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Llorente espabila al Atlético


Con la clasificación para octavos en el bolsillo, el Atlético se encontró con el oficio de Müller a cuatro minutos del final. Allí donde había poco, el veterano delantero rascó y transformó un penalti que obliga al equipo de Simeone a empatar al menos en Salzburgo si quiere estar presente en los octavos. Tuvo el Atlético el pase cerca ante un Bayern con pocas piezas del equipo campeón, pero que jugó hasta el final con todo el orgullo de su heráldica. Era el Bayern y era Müller.

Clasificado como primero de grupo, Hansi Flick no solo rebajó la potencia de su equipo en la convocatoria: Neuer, Goretzka, y Lewandowski se quedaron en Múnich. También descafeinó en el once del campeón dejando en el banquillo a dos puñales como Gnabry y Coman y al resabiado Müller. Lo que no negocia el entrenador del Bayern es la idea y la ambición por gobernar los partidos, por encima de que incluso cambiara de sistema alineando a tres centrales. En realidad el prurito del campeón estaba en esa línea compuesta por Süle, Alaba y Lucas Hernández. Todo un muro cualificado para un duelo entre la solvencia defensiva y las habilidades de João Félix y Correa. Músculo y centímetros contra destreza .

Pese a esa alineación de caras b, el Bayern ejerció un efecto intimidatorio en el Atlético, compuesto por uno de los onces que más apuntan a ser repetido por Simeone en lo que queda de curso. No se lanzaron los rojiblancos a esa presión desbocada de inicio con la que se manejan en la mayoría de citas ligueras. Como contra el Barça, dejó hacer al Bayern de salida, parapetado en su gran novedad de este curso, la línea de tres que conforman Savic, Giménez y Hermoso. Es la primera vez en nueve años que Simeone rompe de forma tan continuada con el 4-4-2, su dibujo molde.

El Bayern lucía ritmo y toque y mostraba la elegancia afilada del anglo-turco Musiala, escudero de Javi Martínez e inquilino inquietante entre líneas. De ese dominio sacaron los visitantes poco rédito. De sus dos grandes amenazas, Sané y Douglas Costa, había poco que relatar. Menos de Choupo-Moting, que comandaba el centro del ataque. Con más academia que filo el Bayern, el Atlético se dispuso a vivir de picotazos. Sobre todo, de las carreras de Carrasco, las revoleras de Correa y las elegantes conducciones de João Félix. El luso, en una de ellas, encontró a su socio argentino rompiendo entre Alaba y Lucas. El disparo forzado de Correa calentó por primera vez a Nübel.

Hay una señal en este nuevo Atlético que es inequívoca de mejora durante los encuentros. Cuando Llorente entra en combustión, el equipo sube de revoluciones y empieza a ganar en profundidad con esos desmarques al espacio a los que solo parecen llegar sus piernas. En ellas se basó la jugada del gol, una combinación de toda la vida tras un saque de banda. Trippier se lo entregó, Llorente se lo devolvió y rompió al espacio para ganar la línea de fondo. A su pase de libro, raso, fuerte y atrás, contestó João Félix adelantándose a la defensa del Bayern. El gol respondió a ese dicho tan clásico que demandaba la fornida y espigada línea de tres centrales: si son altos y fuertes se juega rápido y por abajo. El tanto, antes de cumplirse la media hora de juego, supuso una dosis de autoconfianza para los jugadores de Simeone, que encogieron al Bayern y lo amenazaron con un par de contragolpes con João Félix al volante y Carrasco acompañando. Uno de ellos lo cerró Llorente con un disparo, libre de marca y desde el punto de penalti, con más potencia que precisión.

Con esa sensación de superioridad se fue el Atlético al descanso y retomó el juego con el mismo aire mandón que ahora luce cuando entra en la caseta con ventaja. Reactivó la presión en campo contrario, y se puso en manos de Koke para el manejo. Sin generar ocasiones, pero con el mando del juego del Atlético, Flick movió fichas para salvaguardar la estirpe de equipo campeón que no vino de paseo a Madrid. Metió a los siempre amenazantes Müller y a Gnabry. Sobre todo el primero, con ese instinto para cazar balones en el área que puede que no vayan a ninguna parte, pero que él los puede convertir en decisivos. Con esa artillería, llegó el turno de ver a ese Atlético más sufridor que veía cerca la clasificación y tuvo que defenderla sin Giménez, lesionado. Ante las cargas del Bayern, los rojiblancos tuvieron un par de salidas claras a la contra que no concretaron. Y eso, ante el Bayern y Müller se paga. El delantero convirtió un rechace en el área en una secuencia de caracoleos que finiquitó Felipe trabándole. El veterano goleador no perdonó y condenó al Atlético a puntuar en Salzburgo. </CW>


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