Laurence Boone: “El riesgo de inflación no es cero, pero pensamos que es temporal”

La economista jefe de la OCDE, Laurence Boone.
La economista jefe de la OCDE, Laurence Boone.Victor Tonelli / Europa Press

El optimismo prudente se ha convertido en el nuevo estado de ánimo de los grandes organismos económicos. Todas las previsiones apuntan a una potente recuperación global este año y el siguiente gracias a la triple conjunción de estímulos monetarios, gasto público y desembalse del ahorro, pero si algo ha enseñado la bofetada pandémica es a introducir condicionales y huir de las certezas. La francesa Laurence Boone (Boulogne-Billancourt, 52 años), economista jefa de la OCDE, se adhiere a ese espíritu comedido cuando se le pregunta si esto es todo. Si con el 5,7% de crecimiento del PIB mundial para este año y el avance del 4,5% del siguiente que prevén los últimos números de la entidad se puede dar la crisis por concluida y entrar en una nueva fase. “Se puede decir que en la mayoría de países avanzados pronto vamos a recuperar los niveles previos a la crisis. Pero seguimos condicionados por la situación sanitaria. Y mientras no se arregle es difícil decir que ha terminado”, apunta en conversación telefónica desde París.

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Doctorada en la London School of Economics, profesora en la prestigiosa escuela parisina de Sciences Po y consejera del presidente Emmanuel Macron, hace un par de semanas Boone fue elegida entre las 40 mujeres más destacadas del país por la edición francesa de Forbes. Desde su puesto en la OCDE, al mando de 180 empleados que se encargan de elaborar los informes que publica el think tank de los países ricos, Boone explica que las previsiones de crecimiento mundial apenas han cambiado desde el último diagnóstico que hicieran en mayo. La actividad mundial irá una décima peor este año y una mejor el que viene. Un baile de cifras casi imperceptible que achaca a que la sorpresa positiva del vigoroso verano europeo se ha visto eclipsada por la peor evolución de EE UU, más golpeado por la variante delta del virus.

Fuera del círculo de países ricos al que pertenecen ambos bloques, las vulnerabilidades son patentes, y Boone advierte de una salida desigual de la crisis. “Los países no se han visto afectados de la misma manera por el virus y no tienen la misma capacidad para hacerle frente con la vacunación. Además, Europa, EE UU, el Reino Unido o Australia tienen mucho margen presupuestario y de política monetaria, pero en los emergentes ese margen es menos generoso, con lo que el apoyo es menos generoso”.

El trabajo de hacer predicciones, ligado como pocas veces a lo que sucede en laboratorios y hospitales, también lleva en el sueldo anticipar los peores escenarios. Boone tiene clara la gran amenaza para la recuperación en marcha. “La mayor incertidumbre es que se desarrolle una variante que sea resistente a las vacunas y llegado el caso tenga potencial para cerrar sectores de la economía. Eso sería verdaderamente terrible. Por eso hay que vacunar a todo el mundo”.

En los últimos días, los mercados también han puesto en el punto de mira a China, con el gigante inmobiliario Evergrande al borde de la asfixia por una enorme deuda que no está claro que sea capaz de devolver. Pero mientras en los medios arrecian las comparaciones con la quiebra de Lehman Brothers, la dirigente francesa ve limitado el potencial de contagio. “Hará aumentar la presión sobre los mercados financieros, pero China tiene margen de política monetaria y presupuestaria para manejar la situación y está poco conectada financieramente. Es algo que vigilamos, pero es pronto para sacar conclusiones”.

El riesgo de la profecía autocumplida

En un gesto inusual, la OCDE también ha presentado en su último informe perspectivas sobre inflación. “Todo el mundo se plantea la cuestión”, justifica Boone. Su análisis coincide con el de los bancos centrales: el alza de los precios es un fenómeno transitorio. Y culpa a problemas de oferta y demanda: cadenas de producción atascadas, puertos colapsados, contenedores mucho más caros, materias primas disparadas, trabajadores extranjeros que no pueden cruzar fronteras y un aumento extraordinario de las compras por parte de los consumidores que no pudieron gastar durante el confinamiento y han mantenido sus ingresos, ya sea por no haber perdido su empleo o por haber recibido el salvavidas público.

Boone espera que la inflación se deshinche próximamente. “Creemos que va a empezar a ralentizarse el año próximo. El riesgo no es cero, pero pensamos que lo que vemos hoy es temporal”, asegura sobre el alza de precios. Y pide a los bancos centrales que refuercen ese mensaje para evitar que el runrún sobre el encarecimiento del coste de la vida sea el comienzo de un círculo vicioso que culmine en una suerte de profecía autocumplida. “No nos gustaría ver que la población, al anticipar que la inflación va a ser elevada, pida que le suban el salario para compensar, y que tras esa subida las empresas aumenten los precios, y que cuando los precios aumenten la gente diga: Oh, Dios mío, los precios siguen subiendo, tengo que pedir una subida salarial aún mayor”.


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