Lo que el éxito de ‘No mires arriba’ explica sobre el cine actual

Una presidenta alter ego de Donald Trump, un mundo que no hace caso a los científicos y un gurú de la tecnología que solo piensa en sacar el mayor rédito de las desgracias. Con esos mimbres, No mires arriba, de Adam McKay, llegó a las salas de cine hace dos semanas y a Netflix en Nochebuena: la plataforma la compró a Paramount en abril de 2020, justo cuando su rodaje se había aplazado a noviembre de ese año por el confinamiento mundial, y según sus datos, el pasado martes ya lideraba su servicio en 94 países. De paso, la sátira se ha convertido en materia de conversación en las redes: durante cuatro días fue trending topic.

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Todo ello, a pesar de la unanimidad de las críticas negativas, y enganchado a un reparto que lideran Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence, pero que además contiene nombres populares para diferentes generaciones de internautas: Meryl Streep, Cate Blanchett, Mark Rylance, Tyler Perry (megaestrella en EE UU, no tan popular fuera de su país), Timothée Chalamet, Ariana Grande y Kid Cudi. Con este listado se cubren las edades de cualquier usuario de redes sociales y de los integrantes de las familias que hayan visto el filme en la plataforma. Por cierto, Netflix asegura que ya ha obtenido con ella 111 millones de horas vistas, aunque, como es habitual, ni da más datos ni concreta las cifras de taquilla en su paso previo por salas. En España, según el ICAA, el organismo que rige el cine dentro del Ministerio de Cultura y Deporte, ha vendido desde su estreno 1.825 entradas, que en recaudación suponen 12.641,04 euros.

La trama de No mires arriba comienza cuando una doctoranda en Astronomía, Jennifer Lawrence, descubre un cometa de 9 kilómetros de largo cuyo rumbo se dirige directamente hacia la Tierra. Junto con su profesor y mentor (DiCaprio), avisan a la NASA, y la agencia espacial a su vez a la presidenta de EE UU, asustada en esos momentos por una amenaza política mayor: las elecciones de medio mandato que pueden cambiar las mayorías del Congreso y del Senado de su país. Solo quedan seis meses para salvar el planeta, y no parece que los gobernantes se percaten de la urgencia. Más allá del aspecto científico, que repasa Javier Salas en la sección Materia de EL PAÍS, verosímil en lo de que un asteroide golpee la Tierra (McKay contó con el asesoramiento de la astrónoma Amy Mainzer, especialista en estos cuerpos celestes), mucho más dudoso en la manera en que se comunica el descubrimiento y en cómo se reacciona ante él, el director advierte que su objetivo es otro: la incapacidad política y social de escuchar verdades científicas, extrapolable al calentamiento global.

El director Adam McKay, con jennifer Lawrence, en el rodaje de ‘No mires arriba’

McKay, que ya había realizado filmes políticos previos con tonos cómicos como La gran apuesta (2015), sobre el estallido de la burbuja inmobiliaria, y El vicio del poder (2018), la biografía de Dick Cheney, el vicepresidente de George W. Bush, manejaba un puñado de ideas para escribir un guion sobre el cambio climático, hasta que en enero de 2019 desistió. “¿Cómo contar esta historia, la más grande en 66 millones de años, desde el impacto del cometa Chicxulub, que exterminó a los dinosaurios, más que la peste negra o que la erupción del Krakatoa?”, contaba durante la promoción en EE UU. Su productor, David Sirota, periodista que asesoró a Bernie Sanders en la campaña electoral de 2020, le insistió en cómo los medios de comunicación no reaccionan ante la pasividad gubernamental sobre el calentamiento global. “Un meteorito podría chocar contra la Tierra y nadie parecería entenderlo”, le dijo, y McKay cambió de desastre mundial.

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Curiosamente, McKay y Sirota son demócratas convencidos, y a pesar de llenar de pistas No mires arriba sobre su postura ideológica, muchos usuarios en redes no lo han entendido. Meryl Streep sufrió en 2017 el ataque de Donald Trump, que la calificó de “actriz sobrevalorada”, y la respuesta de McKay fue caracterizarla como presidenta con las maneras, el habla y hasta las gorras rojas trumpistas; en su Casa Blanca cuelga un retrato de Richard Nixon. Tras varias pruebas de peinado, Streep se quedó con el que ella sentía más cercano a las rubias republicanas. Y el guion está trufado de frases con trasfondo ideológico: “¡Os quieren robar la libertad!”, dicen los defensores de #NoMiresArriba, el hashtag que impulsan los seguidores de la presidenta, un mensaje para desestimar el peligro evidente. La declaración ha encontrado un eco especial en España, y más aún en la Comunidad de Madrid, y se remacha con lo que escucha la astrónoma de boca de su madre: “Tu padre y yo estamos a favor del empleo que creará el cometa”.

Los medios de comunicación tampoco salen bien parados. El sector ya había sido objeto de escarnio por parte de McKay en sus mejores años como cineasta, cuando colaboraba con Will Ferrel, en El reportero: la leyenda de Ron Burgundy (2004) y su continuación, Los amos de la noticia (2013). También las redes sociales españolas han vibrado con el curioso e inesperado parecido de tono y físico entre Brie Evantee —personaje que encarna Cate Blanchett— y la periodista de Antena 3 Susanna Griso. Tanto, que Netflix España hizo una broma de ello el pasado martes, día de los inocentes, en su cuenta de Twitter.

Tampoco el sector buenista sale bien parado: su acción más llamativa consiste en un concierto que protagoniza la cantante Riley Bina, que interpreta Ariana Grande. Con todo, muchos internautas conservadores y negacionistas piensan que No mires arriba apoya sus ideas, confirmación de que cada espectador ve lo que quiere ver, aseguraba McKay, que insiste en que en la política actual estadounidense “ninguno de los dos partidos tienen mucho de lo que estar orgulloso en los últimos 40 años”.

Es difícil saber si una película como No mires arriba da beneficios a Netflix. Según sus cifras, el presupuesto del filme llegó a los 75 millones de dólares (66,8 millones de euros), una cantidad que parece dudosa, ya que DiCaprio cobró 30 millones de dólares (unos 26,5 millones de euros) y Lawrence, a pesar de que su nombre aparezca primero en los títulos de crédito, 25 millones de dólares (unos 22 millones de euros) ―habitualmente ambos ganan unos 20 millones de dólares, 17,65 millones de euros―. El sueldo medio de Meryl Streep se acerca a los 24 millones de dólares (más de 21 millones de euros), y aún faltan por sumar el resto de los actores, el salario de McKay y la producción en sí: las cuentas no salen. Solo otra película en salas puede estar a la altura de este reparto: Spider-Man: No Way Home, que cuenta con Tom Holland, Andrew Garfield y Tobey Maguire como los tres hombres araña, y con Zendaya, Jamie Foxx, Benedict Cumberbatch, Alfred Molina, Marisa Tomei, Willem Dafoe y Jon Favreau completando el cartel. La que es la película más taquillera en 2021 en todo el mundo (lleva ya más de 1.000 millones de dólares) funciona comercialmente en una triple vertiente: pertenece al mundo Vengadores/Marvel, es otra aventura del superhéroe arácnido y según un estudio de la empresa PostTrak, el 43% de sus espectadores el fin de semana de su estreno en EE UU mencionaban el reparto como el factor principal para comprar entradas: la mitad de ellos citaron específicamente a Zendaya, una estrella para las jóvenes generaciones.

Cuantos más, mejor

Así que aún importan las estrellas, aunque no son factor determinante: el desastre en taquilla en EE UU de El callejón de las almas perdidas, de Guillermo del Toro (con Bradley Cooper, Cate Blanchett, Toni Collette, Willem Dafoe, Richard Jenkins, Rooney Mara, Mary Steenburgen y David Strathairn) alcanza la categoría de épico, tras recaudar desde su estreno el 17 de diciembre hasta el martes 28 ni seis millones de dólares (ha costado diez veces más). Puede que en su contra vaya que es un drama con notas de thriller para adultos, mientras que la mayor parte de los espectadores en EE UU de Spider-Man no llegan a los 34 años (según su distribuidora, Sony) y No mires arriba es una sátira para toda la familia.

El Despacho Oval de ‘No mires arriba’.

En Netflix sí creen en idea más reparto, y han comprado por 465 millones de dólares las dos continuaciones de Puñales por la espalda. O que el marketing cinematográfico ha cambiado: Ariana Grande tiene más de 286 millones de seguidores en Instagram, una red alejada del odio que destila Twitter y mucho más juvenil que Facebook.

Ya no importan tanto los anuncios en televisión o las promociones en medios de comunicación tradicionales, sino lo que los especialistas llaman “añadir nichos”: lograr historias con repartos de todas las edades, en los que quepan también famosos que arrastren ante la pantalla a espectadores heterogéneos. Como en España hace Telecinco, la plataforma ha convertido No mires arriba (que no deja de ser otro más de la decena larga de las películas apocalípticas que han estrenado en los últimos dos años) en la película evento de las Navidades, y la acompaña de piezas como el documental dividido en tres episodios Seriously Funny, sobre Adam McKay, que se puede ver en el canal de Netflix Film Club de YouTube.

Jennifer Lawrence y Leonardo DiCaprio, en ‘No mires arriba’

Eso sí, No mires arriba se ha llevado las críticas más negativas de este fin de año. Pete Bradshaw, en The Guardian, la asemeja más a un sketch del programa Saturday Night Live, eso sí, de 148 minutos, que a la enjundia que emana la serie Succession, de la que McKay es productor ejecutivo. Y echa de menos otros títulos que en parte No mires arriba intenta homenajear: Cortina de humo; Network, un mundo implacable o Teléfono rojo, volamos hacia Moscú. Su final, en el que McKay apuesta por la trascendencia, se hunde alejándose de otro filme apocalíptico comparable: Melancolía, de Lars Von Trier. Manohla Dargis, en The New York Times, recuerda la pasión del cine por destrozar la Tierra en títulos como Meteoro, Deep Impact o Armageddon, antes de subrayar que el ritmo in crescendo que imprime McKay no ayuda a la mezcla de comedia y drama, y que hay poco que satirizar cuando la realidad política mundial supera a la ficción. Escierto que productos como Borat, la española El buen patrón o la serie The Thick Of It funcionan mejor porque el espectador duda si satirizan o reflejan una situacion. El agregador de críticas Rotten Tomatoes le otorga un bajo 55% (tras analizar 218 textos sobre el filme), aunque sus usuarios llegan al 77% de aprobación.

Y finalmente, Carlos Boyero, que en este diario apuntó que era una “película fácilmente olvidable”, y de McKay escribió: “Es un director muy pretencioso, convencido de que es listísimo. Pero yo no le pillo el punto”.




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