El Señor de los Anillos: Los anillos de poder finalizó su primera temporada el pasado viernes y La casa del dragón hizo lo propio el día de ayer, con la emisión de su décimo episodio. La ficción, que bebe de la mitología de Tolkien es propiedad de Amazon Prime Video, mientras que el spin-off creado por George R.R. Martin se aloja en HBO Max. Aun con sus evidentes diferencias, ambas beben de franquicias que han triunfado en el pasado, ya sea en el cine con la galardonada trilogía de Peter Jackson o con las ocho temporadas que conquistaron la televisión moderna a golpe de dragones, caminantes blancos y traiciones políticas. Las comparaciones son odiosas, pero ambas productoras han decidido estrenar sus ficciones a pesar de la relevancia que los dos universos tienen en el género. Lo que lleva a una inevitable y para muchos corrosiva pregunta: ¿Quién ha conquistado el terreno fantástico en el streaming?
La inclusión como norma
Tanto la precuela de Poniente como el origen de la forja de los anillos han partido de decisiones de casting inclusivas que han despertado la polémica. En el caso de la serie más cara de la historia, el debate giró en torno a la elección de un actor negro para interpretar al elfo Arondir, mientras que en la casa del dragón se cambió casi por completo, la estética de la casa Velaryon descrita en el libro Sangre y fuego como una familia de piel blanquecina, pelo blanco y ojos morados. Finalmente la producción de HBO Max decidió mantener el color del cabello de esta antigua dinastía, pero en parte para diferenciarla de los Targaryen, se optó por actores negros que interpretasen ese rol.
Aunque en principio pueda ser un tema baladí, en este tipo de decisiones ya puede observarse el mimo y el cariño que sus respectivos showrunners y productores ejecutivos le han dedicado al material. Por un lado, unos han introducido esos cambios simplemente por cumplir con unos cánones de inclusión ya de sobra preestablecidos en el sistema, mientras que desde HBO se ha cimentado con motivo de diferenciar para el público, dos casas descritas con una ineludible semejanza por parte del escritor. Además, en este campo La casa del dragón tiene el beneplácito y supervisión de su creador original. Por el contrario, desgraciadamente nadie puede conocer los deseos de Tolkien.
Irregularidad vs. Constancia
Es lógico pensar que en el caso de la ficción de la Tierra Media exista una urgencia narrativa mayor por desarrollar sus acontecimientos, puesto que su rival directa dispone de 10 episodios. Los Anillos de Poder comenzaron como un despliegue sinfónico orquestado por el cineasta español Juan Antonio Bayona y después, todo ha ido cuesta abajo. La economía narrativa y la calidad de su contextualización brillaron gracias a la mano del director catalán. Una sólida estructura que se ha venido abajo a las primeras de cambio, debido en parte al tedio y al nulo interés de unas tramas que iban y venían entre artificiosos escenarios generados por ordenador.
Si los ocho capítulos que explican el origen de Sauron llegan a parecer excesivos, la decena de triquiñuelas políticas del universo de Juego de tronos parecen cortados con un perfecto patrón. Ni sobra ni falta nada a esta constante introducción a una terrible guerra.
Artificio vs. Puesta en escena
¿De qué sirve construir un maravilloso mundo de escenarios naturales y CGI si después, la utilización de los elementos que vertebran ese espacio es pobre y vacía? Una vez terminado el visionado de ambas producciones, en la mente de todos permanecen secuencias imborrables en las luchas políticas de Poniente. En cambio, no se puede decir lo mismo de la herencia audiovisual de Tolkien. En Los Anillos de poder hay varias situaciones dramáticas en las que la puesta en escena resulta impropia de una producción que ha costado 500 millones de dólares.
Todo este agravio comparativo tiene unas evidentes consecuencias en la repercusión mediática. Todos los lunes, La Casa del Dragón ha generado debate, ya sea por la sutileza de su desarrollo o por la brillantez de los intérpretes de su casting. Matt Smith (Daemon), Milly Alcock y Emma D’Arcy (Rhaenyra) o Paddy Considine (Viserys) han enamorado a los fans, gracias a su trabajo y al desarrollo y crecimiento de sus personajes. Un cariño devuelto con creces a través de las redes sociales, que convertían esta ardiente precuela en trending topic semana tras semana, coronándose como la auténtica reina de la conversación. El tiempo y las siguientes temporadas podrán a cada una en su lugar, pero de momento los dragones creados por George R.R. Martin observan desde lo alto, como las diferentes criaturas tolkenianas deambulan entre el desinterés y la desilusión de un público al que han dejado totalmente frío.
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