Los diputados conservadores comienzan a sumar votos para derribar a Boris Johson

Los diputados conservadores comienzan a sumar votos para derribar a Boris Johson


La señal en que se fijarán los historiadores del futuro para determinar el momento exacto en que los políticos del Reino Unido dejaron de tomarse en serio a sí mismos serán los nombres que eligieron para bautizar sus conspiraciones. Operación Salvar al Jefazo (Operation Save Big Dog), a la decisión de que rodaran en Downing Street varias cabezas para proteger la de Johnson; Operación Carnaza (Operation Red Meat), al conjunto de medidas populistas para distraer la atención del escándalo de las fiestas prohibidas, y ahora, Operación Pastel de Cerdo (Operation Pork Pie), al grupo de diputados conservadores que ha comenzado a organizarse para programar la caída del primer ministro.

Todos se reunieron a última hora de este martes en el despacho parlamentario de Alicia Kearns, representante de la circunscripción electoral donde se encuentra la localidad de Melton Mowbray, famosa por esa especialidad culinaria tan inglesa. Ocurrió en la víspera de una nueva sesión de control parlamentaria, este miércoles, que puede ser clave para la suerte de Johnson. Lo más importante de ese encuentro son el quién, el cuándo y el para qué. Fueron unos veinte diputados, pero todos ellos proceden de territorios que históricamente votaban al Partido Laborista. El llamado Red Wall (Muro Rojo), las regiones del centro y norte de Inglaterra que Johnson conquistó en diciembre de 2019 para los conservadores, a lomos de su promesa del Brexit.

Muchos de esos parlamentarios no pensaban ni en sueños que llegarían a pisar Westminster, y ahora están dispuestos a proteger sus escaños con uñas y dientes. Decidieron juntarse poco después de escuchar al primer ministro ante las cámara de SkyNews. Con voz trémula y la cabeza inclinada, parapetado tras una mascarilla que pocas veces ha usado durante la pandemia, Johnson volvía a pedir perdón a la ciudadanía y aseguraba que “nadie le dijo” que la fiesta del 20 de mayo en el jardín de Downing Street, a la que acudió, era precisamente eso: una fiesta, y no un “evento de trabajo”. Los diputados olieron debilidad terminal en la comparecencia de su líder.

La cuestión residía en cómo organizar su derrocamiento, y cuál debía ser el momento preciso. ¿Lo más pronto posible? ¿Después de la sesión de control de este miércoles en la Cámara de los Comunes? ¿Cuando publique finalmente su informe Sue Gray, la alta funcionaria que investiga las fiestas prohibidas? La irritación popular por todo lo ocurrido en Downing Street, a tenor del masivo envío de cartas de protesta de los votantes a sus diputados, sugiere que Johnson ya no tiene una salida política razonable. La decisión de Gray de interrogar al exasesor estrella del primer ministro, Dominic Cummings, complica mucho más las cosas para el político conservador. Quien fuera ideólogo del Brexit, que acabó saliendo del Gobierno por la puerta de atrás, ha iniciado su particular vendetta contra Johnson y asegura que dispone de material para demostrar que el primer ministro ha mentido al Parlamento sobre su conocimiento de las fiestas durante la pandemia.

Son necesarias 54 cartas de “retirada de la confianza” (un 15% del grupo parlamentario) para que se active de modo automático la moción de censura interna contra Johnson. No se conoce oficialmente el número de ellas que ha podido llegar ya a la dirección del histórico Comité 1922, el organismo que agrupa a los diputados backbenchers (literalmente, los de los escaños traseros), aquellos que no ocupan un puesto en el Gobierno, y disponen así de mayor capacidad de maniobra para conspirar. Según los datos recopilados por los medios británicos, de la Operación Pastel de Cerdo habrían salido ya unas diez cartas más. En cualquier caso, este tipo de revueltas funcionan con un efecto contagio acelerador, y en cuestión de horas todo puede ocurrir.

En el caso de Theresa May, los euroescépticos que se organizaron para reventar su plan del Brexit, lograron alcanzar el umbral de cartas el 12 de diciembre de 2018. Horas después, entrada la noche, la votación se puso en marcha. Pocos dudan de que, si finalmente se repite la historia, Johnson sufriría un serio varapalo. Su popularidad está hoy por los suelos, hasta el punto de que pocos de sus compañeros de filas desean contagiarse.

En las últimas horas, en cualquier caso, han comenzado a brillar los cuchillos en el Partido Conservador, con acusaciones de deslealtad hacia los diputados “novatos”. “Todos los que han organizado esta revuelta están siendo muy desleales con el primer ministro, el partido, los electores y la nación entera”, ha dicho a The Times Nadine Dorries, la ministra de Cultura que Johnson incorporó en su última remodelación de Gobierno. Dorries ha demostrado en las últimas semanas que es una defensora incondicional del primer ministro, hasta el punto de ser expulsada con cajas destempladas de un chat de WhatsApp de conservadores euroescépticos. Pero no es la única que ha cargado contra los rebeldes. “Es asqueroso. Fueron elegidos gracias a él. La mayoría de ellos eran unos don nadie. Es una locura”, ha dicho una fuente del Gobierno –esta vez desde el más estricto anonimato– a ese mismo periódico.

Johnson comenzó a reunirse en la noche del miércoles con grupos pequeños de diputados para contrarrestar las conspiraciones en su contra, pero, hasta ahora, ninguno de los parlamentarios ha salido públicamente a decir que el primer ministro le había convencido con sus explicaciones.

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