Los banqueros centrales resisten la presión por la escalada de los precios


Mejor pasarse que quedarse corto. Esa es la máxima con la que los banqueros centrales encaraban la salida de la crisis. Los responsables de la política monetaria plantearon una retirada prudente de los estímulos, conscientes de que cualquier paso en falso podía hacer descarrilar la recuperación. Pero la rápida irrupción de una elevada tasa de inflación ha acabado por meterles presión. Con los halcones reclamando acelerar el paso, los banqueros por ahora aguantan el tipo al considerar que el alza de precios es temporal. Los analistas advierten, no obstante, de que deberán actuar con rapidez si observan efectos de segunda ronda que puedan agravar la inflación.

El fin del verano llevó nuevos aires a los despachos de los banqueros centrales. La recuperación les animó a preparar el terreno para ir relajando los estímulos monetarios que lanzaron para sostener a las economías durante la pandemia. Pero a un lado y a otro del Atlántico se optó por la prudencia: en Europa, para no complicar la financiación de los países, que han acabado con volúmenes de deuda récord, mientras que EE UU aguarda una mejora del empleo tras los decepcionantes datos de agosto y el frenazo en la vacunación. “Antes de la crisis financiera de 2008, el único objetivo de los bancos centrales era la estabilidad de precios. Ahora, de forma implícita asumen también la financiera”, explica el catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona Antoni Garrido.

Tras más de una década incrementos raquíticos de los precios, la veloz subida de la tasa de inflación ha dado alas a los halcones, que abogan por un regreso rápido a la ortodoxia. Los banqueros centrales, sin embargo, creen que el alza de precios es temporal y que se debe a la energía y los cuellos de botella en la producción. En el foro organizado por el BCE la semana pasada, los jefes de los bancos centrales dijeron no estar preocupados. Pero la rotundidad con la que lo afirman varía según la fase de la recuperación en la que se hallan sus economías.

Por ahora, Noruega es uno de los países que ha ido más lejos al decidir una subida de tipos de interés al 0,25%. Canadá, Inglaterra y Australia han lanzado también señales de ir recogiendo la malla protectora que tendieron. Pero los analistas miran hacia Washington y Fráncfort. Los mercados esperan que ambos marquen el camino de salida en diciembre, aunque con un mensaje más asertivo desde la Reserva Federal y más matizado desde el BCE, donde los analistas barajan un aumento del programa tradicional de compras (APP, por sus siglas en inglés) si se rebaja o suprime el vinculado a la pandemia.

En EE UU la economía ha alcanzado ya niveles anteriores a la pandemia y la inflación ha escalado hasta el 5,4%, dos puntos más que en la zona euro. El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, ha admitido que los cuellos de botella han hecho que la subida de precios sea más persistente de lo previsto, aunque sigue creyendo que es temporal. ”Incluso con el ciclo más avanzado, EE UU se resiste y apura”, apunta Garrido. Aun así, sí ha avanzado que, si la recuperación prosigue, empezará a relajar las compras de deuda, ahora de 120.000 millones de dólares (100.000 millones de euros) al mes.

No es más de lo que ha hecho ya la presidenta del BCE, Christine Lagarde, quien ha comenzado a reducir el ritmo de 80.000 millones de euros al mes. Pero desde que lo anunció no ha dejado de redundar en un mensaje. “The lady is not tapering” [”La señora no está retirando estímulos”], advirtió evocando el célebre discurso en el que Margaret Thatcher dijo que no pensaba cambiar su rumbo. En el foro de la semana pasada, repitió hasta seis veces que mantendría su política acomodaticia. “El BCE no quiere repetir los errores de 2011, cuando se dio una situación parecida”, afirma el investigador de Bruegel Grégory Claeys, refiriéndose a la subida de tipos llevada a cabo por el expresidente Jean-Claude Trichet ante el alza de precios. “El mensaje es que, antes de la inflación, debemos estar más preocupados por el riesgo de que una retirada prematura de las compras ponga en peligro la recuperación”, añade.

El riesgo de perder “credibilidad”

Las alarmas se encienden de nuevo en Berlín después de que la inflación haya llegado al 4%, la mayor subida desde 1922. Halcones y palomas han ido tomando posiciones. Jens Weidmann, presidente del Bundesbank ha pedido ya poner el foco en los precios, mientras que el gobernador del Banco de Portugal, Mário Centeno, ha demandado cautela. En el foro organizado por el BCE, su presidenta, Christine Lagarde, pidió no “sobreactuar” ante el alza de precios.

“El problema es que un número cada vez mayor de personas está empezando a notar que la inflación real está por encima del objetivo del BCE. Por lo tanto, necesita hallar alguna forma para explicar tanto la estrategia a medio plazo como la discrepancia entre el medio plazo y el presente”, afirma Erik Jones, director del Centro Robert Schuman y del Instituto Universitario Europeo.

Las firmas de inversión creen que la firmeza de Lagarde puede acabar si empiezan a constatarse los llamados “efectos de segunda ronda”. Por ahora, la inflación subyacente se mantiene a raya, lo cual sugiere que las empresas perciben el alza como algo temporal. “La cuestión es si el repunte actual debido a la energía se traslada a otros precios. Las empresas ahora están absorbiendo el shock reduciendo márgenes”, sostiene Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, quien considera que, si eso acaba produciéndose, el BCE puede enfrentarse a un “problema de credibilidad” que incluso puede trasladarse a los mercados financieros. Esa segunda tanda de consecuencias puede llegar, también, en forma de subidas salariales. Lagarde ha afirmado que estará atenta a que esos efectos no ocurran. En las próximas semanas lo podrá comprobar.


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