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Los Ángeles descubre a la generación bilingüe que quiere leer en español



Si existe un futuro para la lectura en español en Estados Unidos, estaba el pasado sábado en algún lugar de la biblioteca Central de Los Ángeles. Cientos de familias, en su mayoría latinas, tomaron el emblemático edificio del centro de la ciudad para celebrar la realidad lingüística del sur de California en el llamado LA Libros Festival, la primera feria de libros bilingüe que celebra una ciudad en la que los latinos son la mitad de la población.
Los visitantes (más de 5.000 personas, según la Biblioteca) tomaron el búnker art déco que ocupa la Biblioteca Central para asistir a sesiones de poesía, música, cuentacuentos y une celebración de la literatura infantil y juvenil en los dos idiomas, algo que no se había hecho antes en esta ciudad. “El español es el idioma que nos une en el sur de California”, decía a EL PAÍS Madeleine Peña, directora de contenido digital de la red de bibliotecas públicas de Los Ángeles, el segundo sistema de bibliotecas más grande de EE UU. “Las familias latinas son la mayoría”, decía Peña. La realidad de esas familias es que “la mayoría hablan los dos idiomas en casa”.

El condado de Los Ángeles, que agrupa las 88 ciudades que se entienden como el área metropolitana de Los Ángeles, es el más poblado de Estados Unidos con 10 millones de habitantes. Tiene más población que 40 estados del país. El 48,6% de esas personas son hispanos o latinos, en la definición estricta del censo de EE UU, es decir, personas cuya ascendencia es de cualquier país del mundo donde se hable español. Blancos, negros y asiáticos componen la otra mitad. En las escuelas públicas de Los Ángeles (600.000 alumnos, el segundo distrito escolar más grande del país después de Nueva York), el 74% de los alumnos son latinos. Según el censo, en el 54% de los hogares de la ciudad de Los Ángeles al menos una persona habla español, frente a un 38% en los que solo se habla inglés.
Esas familias se parecen, por ejemplo, a José Lozano, de 62 años, y su hermana Angelina. Lozano es un autor de libros infantiles que el sábado leyó su cuento Little Chanclas, en inglés y en español, a un público de niños que seguramente hablan los dos idiomas en casa, pero tienen pocas oportunidades de leer en español. Los Lozano nacieron entre Los Ángeles y Ciudad Juárez y han pasado su vida a medias. Se criaron con los tebeos semanales de Lágrimas, risas y amor. “Nuestra madre nos exigió que habláramos español, no quería que habláramos en inglés con ella. Nos decía: ‘Aprendan todo en inglés. Tienen que ser mejores de lo que yo fui’. Pero en casa, español”.

José Lozano lee su libro ‘Little Chanclas’ en Los Ángeles, el sábado. P. X. S.

La realidad multilingüe de Los Ángeles se traduce desde hace años en una Administración pública en la que todo está traducido al español, en políticos que repiten sus ruedas de prensa en español solo para las cámaras de los canales hispanos y en materiales electorales en nueve idiomas. Pero en el mundo cultural hay un desierto. En una ciudad que emerge como capital cultural de Estados Unidos, los esfuerzos por involucrar a los latinos en la lectura o el cine son inexistentes.
En este contexto nació en 2012 LA Librería, la primera tienda de libros para niños en español en Los Ángeles. Dos años después, habían abierto una tienda física. Este sábado, LA Librería era el socio principal para poner en marcha el Libros Festival. “Se está viendo un cambio social”, dice Chiara Arroyo, cofundadora del negocio junto a Celene Navarrete. “Es un cambio social que se está viendo. Que exista LA Librería ya es un cambio. En Los Ángeles estamos viendo aumentar el número de programas bilingües en las escuelas. El distrito escolar ha abierto decenas de escuelas con doble inmersión y tienen lista de espera. Los padres están aprendiendo español con sus hijos. En las bibliotecas públicas empiezan a comprar cada vez más libros en español”.
“Tengo una niña de 13 años y siempre he querido que aprenda español”, dice la bibliotecaria Madeleine Peña. Peña es también miembro de Reforma, una asociación de bibliotecarios que promueven el material en español en Estados Unidos y que fue la que puso en marcha el Libros Festival. “Compartir libros con ella es la forma de compartir el idioma. Pero también tengo una rama de la familia que no son latinos y que quieren aprender español porque se han dado cuenta de que es un idioma que abre puertas”.

El poeta guatemalteco Julio Serrano, el sábado en Los Ángeles. P. X. S.

Este fenómeno era evidente el sábado en el Libros Festival. El Libros Festival se desarrolló completamente en español e inglés. Participaron autores como Alonso Núñez, Antonio Sacre, Celia Pérez, Honorio Robledo, Isabel Quintero, James Luna, Jennifer Torres, John Ildefonso, José Ramírez, Julio Serrano o Yesika Salgado. Algunos escriben en español y otros en inglés, como el público que fue a verles. Al mismo tiempo, no era difícil encontrar familias sin ningún bagaje hispano que habían llevado a sus hijos a ver cuentacuentos bilingües. El español, al menos en el sur de California, se está quitando lo que Arroyo llama “estigma”.
“Hay un renacimiento”, dice Arroyo. “La gente no le daba la importancia que merecía. Ahora las familias se dan cuenta de que el español es importante para el futuro de sus hijos y ya no lo ven como algo de lo que avergonzarse, sino algo de lo que enorgullecerse. Ahí entra en el mercado un tipo de población que antes no leía en español y ahora sí quiere, que son los hijos de familias angloparlantes. El libro en español no es importante solo para las familias latinas”.
Por eso, explican los organizadores, el Libros Festival se concibió como un festival bilingüe, no de libros en español, porque la población a la que quiere servir es bilingüe. Pedro Melis y Joane Behrems, por ejemplo, son una pareja de venezolanos que llevan 18 años en Estados Unidos y 10 en Los Ángeles. Su hijo, Mateo, nació en Chicago, ha estudiado toda la vida en inglés y solo se relaciona en español con sus padres. “Yo le enseñé a leer en español”, decía Joane el sábado en el festival. Pero la conversación es otra cosa: “Nosotros le hablamos en español y él nos contesta en inglés. Tenemos que obligarle”. Es la realidad de millones de hogares en California.
En la búsqueda de clases de español y materiales en español para su hijo, Pedro y Joane se han dado cuenta también de que comparten el interés con familias anglo que no tienen ninguna ascendencia hispana. “Nuestros vecinos son una familia blanca del Medio Oeste que hablan un español perfecto”, comentan. “Los americanos organizan citas de sus hijos con Mateo para que sus hijos hablen español”.
Omar Arriaga y Ana Trujillo, de 36 y 35 años, vinieron de México hace dos décadas y están haciendo ese mismo esfuerzo. Viven en Alhambra, al este de Los Ángeles, tienen una niña de dos años y medio y un niño de uno. Están decididos a que sean perfectamente bilingües. “Ahora que están pequeños les hablamos solo en español”. La niña, por ejemplo, como aún no va al colegio, “no habla una palabra de inglés”. Creen que están a tiempo de lograrlo. “He visto otros padres que han pasado por el mismo reto y que no lo han logrado”, porque el inglés se acaba convirtiendo en dominante y “los hermanos hablan en inglés entre ellos”. “Nuestro plan es hablar solo español en casa”, decía Omar en el festival este sábado. Como Pedro y Joane, son parte de un mercado que demanda ayuda para que sus hijos crezcan bilingües y que la ciudad de Los Ángeles parece acabar de descubrir.
Los Ángeles vive este año una curiosa coincidencia de eventos para celebrar el español. Además del Libros festival, el próximo fin de semana, vuelve a la ciudad LéaLA, una feria de literatura en español que se celebró hasta 2015. Lo hace en forma de festival literario con autores que la comunidad mexicana de Los Ángeles tiene pocas oportunidades de ver en directo. Aparte, el Gobierno de España y el Ayuntamiento de la ciudad ultiman los detalles para la apertura, aún sin fecha pero probablemente a finales de año, de una sede del Instituto Cervantes.


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