Los 3.217 cuerpos sin nombre

Antonia Guevara, madre de David Guerrero Guevara, conocido como el 'niño pintor' de Málaga, en el acto del décimo aniversario de la declaración del día de las personas desaparecidas.
Antonia Guevara, madre de David Guerrero Guevara, conocido como el ‘niño pintor’ de Málaga, en el acto del décimo aniversario de la declaración del día de las personas desaparecidas.FERNANDO VILLAR / EFE

“¿Cómo hago para no sentirme culpable?”, “no puedo dejar de pensar en él”, “me siento mal si me río o si me encuentro bien por algo”, “lo peor son los y si: ‘Y si hubiese estado’, ‘y si le hubiese dicho’, ‘Y si no…”, “yo no quiero ningún psicólogo, yo lo que quiero es encontrar a mi hija”… La ansiedad, el estrés crónico, el insomnio, la falta de apetito, los sentimientos de culpa, la “rumiación” (pensamiento y preocupación persistente) y el “autosabotaje” (no permitirse ser feliz) son solo algunos síntomas reflejados y evaluados en el primer estudio psicológico acerca del trauma que viven los familiares de personas desaparecidos. Todas esas dolencias —se han valorado hasta 29 parámetros— alcanzan niveles muy superiores a los que puede sufrir una persona con sus vivencias habituales.

Hoy, 9 de marzo, es el día de las personas desaparecidas en España. Actualmente son 5.529, según el balance que divulgó la semana pasada Fernando Grande-Marlaska, ministro del Interior. Se presentó a los afectados el pasado jueves en el Hotel Urban de Madrid por sus autores, Pablo Santamaría Fernández y la doctora en psicología Aida de Vicente, y sus impulsores, la Fundación QSD (Quién Sabe Dónde) Global y la psicóloga Concha Puelles, inspectora de la Policía Nacional. Fue una especie de terapia colectiva en la que se pusieron negro sobre blanco, por primera vez, las profundas dolencias que conlleva el “vivir buscando”, o en los peores casos, “sobrevivir buscando”.

El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, durante la presentación del informe de personas desaparecidas de 2019. En vídeo, declaraciones de Laura López Carballo, jefa de sección del Centro de Desaparecidos.(FOTO: EFE | VÍDEO: ATLAS)

“Se me está pasando la vida y no me entero porque se apagó hace 12 años. Nada tiene sentido, no tengo ilusión por nada”. Fina busca a su hijo Joaquín desde que en 2008 el mar o la tierra se lo tragó en Carboneras (Almería) a los 23 años. No pasa día en que no piense en él, pero necesita ya salir de su angustia, señaló a Efe.

La gestión emocional de una ausencia sin resolver es muy complicada y tiene la particularidad de que es algo que “nunca está cerrado y que difícilmente se cierra porque la esperanza de encontrar algo, lo que sea, que nos dé una respuesta calmante nunca se pierde”, de ahí que el estrés y su desgaste sean algo crónico, explicó De Vicente. “Nada de lo que sientan es anormal, lo anormal es lo que les ha ocurrido”, les recuerdan los psicólogos.

Al dolor y a la dificultad de adaptarse al vacío enorme que llena sus vidas, la mayor parte de las veces deben sumar el abandono de la Administración “Ellos dejan de buscar, pero nosotros, no”, confesaban los familiares de los desaparecidos en el encuentro del pasado jueves. Y reclamaban, ante un responsable del Centro Nacional de Desaparecidos, que alguien se acuerde periódicamente de que ellos, solos, siguen buscando, viven buscando.

“Nadie busca a una anciana, pero es mi madre. Yo me conformo con que un día me llamen y me digan que han encontrado sus restos”, decía Beatriz.

Personas mayores, niños, jóvenes, hermanos, hijos, padres… Los familiares de todos ellos requieren un cuidado propio y sobre todo, social que este importante estudio señala para que puedan hallar el sosiego necesario para seguir viviendo. “Queremos descansar. Necesitamos un hasta aquí”, dice Jesusa, “pero cuando me meto en la cama oigo a mi hermana diciéndome ‘ya queda poco para que me encuentres”.


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