Las tres Cubas y las dos Américas

Una mujer pasea a su perro en una calle de Miami, este sábado 31 de octubre.
Una mujer pasea a su perro en una calle de Miami, este sábado 31 de octubre.Rebecca Blackwell / AP

La vida sigue. Esta mañana decidí que, pese a la pandemia, la crispación política y la inminencia de unas elecciones presidenciales importantísimas para Estados Unidos y para el mundo, disfrutaría de una jornada normal. O de nueva normalidad, como algunos llaman a esto. O de lo que sea, porque estamos en Miami y en la fiesta de Halloween. Por tanto, al escribir la palabra “normal” creo situarme en la misma cúspide del eufemismo que alcanzó el emperador Hirohito cuando, tras las dos bombas atómicas, anunció la rendición en 1945: “La guerra se ha desarrollado de una forma no necesariamente ventajosa para Japón”.

No voy a mentirles. Me tomé la mañana libre porque tenía previsto encontrarme con cierta persona por la tarde y pensé que la croniquita diaria estaba resuelta. El encuentro, al final, quedó para otro día. El caso es que para empezar mi jornada normal fui a tomar un café cubano (la droga más fuerte que puede conseguirse sin receta y sin vulnerar la ley) a Las Olas, un pequeño establecimiento latino con terraza.

En la mesa de al lado, un caballero ya mayor, elegante, con una larga barba canosa casi monacal y tocado con un sombrero panamá, fumaba un puro al ritmo lentísimo de quienes dominan la técnica. Me miraba fijamente. Y dijo, con acento cubano: “Mira que como lo diga… ¿te lo digo?”. “Diga, diga”, respondí. El hombre guardó unos instantes de silencio e, impasible, repitió: “Mira que como lo diga… ¿te lo digo?”. Así siguió todo el rato, en realidad no mirándome a mí, sino al infinito.

Empecé a leer El Nuevo Herald para conocer las noticias de la ciudad. Y comprobé que, por anormal que resulte la normalidad, el dinamismo empresarial, en Miami y en el conjunto de Estados Unidos, sigue sin conocer límites. Venía en el diario que un emprendedor local llamado Nadav Benimetzky montó una tienda de mascarillas. Hasta ahí, nada extraordinario: ocurre en todas partes, en especial ahora, cuando tantos locales quedan vacíos por la crisis. Lo particular es que el negocio de Benimetzky, de nombre Covid-19 Essentials, se ha convertido ya en una minicadena con ocho locales por todo el país. ¿La clave de su éxito? Que, pese a su nombre, va mucho más allá de lo “esencial”.

¿Dónde más puede encontrarse una máscara de diseño con filtro N95 que lleva incorporado un ventilador interno a pilas? Solo por 130 dólares. ¿Dónde más puede encontrarse un desinfectante que no huele a desinfectante, sino a perfume exclusivo? ¿Dónde más puede encontrarse un dispositivo portátil de luz ultravioleta para desinfectar el teléfono antes de tocarlo? Pese a que Benimetzky debe de estar haciéndose de oro, el hombre declara, lleno de buena voluntad, que está “ansioso por cerrar el negocio, eventualmente”. O sea, en cuanto termine la pandemia, pero ni un día antes.

Deja de llover y queda un día bastante aceptable, dentro de lo que cabe. Apenas 29 grados centígrados, 85% de humedad y cielo seminublado. Adecuado para un paseo en la playa. Cuando piso la arena veo pasar, volando muy bajo, una avioneta con una gran pancarta publicitaria de color amarillo. El texto dice, en mayúsculas: “Usa la metralleta”. Y debajo: “Lock&Load, Miami”. Glups. Luego, buscando en la web de Lock&Load, descubro que se trata de un establecimiento armamentístico donde puedes “relajarte” disparando todo el tiempo que quieras un fusil ametrallador del tipo AK-47 o kalashnikov. Los turistas son bienvenidos. “No hace falta experiencia previa”. Un chollo, visto que en los comercios se limita la venta de munición por temor a disturbios poselectorales.

Un grupo de muchachas retoza entre las olas con disfraces variados. Una de ellas lleva un disfraz de entubado por la covid-19.

Es la nueva anormalidad. Qué quieren que les diga.

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