Los aliados de la OTAN aprovecharon la última jornada de la cumbre anual de la Alianza para transmitir un mensaje de inquebrantable apoyo a Ucrania cuando la invasión rusa ha entrado ya en su quinto mes, obteniendo desde hace semanas avances en la región oriental de Donbás y provocando graves turbulencias globales, sobre todo en términos de escalada de precios de energía y alimentos. Frente a las dificultades militares sobre el terreno y el malestar que se incuba en muchas sociedades, varios países anunciaron una intensificación del apoyo a Kiev con nueva ayuda militar —entre ellos Estados Unidos, el Reino Unido y Francia—.
“Esta guerra no terminará con una victoria de Rusia sobre Ucrania”, afirmó el presidente de EE UU, Joe Biden, en una conferencia de prensa en la que anunció que su país se dispone a enviar ayuda militar suplementaria por valor de unos 770 millones de euros. “Incluirá avanzadas defensas aéreas occidentales, nuevas municiones para el sistema de lanzamisiles múltiple Himars y radares para detectar piezas de artillería”, dijo Biden, quien precisó que su secretario de Defensa, Lloyd Austin, reunió a mediados de junio, en el marco del Grupo de Contacto de Defensa de Ucrania, a representantes de medio centenar de países dispuestos a suministrar apoyo a Ucrania. EE UU ha sufragado a Kiev con unos 6.700 millones de euros de ayuda militar desde que Biden asumió la presidencia.
El Reino Unido también aprovechó la cumbre para anunciar, el miércoles, el envío de ayuda suplementaria por valor de 1.160 millones de euros, que incluirá defensas aéreas, drones y equipamiento para guerra electrónica. El presidente de Francia, Emmanuel Macron, señaló en su conferencia de prensa que París enviará otros seis sistemas de artillería Caesar, además de los 12 ya entregados. Los Caesar tienen un alcance de hasta 50 kilómetros.
Entrenamiento para un armamento más sofisticado
Los anuncios se sobreponen unos a otros, y a menudo las entregas encuentran dificultades y proceden con mucha menos fluidez que la comunicación. Pero la cumbre ha cristalizado la determinación política de proveer a Ucrania con armamento más pesado y sofisticado que al principio. En ese sentido, la Alianza ha manifestado su compromiso de entrenar a las fuerzas ucranias para el manejo de armamento con estándares OTAN. El Ejército de Ucrania utiliza armamento de fabricación soviética, pero las escasas existencias de ese tipo de material en los arsenales de algunos socios orientales de la OTAN se van acabando.
El otro aspecto relevante es la posible conformación de una fatiga bélica en sociedades occidentales a causa de los efectos colaterales del conflicto, como reflejan datos de inflación como el publicado el miércoles en España. No es descartable que esto acabe elevando la presión sobre gobiernos de algunos países occidentales para que proyecten su influencia en aras de una salida negociada.
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Pero los mandatarios, tanto en la cumbre de la OTAN como en la del G-7, han reafirmado con contundencia conceptos alejados de esa perspectiva. “Ceder es ceder en nuestros principios”, dijo Macron. “Por eso insistiremos en el apoyo a Ucrania y en las sanciones”. Preguntado durante cuánto tiempo tendrían los ciudadanos estadounidenses que pagar altos precios de gasolina, Biden respondió: “Lo que haga falta para que Rusia no pueda derrotar a Ucrania y no pueda ir más allá de Ucrania”.
Y “durante el tiempo que haga falta” fue el mensaje del G-7 con respecto a su disposición a ayudar a Ucrania. Los líderes dejaron claro que es Kiev quien debe decidir si quiere dialogar, y cómo entablar una negociación que pare las hostilidades.
Otra cosa es que Vladímir Putin esté dispuesto a ella. La directora de Inteligencia Nacional de EE UU, Avril Haines, manifestó el miércoles en una comparecencia parlamentaria que la comunidad de servicios secretos estadounidense cree que el Kremlin mantiene su objetivo de conquistar territorialmente una amplia parte de Ucrania. Debido al debilitamiento de su fuerza militar, es improbable que pueda alcanzar pronto ese objetivo, y el conjunto de esos factores induce a considerar probable una guerra muy prolongada.
Ese escenario hace temer una duradera proyección de las turbulencias vinculadas a la guerra. En España, la inflación superó en junio el 10% en tasa interanual, según datos conocidos el miércoles, el peor registro desde 1985. El mismo día, el Departamento de Comercio de EE UU publicó datos que apuntan a una ralentización del gasto en consumo en ese país, un elemento que refuerza los presagios de un camino hacia la recesión. Estadísticas similares se reproducen en gran parte del arco occidental y amenazan con causar intenso malestar social. Los valores bursátiles en EEUU registran el peor primer semestre en décadas.
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