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Líbano e Israel acuerdan negociar su frontera marítima en disputa por los yacimientos de gas

El primer ministro libanés, Mustafá Adib, tras presentar su dimisión el sábado en Beirut.WAEL HAMZEH / EFE

El desgobierno sectario en medio de la peor crisis desde la guerra civil de 1975 a 1990 arrastra a Líbano hacia el abismo de los Estados fallidos. La dimisión del primer ministro Mustafá Adib, un desconocido diplomático suní designado el 31 de agosto, ha dejado malherida este sábado la iniciativa de Francia, antigua potencia colonial, para la reconstrucción del país y la reforma de su sistema político tras la explosión que el 4 de agosto devastó el puerto y el centro de Beirut.

El presidente francés, Emmanuel Macron, visitó dos veces la capital libanesa en agosto para arrancar el consenso de los partidos confesionales y étnicos en favor del nombramiento del tecnócrata Adib, hasta entonces embajador en Berlín. Fue la condición exigida por El Elíseo a cambio de canalizar la ayuda internacional mediante una conferencia de donantes a mediados de octubre. Todo el plan se ve ahora en entredicho.

Los esfuerzos para que fraguara un Gabinete técnico, con la misión de reformar el sistema político clientelar y atajar la corrupción, se han estrellado en menos de un mes contra el bloqueo de los partidos chiíes Hezbolá y Amal, que tienen la clave del control del Parlamento. En el tradicional reparto de cuotas de poder, las formaciones chiíes han ocupado ministerios estratégicos como el de Finanzas, que Adib prefería asignar a un técnico independiente para negociar con el Fondo Monetario Internacional. Después de la reciente imposición de sanciones económicas por Estados Unidos a algunos de sus dirigentes, el veto chií ha forzado la dimisión del recién designado primer ministro.

Mientras el líder de Amal, el presidente del Parlamento Nabih Berri, se ha declarado a favor de proseguir con el proyecto de reformas impulsado por Macron, el partido-milicia proiraní Hezbolá ha guardado silencio. El presidente de Líbano, el cristiano Michel Aoun, recibió también la renuncia del jefe de Gobierno con el compromiso de mantener en pie la iniciativa francesa, que conlleva la convocatoria de elecciones legislativas en un plazo de entre seis meses y un año.

Adib se limitó a pedir perdón a los libaneses por su “incapacidad para cumplir las aspiraciones de formar un equipo de gobierno reformista”. “No estoy dispuesto a encabezar un Gabinete condenado al fracaso”, enfatizó en una comparecencia pública citada por la cadena BBC. Esta misma semana había advertido de que el país se iría “al infierno” si no lograba formar Gobierno, mientras París llamaba a los Estados con influencia sobre Líbano a ejercer “presiones fuertes y convergentes” en favor de la iniciativa de Macron, según informó France Presse.

Tercer primer ministro en apenas 10 meses, Adib ha fracasado en el empeño de reenderezar el sistema heredado de la guerra civil. Relevó al también tecnócrata Hassan Diab –que dimitió tras la tragedia del puerto de Beirut, que se cobró cerca de 200 vidas, causó unos 6.500 heridos y dejó sin hogar a unas 300.000 personas– y al principal líder suní, Said Hariri, que en octubre tiró la toalla en medio de la mayor ola de protestas sociales en la historia reciente de Líbano.

En medio de la crisis sanitaria de la pandemia, la tasa de paro declarado se eleva al 30% y más de la mitad de los 4,5 millones de libaneses viven bajo el umbral de la pobreza. El suministro de electricidad solo está garantizado unas horas al día, la inflación se sitúa en cerca del 60% anual, la deuda pública supera el 170% del Producto Interior Bruto y la libra libanesa se ha despeñado frente al dólar desde hace un año.


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