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López Obrador promete la continuidad de su política sea quien sea su sucesor en Morena

EL PAÍS

El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha asegurado a los miles de simpatizantes que han acudido a escucharle este sábado en el Zócalo capitalino que sus políticas seguirán vigentes sea quien sea el candidato de su partido que le sustituya en el gobierno si ganan las elecciones de 2024. Espantaba así ante sus seguidores la idea de un México sin la presencia de López Obrador, el mayor activo que tienen hoy los morenistas. “Cualquier aspirante elegido en la encuesta [interna del partido] para seguir nuestro movimiento aplicará la misma política en favor del pueblo y de la nación. Está asegurada la continuidad, con cambios”, ha dicho en un escenario en el que estaban los principales aspirantes de Morena: la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum; el canciller, Marcelo Ebrard, y el secretario de Gobernación, Adán Augusto López.

En el día en que se conmemora el 85 aniversario de la nacionalización petrolera de Lázaro Cárdenas, López Obrador les ha advertido que para ello se necesita unidad, un mensaje que se ha repetido en otras ocasiones en los mítines del partido oficialista, temerosos de que un proceso de sucesión pudiera quebrar los apoyos que el presidente obtuvo para su elección en 2018 y que aún mantiene en buena forma. “Tenemos que mantenernos unidos, mirando siempre por el porvenir y la felicidad de nuestros semejantes”.

Previamente, el mandatario desgranó las políticas de bienestar social que ha puesto en marcha, como las pensiones para los mayores, la subida del salario mínimo, las fortalezas económicas y de la moneda nacional, las becas para estudiantes, los bancos del bienestar, las obras públicas, los apoyos a la discapacidad y a las madres solteras, las ayudas económicas al campo, la nacionalización del litio y la austeridad de su Gobierno frente a la corrupción. “De 35 millones de hogares, al menos a un 71% le llega alguno de los programas sociales para el bienestar”, ha dicho. Miles de personas llegados de todos los rincones del país han seguido con aplausos su discurso.

En el templete desde el que el presidente se dirigía a los convocados para la celebración petrolera, una fecha de exaltación patriótica en México, lo acompañaba la mayoría de su Gabinete, además del presidente de la compañía estatal de petróleos (Pemex), Octavio Romero Oropesa, quien ha dirigido unas palabras a los convocados, lo mismo que la secretaria de Energía, Rocío Nahle García. La reciente nacionalización del litio, aunque abierta la explotación a las compañías privadas, ha sido la medida de equiparación con la expropiación petrolera que llevó a cabo en 1938 el general Cárdenas. López Obrador ha mencionado la modificación del articulado del Tratado de Libre Comercio que llevó a cabo al emprender su mandato, lo que ha permitido a México, ha dicho, mantener la “propiedad inalienable de todos los hidrocarburos del subsuelo nacional”.

El presidente no ha querido pasar por alto las relaciones actuales con Estados Unidos, con alabanzas al actual presidente, Joe Biden, pero se ha detenido en las últimas amenazas de los sectores ultraconservadores del Partido Republicano, quienes valoraron estos días una posible declaración del crimen organizado como movimiento terrorista, lo que permitiría la entrada del Ejército estadounidense en territorio mexicano. Esas declaraciones han convulsionado al Gobierno de López Obrador esta semana, hasta el punto de que se ha movilizado a todos los cónsules del país vecino para contrarrestar esta idea. “México es un país independiente y libre, no una colonia ni un protectorado de Estados Unidos, jamás permitiremos que violen nuestra soberanía ni pisoteen la dignidad de nuestra patria”, ha dicho frente al Palacio Nacional. “No es el tiempo de [Felipe] Calderón, ni de [su secretario de Seguridad] García Luna”, recientemente declarado culpable en Estados Unidos por mantener vínculos con el narcotráfico en aquel sexenio.

En esta ocasión, los seguidores del presidente no han sido convocados a una marcha, como la anterior, en la que el presidente salió a recorrer las calles con ellos, sino a una concentración en la gran plaza mexicana, donde los ha recibido saliendo del Palacio Nacional directo al presídium. Tampoco ha habido grandes críticas a los adversarios políticos. El discurso de López Obrador tenía como objetivo el repaso de lo que considera sus logros políticos para seguir pidiendo la confianza de sus votantes. “La idea y la práctica de exaltar el humanismo de México es eléctrica y está llegando a las conciencias de millones de personas. Baso en eso mi optimismo. Sostengo que hagan lo que hagan, no regresarán al poder los oligarcas”. Y ha prometido que seguirá combatiendo “la guerra sucia, las calumnias y los intentos de manipulación” de quienes ha llamado sus adversarios políticos.

La primera parte de su discurso de dos horas, que comenzó hacia las cinco de la tarde bajo la amenaza de lluvia, fue una clase de historia mexicana, donde el presidente relató las medidas políticas emprendidas por Lázaro Cárdenas en la década de los treinta, la vocación de amor al pueblo de aquel general y cómo sorteó los obstáculos políticos que se cernían en su contra. De todo aquello, el presidente extrae una lección: “Solo con el pueblo, con su apoyo mayoritario, se puede llevar a cabo una transformación popular para hacer valer historia y enfrentar a los reaccionarios que se oponen a perder privilegios”. De nuevo en clave política actual, López Obrador ha prometido a los suyos que no habrá bandazos en su política ni en la que le siga: “Nada de zigzaguear. Seguiremos anclados en nuestros principios. Reafirmamos la decisión y el rumbo que hemos tomado desde el principio. No a las medias tintas. No aceptaremos nunca que en México se imponga una minoría a costa de la humillación y el empobrecimiento de las mayorías”.

La dualidad entre los pobres y los ricos que siempre enarbola el presidente para defender a los primeros caían en terreno abonado, porque no eran pocas las personas que habían llegado desde buena mañana, con más de 10 horas de autobús, desde lugares remotos de los Estados más pobres, como Chiapas. Su presencia, con la vestimenta tradicional de los pueblos originarios, por las calles camino del Zócalo, tiñó de colores esta mañana en la capital.

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