Lekeitio, animada villa marinera

Horrenda cette subjecit (a los horrendos cetáceos sometió). Eso dice la leyenda del escudo de Lekeitio, en el que aparece, sobre ondas de plata y azur, un bote con un arponero al alcance de una ballena y de su cría. La verdad es que hace mucho que en esta villa vizcaína no capturan ballenas y que la del turista es la pesca más lucrativa. Mejor para todos: para los lekeitiarras, para los visitantes y, sobre todo, para los cetáceos.

8.30. Mañana playera junto al Lea

Empezaremos a reconocer Lekeitio temprano, cuando el primer sol baña sus playas: la de Isuntza (1), urbana, y la cercana de Karraspio (2), el doble de grande (500 metros) y de agreste. Para pasar de una a otra hay que cruzar un puente sobre el Lea, que desemboca entre ambas. Este es uno de los ríos mejor conservados de Bizkaia, que puede bordearse siguiendo un sendero muy suave y bien señalizado de 23 kilómetros, el GR-38.3. Salvo que lo recorriéramos en bici, echaríamos todo el día, así que se puede llegar a Oleta y volver por el mismo camino (dos horas). En la desembocadura del Lea, junto al puente, veremos el molino de mareas de Marierrota (3), de 1555, cuyas ruedas son movidas por el agua que se embalsa durante la pleamar. Alberga el Centro de Interpretación de la Biodiversidad, que, por dentro, solo se enseña en julio y agosto.

11.00. Rompeolas y arrantzales

Aunque Lekeitio ya no puede presumir de aquellas horrendas capturas, el puerto sigue siendo el lugar más animado y Arranegi (4), la vieja calle empedrada de los pescadores, la de más sabor, evocadora de los días en que se cazaban ballenas aquí mismo y no había que ir hasta Terranova a por merluzas. Después de pasear por ella recorreremos el rompeolas de la Tala (5) y los espigones del puerto, donde veremos la estela-monolito de Agustín Ibarrola (6) y, a través de su ojo, la isla de San Nicolás. Veremos también los puestos de pescado, a los pescadores de caña y a los otros: los arrantzales, que trastean con sus aparejos en los barcos. Algunos recuerdan con una lágrima al buque Playa de Ondarzabal, que resistió 46 años de temporales en alta mar y no pudo con el 47, cuando ya era un barco-museo amarrado en el puerto. Acabó siendo desguazado en 2014 en la vecina Ondarroa.

13.00. Un retablo enorme

La nave que resiste incólume desde hace seis siglos es la de la basílica de la Asunción de Santa María (calle de Abaroa, s/n) (7). Es una nave gótica inmensa, catedralicia, no para pescar peces, sino miradas y, de paso, algún alma despistada. El retablo de estilo gótico flamenco, policromado y bañado en oro, es también enorme, el mayor de España después de los de las catedrales de Sevilla y Toledo. Para los poco más de 7.000 habitantes que hay en Lekeitio, es una iglesia exagerada, espléndida, muy optimista.

Otro templo llamativo con rosetón y ventanales de tracería flamígera se encuentra a unos 15 kilómetros, en la vecina Ondarroa. Este municipio tiene, como Lekeitio, una ballena en el escudo y dos playas: el arenal urbano de Arrigorri y el más salvaje de Saturraran. Y algo que Lekeitio no tiene: un puente de Calatrava.

14.00. Picoteando en el muelle

Si el escudo de Lekeitio se diseñase ahora, en lugar de una ballenera con arpones se vería en él una barra llena de pintxos, de los de comer. El barErkiaga (Uribarren Kalea, 2) (8) es famoso por sus txipis. También son buenos lugares para picotear Lumentza (946 84 15 01) (9) y muchas de las terrazas del muelle de Txatxo (10), en el puerto: Kaia, Oskarbi, Prim, Serenga, Antzarrak… Suelen estar a tope. Con más calma hay que saborear el marisco y los pescados fresquísimos que sirven en el mesón Arropain (946 24 31 83) (11). No es grande, así que es imprescindible reservar.

16.00. De paseo hasta una isla

Un delgado espigón une el arenal de Isuntza con la isla de San Nicolás (o Garraitz) (12), a la que solo se puede cruzar dos veces al día, cuando baja la marea y el camino emerge lleno de algas. En la isla hubo una ermita en el siglo XVI y un convento de franciscanos en el XVII que duró solo 40 años, tan penosa era la vida en ella. También se usó para confinar a los leprosos. Otro paseo tranquilo para hacer la digestión es el que lleva en media hora escasa, bordeando la costa, hasta el faro de Santa Catalina.

18.00. Singladura virtual

Nada más zarpar del puerto de Lekeitio, oscurece, se desata una tempestad y perdemos el rumbo… Estamos a punto de zozobrar cuando avistamos un destello en lontananza y (¡salvados!) arribamos a Elantxobe, a 12 kilómetros de Lekeitio por mar y 16 por carretera. La verdad es que no hemos salido del interior del faro de Santa Catalina (13), en Lekeitio, el primero y único visitable del País Vasco, en cuya sala de proyecciones se recrea tan ajetreada singladura por la costa vizcaína en un viaje virtual. Tras la visita, nos acodamos en el pretil de la terraza y contemplamos íntegramente el golfo de Vizcaya, incluida la costa del País Vasco francés, a más de 60 kilómetros de distancia. Y admiramos la altura del faro, que es mucha —46 metros sobre el mar—, aunque no la suficiente para librarse de los rociones de las olas con mal tiempo. Si pensarlo nos marea otra vez, el estómago se nos asentará horas después cenando una sopa de pescado y un rodaballo (o una merluza a la brasa, o un rape al horno) en el restaurante Egaña (14).

23.00. Descanso palaciego

Isabel II vino un par de veranos a Lekeitio. Estando aquí en 1868, ancló frente a Lekeitio la fragata blindada Zaragoza, la misma que semanas después, con el coronel Topete al frente, se rebeló y la derrocó. En el hoy hotel Palacio Uribarren (15), con vistas a la playa de Isuntza, durmieron la reina y su hijo Alfonso XII y vivió durante su exilio la emperatriz austrohúngara Zita de Borbón-Parma. El hotel Zubieta (16) y el Villa Itsaso (17) son otros alojamientos señoriales. También palaciego, pero de menos estrellas (solo dos), es el hotel Oxangoiti (18). ¿Algo bueno y barato? El albergue Lekeitio Aterpetxea (19).

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