Llorad, llorad, valientes

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Uno de los grandes personajes del teatro español de todos los tiempos, una asignatura obligada para las alumnas de cualquier escuela de arte dramático, un clásico femenino.

En 1619, Lope de Vega escribió Fuenteovejuna, un drama destinado a convertirse en símbolo de la lucha del pueblo contra la tiranía de los poderosos, un canto a la fuerza que la unión otorga a quienes no tienen nada, salvo la dignidad que están dispuestos a defender con garras y dientes. Durante cuatro siglos, prácticamente todos los españoles, con independencia de que hayan llegado a ver la obra representada o no, han estado familiarizados con los versos que condensan su espíritu, ¿quién mató al Comendador? Fuenteovejuna, señor, Fuenteovejuna lo hizo, Fuenteovejuna, todos a una. Que una mujer, Laurencia, hija del alcalde, raptada y violada por el Comendador el día de su boda, despierte en los vecinos la conciencia de su dignidad individual y colectiva, erigiéndose en la antorcha que enciende la rebelión, es mucho menos conocido, aunque todas las actrices de este país la hayan representado alguna vez.

Lucía Álvarez la conoce bien. Esta joven actriz gallega ha trabajado su personaje, ha aprendido de memoria sus parlamentos, ha sentido su odio y su rabia. Ha pensado tanto en Laurencia, que estaba pensando precisamente en ella, en la posibilidad de contar su historia de otra manera, cuando saltó la noticia de la violación múltiple de La Manada de San Fermín. Y ya no se lo pensó más.

El resultado se titula Amanezca, y es un cortometraje difícil de olvidar. Los versos de Lope —“llevome de vuestros ojos a su casa Fernán Gómez; la oveja al lobo dejáis como cobardes pastores. ¿Qué dagas no vi en mi pecho? ¿Qué desatinos enormes, qué palabras, qué amenazas, y qué delitos atroces, por rendir mi castidad a sus apetitos torpes? Mis cabellos ¿no lo dicen? ¿No se ven aquí los golpes de la sangre y las señales? ¿Vosotros sois hombres nobles?”—resuenan en la voz de María Botto, que encarna a la protagonista, Rita, una actriz que ensaya el papel de Laurencia ante la amorosa y exigente supervisión de su maestra —­María José Alfonso—, y en las voces de otras grandes actrices españolas, Mercedes Prendes, Nuria Torray, Vicky Peña y Mercedes Sampietro, que han interpretado al mismo personaje. Rita, abstraída en lo que percibe a través de los auriculares, va escuchando sus palabras, las mismas que ella ha dicho, las que volverá a decir, mientras camina junto a la valla del Retiro, de vuelta a casa tras el ensayo, sin advertir que cuatro hombres jóvenes la siguen, cada vez más cerca. Y Lope sigue sonando, sus versos no dejan de sonar, como no han dejado de hacerlo durante los últimos 400 años.

Amanezca, con guion y dirección de Lucía Álvarez, música de Rosa Torres-Pardo, y producción de ambas y Carmela Martínez Oliart, es el primer audiovisual español cuyo equipo está integrado exclusivamente por mujeres. Eso es también un homenaje a Laurencia, a su rabia y su coraje, una capacidad de liderazgo en la que nadie piensa al pensar en las mujeres españolas del Siglo de Oro. Laurencia, que nació entonces, sigue estando aquí, entre nosotras, víctima y luchadora, maltrecha y poderosa, feroz y dolorida, viva en los versos de Lope de Vega y en las noticias que leemos en la prensa todos los días. Su historia es la de Rita, la actriz que la representa, y la de miles de mujeres anónimas, reales, desamparadas, que necesitan su fuerza, su dignidad, su convicción. Ellas son las verdaderas destinatarias de este corto que se hace largo en la memoria, esta historia tan simple y tan compleja, tan moderna y tan antigua, desgraciadamente universal y eterna.

Se dice que los clásicos nunca pasan de moda. El color de las heridas de Rita es el mismo color que tenían las heridas con las que Laurencia compareció ante sus vecinos. La belleza del texto, la belleza de la música no lo aligeran, no le quitan importancia ni le añaden matices. Tal vez por eso, el ingrediente de Amanezca que más me impresionó no es una imagen, ni un sonido, sino la frase sobreimpresionada en negro que pone fin al cortometraje.

Algunas veces nos gustaría que los clásicos pasaran de moda.

Ojalá amanezca el día en que sea así.


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