Las supuestas pruebas nucleares en la Luna

Las pruebas nucleares se sucedían una tras otra en el siglo pasado. La carrera espacial y armamentística de los años 50 se intensificó sensiblemente a partir de que la Unión Soviética pudo desarrollar su propia arma nuclear, e igualó en poderío a los Estados Unidos de Norteamérica.

En el año 1957, el Sputnik se convierte en el primer satélite artificial orbitando la Tierra, lo que le dio una clara ventaja a la Unión Soviética.

El gobierno de los USA, según develan ciertos documentos clasificados del año 2013, se embarcó en un proyecto ultra secreto, el A-119, para hacer estallar una bomba atómica en la Luna.

Las pruebas nucleares en la Luna: ¿Mito o realidad?

El físico responsable del proyecto, Leonard Reiffel, fallecido en 2017, declaraba que la motivación principal del lanzamiento era científica, pues se trataba de conocer los efectos del lanzamiento espacial en el propio dispositivo y, además, tomar registros de los niveles radioactivos en la Luna.

Políticamente se estaba demostrando el poderío de Estados Unidos y se obligaba a recordar la capacidad de disuasión que poseían y militarmente, era extraordinariamente estratégica la posibilidad de instalar ojivas nucleares en la Luna, desde donde poder disparar.

Las pruebas nucleares deberían llevarse a cabo en la Luna y según Reiffel, el impacto de una bomba atómica no provocaría grandes daños en su superficie, más allá de un pequeño cráter “apenas reconocible con un buen telescopio”.

La idea original era hacerlo en la cara oculta de la Luna, fundamentalmente para que el Sputnik no pudiera captar imágenes del hongo nuclear, que quedaría iluminado por el Sol. El plan era lanzar un misil balístico intercontinental que subiera hasta los 400.000 kilómetros y que luego impactara en la superficie lunar.

En el año 1959, el proyecto A-119 acumulaba más errores que aciertos. Los expertos no querían saturar las naturales radioactividades de la Luna, añadiendo más desde la Tierra. Era un dilema de difícil resolución con la tecnología de la época.

No era posible determinar a ciencia cierta si las armas nucleares serían fiables en el espacio y cuáles serían las consecuencias de su lanzamiento. Se llegó a la conclusión de que, si la opinión pública estadounidense se posicionaba en contra del proyecto, este no tendría sentido.

La idea de hacer pruebas nucleares en la Luna, poco a poco, fue quedando de lado hasta que, finalmente, quedó totalmente desechada. Toda la información existente de las investigaciones se ocultó en los archivos del Pentágono durante años.


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