El comisario jubilado José Manuel Villarejo anotaba minuciosamente en cuadernos las reuniones, mensajes y llamadas que intercambiaba con empresarios, policías, periodistas y políticos. Tres de estas libretas cayeron, junto a otros documentos en formato papel y digital, en manos de la Policía cuando, en noviembre de 2017, registró su domicilio en Boadilla del Monte (Madrid) tras detener al comisario como presunto cabecilla de la trama parapolicial desmantelada en la Operación Tándem. EL PAÍS ha tenido acceso al contenido íntegro de estos documentos, que recogen notas desde el 9 de mayo de 2016 hasta semanas antes de su arresto, año y medio después. Estos cuadernos contienen numerosos indicios que la Fiscalía Anticorrupción y la Policía han incluido en sus informes para sostener las graves acusaciones que mantienen en prisión al comisario.
Las anotaciones de las libretas, todas fechadas, revelan los intereses y obsesiones de Villarejo. En sus primeras páginas, hay menciones a gestiones policiales y políticas para jubilarse de la Policía —lo hizo en junio de 2016, poco antes de cumplir 65 años— con la condición de comisario honorario y su deseo de conservar sus armas autorizadas. Otras veces, recogen citas. “A los enemigos se les aplica la ley. A los amigos, se les interpreta”, escribe en julio de 2017. Pero en la mayoría de los casos, son comentarios sobre sus contactos que evidencian la madeja de influencias que el policía supuestamente tejió en las altas esferas políticas, policiales y mediáticas.
El 3 de noviembre de 2016 Villarejo deja constancia de sus vínculos con el Gobierno de Mariano Rajoy. “Cospe: Contesta mi mensaje con otro muy afectuoso. Le aviso del café con ILH”, escribe la víspera de la toma de posesión de María Dolores de Cospedal como ministra de Defensa. El mensaje muestra el hilo directo que supuestamente tenía con la entonces secretaria general del PP y su marido, Ignacio López del Hierro, al que identifica siempre con sus iniciales. Villarejo anota decenas de referencias sobre él y, en menor medida, sobre la exministra. “ILH: Estuvo muy cercano a mí. Fue él quien se acercó. Propuso empezar a hacer negocios a partir de febrero. No le importa comer con Joy pronto”, señala el 12 de diciembre de 2016. Alude presuntamente a la celebración de un almuerzo en el que también intervino supuestamente el empresario Adrián de la Joya, imputado en una de las piezas separadas de la Operación Tándem por colaborar con el policía en sus negocios presuntamente fraudulentos.
Nexo mantenido en el tiempo
El nexo entre Villarejo, la exministra Cospedal y López del Hierro se mantuvo en el tiempo, pese a los escándalos que comenzaban a salpicar públicamente al policía, hasta poco antes de la detención de este a finales de 2017. El 3 de julio de ese año, anota: “IHL: Vernos a las 11 h en el Villa. Dice que hablará para que MD [supuestamente María Dolores de Cospedal] y el M de I [Ministerio del Interior] actúen y me dejen en paz. Tema Cataluña”. Dos días después, vuelve a referirse al empresario: “15 h mañana [cafetería] VIPS de Lista con Velázquez [dos calles de Madrid]. Cita con MD”. Y al día siguiente, anota que alguien ha llamado “en nombre de MD para cambiar de sitio la cita”. El 11 de septiembre de ese mismo año, menos de dos meses antes de su detención, escribe: “Muy receptiva Cospe. Pendiente de su respuesta”. Es la penúltima página del cuaderno.
“Nunca he negado que conociera a este señor [Villarejo]. Estoy segura de que no hizo negocios con mi marido”, asegura por teléfono la exministra a EL PAÍS para precisar después que su marido no le informaba sobre todos sus encuentros. El pasado septiembre, la Fiscalía Anticorrupción presentó un escrito en el que solicitaba que fueran citados para declarar como imputados Cospedal y su pareja en la parte del sumario conocida como caso Kitchen, en el que se investiga el espionaje ilegal, en 2013, al extesorero del PP Luis Bárcenas. El juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón ha desoído la petición hasta ahora.
La empresaria alemana Corinna Larsen, examiga íntima del rey emérito Juan Carlos I, concita otra de las obsesiones de Villarejo. El comisario recurrió al empresario Juan Villalonga para establecer el contacto con ella y después enviarle mensajes directos al móvil. El cuaderno recoge los singulares SMS del comisario. “Thank Jou. Same to Jou (sic)” [Gracias. Igualmente], escribe el policía a Larsen en enero de 2017. “Wonderful. Thank you too!” [Maravilloso. ¡Gracias a ti!], responde ella. La examiga de Juan Carlos I, según interpreta Villarejo, manifestaba así su reacción a la “oferta de temas pendientes” expuesta por el comisario en mensajes anteriores.
También aparece retratado en el diario en junio de 2016 el extesorero del PP Luis Bárcenas a quien, tres años antes, Villarejo espía de forma ilegal en la Operación Kitchen para sustraerle material sensible de dirigentes del partido conservador. Villarejo anota: “Hotel Mesón. Luis Bárcenas. 606XXXXXX. Usa este número con ciertos contactos”. El abogado Gustavo Galán, que ha asumido recientemente la defensa del extesorero, dice desconocer si existió aquel contacto y se celebró el encuentro.
Más numerosas son las referencias a Francisco Martínez, secretario de Estado de Seguridad en la etapa de Jorge Fernández Díaz (PP) como ministro del Interior. Villarejo se refiere a Martínez –imputado en el caso Kitchen– con el alias de “Chisco” en unas anotaciones que reflejan la estrecha relación entre ambos. El 6 de junio de 2017, apunta. “Chisco: Llamó para dar ánimos. Le agradezco la llamada”. Trece días más tarde, recoge otra supuesta conversación telefónica con Martínez: “Muy preocupado de su imagen. Lo único que le tiene asustado”. En sus declaraciones como investigado en el caso Kitchen, el exsecretario de Estado admitió haber tratado con Villarejo, aunque aseguró que lo hizo por orden del ministro Fernández Díaz.
También frecuentes son las menciones al exdirector del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) Félix Sanz Roldán, con el que el comisario estaba enfrentado y que le llevó recientemente a juicio del que el policía salió absuelto. Villarejo se dirige a él con el apelativo despectivo de “troll”. “Oli: aviso sobre la conducta del troll citando a comer a jueces para hablar mal de mí”, escribe en mayo de 2016 en referencia a una supuesta conversación con el también comisario José Luis Olivera, quien fue máximo responsable de la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal (UDEF) de la Policía durante la investigación del caso Gürtel y en ese momento era jefe del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), dependiente de Interior.
En noviembre de 2016, Villarejo deja constancia de un supuesto encuentro con representantes del CNI al que también asiste Olivera. “Oli: 14.15 en punto de encuentro. Comida con CNI a propuesta de ellos. Iremos a un restaurante de Alcobendas”, reza el mensaje. Olivera, que se jubiló de la Policía en octubre de 2019 y hoy trabaja como asesor de seguridad de la Federación Española de Fútbol, indica a este periódico que “duda de la veracidad” de las anotaciones.
El comisario deja constancia también de las informaciones judiciales remitidas por los integrantes de la brigada política, el grupo de agentes que, en la etapa de Fernández Díaz en Interior (2011-2016), investigó a rivales del PP. El 5 de mayo de 2016 escribe sobre un mensaje que le ha enviado el comisario Eugenio Pino, entonces número dos de la Policía en su condición de director Adjunto Operativo (DAO): “Pin: dijo que temía lo peor. Y que la UDEF había enviado un informe a la Fiscalía Anticorrupción y no habían encontrado nada”. Un mes después, Villarejo recoge que Pino le ha enviado “muchos mensajes”. “Está preocupado por lo que declararía contra Cosi. Al final le dije que iba con perfil bajo y que estuviera tranquilo”, indica en alusión a Ignacio Cosidó, director general de la Policía Nacional en el primer Gobierno de Mariano Rajoy. “Villarejo nunca vio directamente a Cosidó, más allá de una breve conversación en las escalinatas de la Dirección General de la Policía. Si hubo un contacto entre ellos a través de terceras personas, lo desconozco”, indica Pino en conversación telefónica con este diario.
Sobre el diario también planean otros escándalos de la brigada política. Así, hay alusiones al caso Pendrive, el intento de introducir de manera irregular documentos contenidos en un dispositivo electrónico de origen desconocido en el sumario que investiga al clan del expresidente de la Generalitat Jordi Pujol, y que sentó en el banquillo a dos mandos policiales que finalmente fueron absueltos. A veces, algunos de los supuestos integrantes de este controvertido grupo policial no salen bien parados en las anotaciones. Tras recibir supuestamente una llamada del inspector jefe José Ángel Fuentes Gago, mano derecha del comisario Pino, Villarejo anota: “Acojonado y poco de fiar”.
La búsqueda de trapos sucios del adversario es otra fijación. Sus escritos confirman que Villarejo recurrió a informantes para indagar en la vida personal del inspector de Policía Rubén Eladio, que coordinó en 2016, como integrante de la Unidad de Asuntos Internos, las pesquisas del Pequeño Nicolás, donde afloraron, por primera vez de manera pública, las maniobras presuntamente irregulares del comisario. “Tony: Dice Rubén que tiene un contacto que usa para cosas chungas”, anotó. Eladio confirma a este diario que sospechó de estos movimientos. “Cuando investigaba el caso [del Pequeño Nicolás], un conductor se chocó contra mi vehículo. Su coche era propiedad de una agencia de detectives”, recuerda.
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