Las partes enfrentadas de Libia se comprometen a celebrar elecciones en 18 meses


Representantes de las dos partes enfrentadas en Libia -el Gobierno con base en Trípoli y el Parlamento con sede en Tobruk (en el este del país)- han sellado este viernes en Ginebra un acuerdo de alto el fuego permanente. La firma implica como elemento más concreto y difícil de ejecutar la salida de todos los mercenarios extranjeros en el plazo de 90 días. A Trípoli le apoya Turquía, que ha desplegado soldados y oficiales turcos sobre el terreno, ha subcontratado a mercenarios sirios y entrena a las fuerzas libias. Y a la facción del este, cuya cabeza más visible es el mariscal Jalifa Hafter, le apoya Rusia, Egipto y Emiratos Árabes Unidos. En su campo hay miles de mercenarios rusos de la compañía Warner -nunca reconocidos por el Kremlin- y también sudaneses.

La representante en funciones de la ONU para Libia, Stephanie Williams, mediadora de las negociaciones, ha declarado en conferencia de prensa en Ginebra: “Se trata de un acuerdo nacional completo y permanente con efecto inmediato”. Ambas partes habían acordado el miércoles abrir todas las carreteras y conexiones aéreas. Y Williams declaró entonces sentirse muy optimista respecto a la firma de un alto el fuego permanente. Ahora queda por negociar, entre otras grandes líneas, la creación de un Gobierno de unidad y la asignación de altos cargos en las principales instituciones financieras del país. Las próximas conversaciones entre las dos partes se celebrarán en noviembre en la vecina Túnez.

En realidad, desde junio ya no existían enfrentamientos entre los dos bandos. Y en agosto se había firmado otro alto el fuego en Túnez, con representantes de ambos bandos en Túnez. Pero el país con mayores reservas petroleras de África sigue despertando el interés de muchas potencias con intereses enfrentados. Turquía sigue afianzando su presencia en la base libia de Watiyah. Y cuesta creer que Rusia vaya a renunciar fácilmente a la enorme influencia que ejercen sus 2.500 mercenarios. Eso hace que algunos analistas muestren un moderado optimismo y cautela ante el futuro.

“El alto el fuego de hoy no es ningún seísmo, dado que no ha habido un intercambio de disparos importante desde junio. Y ya hubo otro alto el fuego anunciado el 21 de agosto por representantes de los dos bandos. Pero lo importante es que la ONU ha encontrado una dinámica de negociación bastante positiva con sus homólogos libios y extranjeros. Si continúa con rigor la aplicación de lo firmado, puede que la ONU alcance la meta antes de fin de año. Un paso crucial será la creación de un Gobierno nacional reconocido en toda Libia”, declara por teléfono Jalel Harchaoui, investigador en el Clingendael Institute de La Haya.

Por su parte, Wolfram Lacher, analista del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad, tuiteó un mensaje en el que indicaba que el texto del acuerdo aporta escasos detalles y no hay referencias a zonas concretas de desmilitarización.

La intervención de la comunidad internacional ha sido clave en llevar a buen puerto las negociaciones. Una de sus grandes impulsoras fue la canciller de Alemania, Angela Merkel, quien organizó en enero la Conferencia de Berlín, donde se dieron cita los principales jefes de Estado con influencia sobre Libia. Entre ellos se encontraban el presidente ruso, Vladímir Putin, y el turco, Recep Tayyip Erdogan. Este último arrojó el miércoles un velo de desesperanza sobre las firmas. Declaró que el acuerdo no le parece “fiable”, porque no se había firmado “al más alto nivel”. “El tiempo dirá si va a durar. Para mí [el acuerdo] carece de credibilidad”, dijo.

Las negociaciones para sentar las bases de la paz quedaron divididas en Berlín en tres campos: el económico, el político y el de seguridad. La seguridad quedó encomendada a la Comisión Militar Conjunta 5+5, con cinco representantes libios por cada parte. Esta comisión se ha encargado de firmar el alto el fuego, tras cuatro rondas celebradas desde febrero en Ginebra. Han sido necesarios ocho meses de discusiones para iniciar -o al menos prometer- el desalojo de los mercenarios en Libia.


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