Hace tres semanas que Leonardo dejó de trabajar para el PSG. Su adiós, sin apenas hacer ruido, responde a la intención del club de empezar a mirar al futuro cuanto antes. El responsable deportivo se ha ido de puntillas, sin un comunicado de por medio ni nada. La deteriorada relación con el vestuario, el sonado KO en Champions y la convivencia cada vez más crispada con la afición, cansada de excusas, obligó a cortar por lo sano.
Leonardo firmó su sentencia la noche del Santiago Bernabéu, salpicado por lo que ocurrió sobre la cancha. El efecto dominó alcanzó al brasileño, acusado de haber creado una colección de cromos más que un equipo compensado. En ese ambiente tenso aparecieron pintadas contra su persona y contra Al Khelaifi en el Parque de los Príncipes, otra prueba del desgaste que ha habido y que ha facilitado la decisión de poner fin a la relación contractual entre ambas partes.
Tampoco la continuidad de Mbappé ha servido para nada. El francés, de hecho, ha renovado a pesar de Leonardo, con quien nunca hubo especial afinidad. Nada que ver con la estrecha relación que tiene el futbolista desde que era adolescente con Luis Campos, que será anunciado en las próximas horas como asesor deportivo de un PSG que prometió cambios estructurales. Después de Leonardo, lo más probable es que el siguiente en caer sea Pochettino.