Los contagiados por la muerte

Un universo rojo, suelo y techo, forma con tablas curvas una gran atmósfera que desborda las lomas de Escocia. Parece un homenaje al fallecido Gerardo Vera, que no pudo terminar de dirigir este montaje en el Centro Dramático Nacional. Por partida doble, pues Alejandro Andújar, que colaboró estrechamente con Vera en muchas ocasiones, firma la escenografía y vestuario. A Orson Welles también le gustaría. La música es otra maravilla, firmada por un joven compositor, Alberto Granados: a ratos, su partitura te pone los pelos de punta. Se alza lo que parece ser la imagen de los Macbeth lanzando por un pozo a un bebé recién nacido. ¿Es una pesadilla? Luego, la imagen de un niño, casi un joven, creciendo en el fondo de una pantalla (gentileza de Álvaro Luna). Y bravo, como siempre, por la iluminación de Juan Gómez Cornejo.

Brota en el recuerdo una afilada frase de Jan Kott: “Los contagiados por la muerte”, en su libro Apuntes sobre Shakespeare. Hace tiempo, por cierto, que Carlos Hipólito no protagonizaba ningún clásico. Repartirle Macbeth es un tanto insólito, porque rebosa amabilidad: le imaginas trazando planes de batalla, con una sonrisa tímida, como Alec Guinness de uniforme. Poco a poco veremos crecer su vigor. Y cómo pierde el sueño. Y se esfuma el miedo. Y tiene la fuerza de un adolescente. Hay que recordar al Macbeth del comienzo y ver su lucha a espadas con Macduff (Fernando Sainz de la Maza, que también interpreta a Fleance). Esa mutación entre principio y final es, para mi gusto, una de las partes más poderosas del relato. Y una de las interpretaciones más intensas de Hipólito. ¡Ole por esos espadazos!

Ahí tenemos a la tropa de Duncan (Chema Ruiz), el rey escocés. Antes hablaba de la música de Alberto Granados: ahora hay que su­brayar lo bien que suena el texto en la versión de José Luis Collado. Hay momentos en que deja mudo al público y a buena parte del elenco. A casi todos nos debe pasar lo mismo porque intuimos que está allí Gerardo Vera, sin quitarle ojo al montaje. O sea, que sigue mandando y controlando: dirige Alfredo Sanzol, crecido a sus órdenes, pero Vera parece estar moviendo muy bien la batuta desde los cielos.

Ahí va una de las muchas ideas brillantes de Sanzol: hacer que Mapi Sagaseta, compañera de Hipólito, encarne tres brujas en una, entre La Lola se va a los puertos y una joven Celestina, para entendernos. Se teme uno cierto desmelene, pero da una buena combinación entre humor perverso y eficacia a la hora de liarla. Collado rescató el último figurín de Vera, al que bautizó la Mujer Oscura: buen nombre, buena imagen. Y de propina, un papel breve pero de lujo: Lady Macduff.

Hablando de ladies, aquí llega la mujer fatalísima por excelencia: la señora Macbeth (Marta Poveda) no cuadra mucho con el militar trepador como pareja, pero cuando se revuelcan, se comen a bocados. Antes decía que al principio parecía un Macbeth tal vez fatigado por la batalla y quizás la edad, pero no precisé que quizás poco a poco se crece por el deseo y la ambición. ¡Ardiente mezcla, aunque creo que hay más sexo que amor!

Al principio, Macbeth es un militar respetado que se adentra en un viaje hacia la autodestrucción: la bruja (o brujas multiplicadas) despierta en él la codicia, el ansia de poder. Sanzol está convencido de que los Macbeth asesinan para llenar un vacío. Y Lady, que no da puntada sin hilo, suelta una sentencia lapidaria: “Eres incapaz para el mal, pero ahora tienes que serlo”. La tropa está que se sale y me quedan siete. Jorge Kent es Banquo. Alejandro Chaparro es un capitán. Fran Leal es Seyton y un noble. Borja Luna es Lennox. Markos Marín es Ross. Álvaro Quintana es Malcolm. Y Agus Ruiz es Macduff.

Algunas notas: el brujerío me parece un tanto de más. Lady Macbeth es capaz de insuflar todo el mal que le venga en gana. Es poder puro, aunque el personaje tiene en su tercio final algo de niña caída. Igualmente, Lady Macbeth está que se sale. Más: quizás parezca Macbeth descubrir su capacidad para el mal. Frase capital: “Macbeth también ha matado al sueño”.

Macbeth es, a mi entender, una de las obras más asfixiantes de Shakespeare. Una de sus tragedias más obsesivas, una de sus obras más breves y densas, que no te dejan respirar. Unidad de espacio y de tiempo. Personajes cerrados en la oscuridad. Suele representarse sin intermedio, para no romper el clima nocturno y claustrofóbico. El matrimonio protagonista está muy unido, hasta que se separan: él perdido en el insomnio, ella en el sonambulismo. La última hora no hay quien pare la función. Ahora que me acuerdo, único patinacillo en la primera media hora: creo que soldados y jefes de tropa dan demasiadas vueltas y caen un poco en lo reiterativo. Pero eso tiene fácil arreglo.

Macbeth. Texto: William Shakespeare. Dirección: Alfredo Sanzol. Teatro María Guerrero Madrid. Hasta el 17 de enero de 2021.


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