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Llueve sobre mojado

Agua en Sevilla. En el arranque y a la conclusión de una final en la que el Athletic solo compitió hasta pocos minutos después del inicio del segundo tiempo. La Real, aplicándose y haciéndose fuerte atrás, tuvo la paciencia y la consistencia suficientes para esperar su momento y liquidar a un sorprendente, por flojo, equipo bilbaíno. La historia del último derbi, en Liga en aquel caso, volvió a repetirse.

Ningún pero al merecido triunfo donostiarra. Los leones tuvieron más y mejores minutos hasta el descanso, con una ocasión de Iñigo Martínez desbaratada por Remiro, pero a la vuelta de los vestuarios se difuminaron como por arte de magia. El propio central rojiblanco, de regreso de su concentración con la selección española, acaparó un protagonismo que acabó arruinando las opciones bilbaínas al título.

Primero estuvo a punto de cometer un penalti, por mano, al límite del área, que el VAR se encargó de negar. Minutos más tarde, sin embargo, derribó a Portu dentro del área rojiblanca, vio una roja que luego se quedó en amarilla y asistió al gol de la victoria de Oyarzabal desde el punto fatídico.

El Athletic tenía más de media hora por delante para recurrir a la épica, pero lejos de reaccionar se fue hundiendo poco a poco en su propia impotencia. La Real, muy firme en la contención, jugó a sus anchas y llegó al pitido final sin apenas sustos en defensa. La Copa fue a parar a manos del equipo que mejor supo afrontar y, sobre todo, desarrollar este derbi vasco con título por medio. A los leones se les nublaron las ideas y ni su espíritu de supervivencia les ayudó a inquietar siquiera el marco rival.

Marcelino resolvió la duda del doble pivote dejando en el banquillo a Unai López y Vesga, los dos sustituidos al descanso en el último duelo liguero ante el Eibar. Vencedor y Dani García, en tal tesitura, ejercieron en la sala de máquinas bilbaína. De Marcos ocupó finalmente el lateral diestro.

Imanol, por su parte, tiró de prácticamente el mismo once que venía de perder por goleada ante el Barça en Anoeta. Los veteranos Monreal y Silva, recuperados para la causa, entraron por Merquelanz y Guevara. Los nueve restantes repitieron.

Un intenso aguacero en los primeros minutos de la contienda vino a calmar los ánimos de uno y otro bando. El Athletic arrancó mejor, pero la Real fue poco a poco encontrando su sitio en el campo e incomodando a la zaga bilbaína con entradas por banda. Yeray e Iñigo Martínez, pese a todo, no dieron opción alguna al remate a los donostiarras.

El central zurdo protagonizó además la mejor ocasión de gol del primer tiempo. Un tiro suyo con la derecha desde fuera del área obligó a Remiro a meter una buena mano para desviar el balón a córner. El miedo a perder y el respeto mutuo imperaron a lo largo de estos primeros 45 minutos. Un periodo con fases de dominio y control alterno.

El Athletic desapareció del campo tras el descanso. Una acción entre Oyarzabal con mano de Iñigo Martínez y consulta al VAR por posible penalti, no concedido finalmente, empezó a sacar a los leones de la final. El buen trabajo donostiarra, también. Yeray, impecable hasta entonces, perdió un balón que cayó en las botas de Merino y el navarro hizo un gran pase a Portu que terminó con penalti a favor de los donostiarras por derribo de Iñigo Martínez con una roja inicial que tras otro paso por el VAR se quedó en amarilla. Oyarzabal, en cualquier caso, no perdonó desde el punto fatídico.

Había tiempo para la reacción, pero esta no llegó. Marcelino tardó en mover el banquillo y sus cambios, a diferencia de anteriores ocasiones, no resultaron nada productivos. Otra vez será.


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