alguna de las cepas más resistentes a medicamentos.
Sabemos que invertir con ímpetu en la investigación para la vacuna contra la covid-19 y en test PCR da resultados en un año o en meses. Nada nos impide lograr lo mismo y acelerar el progreso para acabar con la tuberculosis
Inés García Baena, economista del Programa Mundial contra la Tuberculosis de la OMS
En este contexto, nunca se ha bajado del millón de muertes, pero desde 2005 los números iban en continuo descenso. Hasta ahora, que la OMS ha registrado 1,3 millones de víctimas, un 5,6% más que en el año anterior y supone una vuelta a los datos del año 2017. Si se incluye a los fallecidos que además padecían VIH y que son muy propensos a contraer la enfermedad por su bajo nivel de defensas, la cifra asciende a 1,5 millones, frente a los 1,4 de 2019.
El segundo dato más negativo de esta nueva evaluación mundial es que se han detectado menos casos nuevos, en concreto 5,8 millones frente a los 7,1 del año anterior. Y no porque la población enferme menos, sino a causa de las interrupciones en el acceso a los servicios de diagnóstico y tratamiento, como ha mencionado el doctor Tedros Adhanom, y por la reducción de recursos destinados a combatir la enfermedad. En muchos países, el capital humano y financiero se ha reasignado a la lucha contra la covid-19. “Con 5,8 millones de casos notificados y un estimado de 9,9 millones de enfermos en 2020, esto significa que, aproximadamente, una de cada dos personas con tuberculosis y una de cada tres con la variante farmacorresistente tuvieron acceso a atención sanitaria”, calcula Inés García Baena, economista de la salud del Programa Mundial contra la Tuberculosis de la OMS.
Otra razón es que, en el contexto de los confinamientos y otras restricciones a la movilidad, los pacientes y otras personas potencialmente contagiadas han dejado de acudir a los centros de salud a recoger medicinas o a solicitar una consulta médica. La consecuencia es que, según la OMS, ahora existen alrededor de 4,1 millones de personas que padecen tuberculosis, pero no han sido diagnosticadas. Se cree que más del 40% de casos no se diagnosticaron en 2020 y esto tiene dos consecuencias evidentes, advierte el doctor Alberto García-Basteiro, profesor asistente de investigación en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISglobal). “La mortalidad aumenta y la enfermedad se transmite más ―porque los enfermos sin tratar contagian a más contactos—, lo cual es probable que lleve a un aumento del número de casos de tuberculosis a nivel mundial durante los próximos años”.
Ahora existen alrededor de 4,1 millones de personas que padecen tuberculosis, pero no han sido diagnosticadas
La región más afectada es Asia-Pacífico, y donde más han caído las notificaciones es en la India, con un 41% menos, Indonesia (14%) Filipinas (12%) y China (8%). En total, 16 países representan el 93% del descenso mundial total de nuevos casos registrados. En África, sin embargo, la caída ha sido mucho más modesta, de un 2,5%. Las diferencias entre unos países y otros tiene que ver con la severidad del impacto de la covid-19 y las restricciones que se implementaron, así como con la fortaleza de sus sistemas sanitarios.
También han descendido las personas en tratamiento preventivo, recomendado por la OMS en pacientes VIH positivos y en contactos cercanos a enfermos de tuberculosis con diagnóstico confirmado. Alrededor de 2.8 millones de individuos se beneficiaron de ellos, un 21% menos que en 2019. Igualmente se registra otro descenso en el tratamiento de pacientes resistentes a medicamentos: solamente uno de cada tres recibió cuidados, y la cifra total cayó de los 177.000 de 2019 a los 150.000 en 2020.
Se necesitan fondos ya
Este informe de la OMS hace un llamamiento urgente a los países para tomar medidas que restauren los servicios esenciales para combatir la tuberculosis y solicita también un aumento de la inversión en la lucha contra la enfermedad. “Necesitamos redoblar esfuerzos e inversiones para cerrar urgentemente las brechas en el acceso a las medidas de prevención y a cuidados”, ha solicitado Tereza Kasaeva, directora del Programa Mundial contra la Tuberculosis de la OMS.
Y el problema es que se ha producido igualmente una reducción en el gasto destinado a combatirla entre 2019, que fue de 5.800 millones de dólares (4.998 millones de euros), y 2020, de 5.300 millones (4.567 millones de euros), una cifra que no era tan baja desde 2016. Los gobiernos son los principales financiadores, pues aportan más de 3.700 millones de euros del total. Del resto, el principal donante es el Fondo Mundial para la lucha contra la Tuberculosis, el VIH y la Malaria (The Global Fund), que aporta el 76% de la financiación.
“Lo más preocupante es que se observa un descenso en el gasto para actividades de tuberculosis entre 2019 y 2020, lo cual es justamente lo contrario a lo que se necesita. La comunidad internacional debe destinar más fondos a una enfermedad que sigue siendo un alarmante problema de salud global y para la cual tenemos herramientas diagnósticas y terapéuticas efectivas”, demanda García-Basteiro. “Y este descenso en fondos no es solo para el control, sino también para investigación. A pesar de una tendencia ascendente en disponibilidad de dinero para I+D, se observa un estancamiento muy preocupante, que no es congruente con el compromiso político al que se llegó en la reunión de altos mandatarios en la Asamblea de Naciones Unidas en 2018″.
Si bien es cierto que ha habido un progreso en el desarrollo de nuevas herramientas diagnósticas, medicamentos y vacunas, la investigación se ha visto limitada por el insuficiente apoyo a la I+D. En 2019 fue de 900 millones de dólares (775 millones de euros), muy por debajo de la meta mundial de 2.000 millones anuales (1.723 millones de euros) que la OMS considera óptima.
Lo más preocupante es que se observa un descenso en el gasto para actividades de tuberculosis entre 2019 y 2020, lo cual es justamente lo contrario a lo que se necesita
Alberto García-Basteiro, profesor asistente de investigación en el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISglobal)
“Para acelerar el progreso en la cartera de vacunas contra la tuberculosis [ya hay 14 candidatas], medicamentos y diagnósticos necesitamos 1.100 millones de dólares más. Sabemos que invertir con ímpetu en la investigación para la vacuna contra la covid-19 y en test PCR da resultados en un año o en meses. Nada nos impide lograr lo mismo y acelerar el progreso para acabar con la tuberculosis”, solicita la economista de la OMS.
“Si hubiéramos gastado una fracción de la energía y el dinero que los gobiernos y las farmacéuticas han utilizado para desarrollar una vacuna contra el coronavirus para los países ricos, habríamos detenido la tuberculosis hace mucho tiempo”, ha coincidido Guy Marks, presidente de la Unión Internacional Contra la Tuberculosis y las Enfermedades Pulmonares (The Union).
El impacto perdurará
A la vista de los resultados, las previsiones para 2021 y 2022 no son halagüeñas, pues la OMS prevé que la reducción de nuevos diagnósticos y acceso a tratamientos de 2020 va a empeorar en ambos años. De hecho, este 2021 es el año que contará con aún mayor aumento de muertes, mientras que el mayor impacto en la incidencia de tuberculosis se verá en 2022. Y estas previsiones podrían estar subestimadas porque los modelos de cálculo no incluyen todavía el impacto negativo de la covid-19 en aspectos como la pérdida de ingresos de los hogares, o la malnutrición, factores que aumentan el riesgo de que las personas infectadas con el bacilo desarrollen la enfermedad. La falta de ingresos, la pobreza, de hecho, es un elemento que provoca que las personas que se encuentran mal no busquen ayuda médica en los centros de salud, por el coste que esto les puede suponer. Y eso, a su vez, se traduce en más casos sin diagnosticar, más pacientes contagiando y sin posibilidad de curarse y, posiblemente, muriendo.
García Baena señala que la responsabilidad de revertir la situación no solo recae en los ministerios de Sanidad, sino también en la protección social, los socios de investigación y otros. “La encuesta muestra que el 47% de los hogares afectados por la enfermedad incurren en costes catastróficos. Los planes de acción y medidas multisectoriales para actuar sobre los determinantes sociales de la tuberculosis (infección por VIH, abuso de alcohol, desnutrición y otros) y una inversión suficiente, incluyendo la investigación, acelerarán el progreso hacia la erradicación de esta patología”, sostiene la experta.
Metas incumplidas
Además de ser una prioridad en la Agenda 2030, en 2014 y 2015, los estados miembros de la OMS y las Naciones Unidas se comprometieron a acabar con la epidemia de tuberculosis a través de una estrategia global que marcaba una serie de objetivos para 2020. Esta ambicionaba una serie de metas relacionadas con la reducción de la incidencia, de las muertes y de los costes de los tratamientos. En concreto, el plan era lograr entre 2015 y 2020 una reducción del 20% de la incidencia, pero se llegó al 11%. Solo Europa ha alcanzado esta meta, con un 25% de descenso. Y África ha quedado cerca, con un 19%. El número de muertes tenía que haber bajado un 35%, pero lo ha hecho un 9,2%, y el porcentaje de personas que enfrentaban costes inasumibles para tratarse debía ser cero, pero en 2020 suponen el 47% de los enfermos.
En septiembre de 2018, se celebró el primer encuentro de alto nivel sobre tuberculosis en el marco de la Asamblea General de la ONU, al que acudieron numerosos jefes de Estado y gobierno, para reforzar esta lucha, y se firmó una declaración política con unos objetivos para 2022. En la Asamblea General de la ONU de 2023 hará una revisión del progreso conseguido y, a un año de agotar el plazo, los datos dicen que no se van a cumplir las metas establecidas. Hasta 2020, solo la mitad de las personas que se estima que necesitan tratamiento tiene acceso a él —en el caso de los niños, solo el 40%—. Por otra parte, el tratamiento de tuberculosis resistente alcanza solo al 32% de los pacientes, y un 11% en niños. De los 30 millones de personas que necesitan tratamiento preventivo, solo el 29% lo tiene. Además, solo un tercio de los pacientes que necestan fármacos para la tuberculosis resistente tuvo acceso a ellos en 2020.
MSF denuncia a la empresa Cepheid
Aunque hay nuevos proveedores que están ingresando al mercado, muchos servicios de pruebas para la tuberculosis en algunos países aún dependen de las pruebas GeneXpert suministradas por la empresa Cepheid. Médicos Sin Fronteras ha denunciado este jueves que esta corporación de diagnóstico, con sede en los EE. UU., ha recibido más de 250 millones de dólares en inversiones públicas en la última década para desarrollar y desplegar la tecnología GeneXpert, pero millones de pacientes no se han beneficiado de ello y la empresa está cobrando por precios abusivos por las pruebas a los países de ingresos bajos y medios. “A pesar de las múltiples alarmas que ha hecho sonar la sociedad civil en todo el mundo, Cepheid se niega a ofrecer transparencia sobre el coste de producción y los márgenes de ganancia de las pruebas para tuberculosis, covid-19 y otras enfermedades. Cepheid decidió cancelar recientemente la comercialización de su última tecnología, Omni, un sistema que funciona con baterías y que está diseñado para superar las deficiencias que presenta el sistema GeneXpert de cara a llevar a cabo pruebas diagnósticas sobre el terreno”, alerta la organización MSF ha pedido a Cepheid y a todos los proveedores de pruebas para el diagnóstico de la tuberculosis que garanticen la disponibilidad de esas pruebas, que sean asequibles y que se adapten a las necesidades reales de los países donde van a usarse.
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