Los tachones con espray que ocultan la palabra “Castilla” en los carteles de carretera de León son, quizá, la señal más evidente de la desafección de esta provincia hacia el territorio con el que comparte autonomía. Patear los más de 200 kilómetros del Camino de Santiago en León o conducir por las carreteras autonómicas que lo atraviesan es encontrarse una sucesión de carteles vandalizados, en los que invariablemente se borra el sintagma “Junta de Castilla” y el castillo de oro emblema del antiguo reino vecino, y solo se deja a la vista el león rampante del que en la Edad Media también fue reino junto con tierras de las actuales Zamora y Salamanca. La unión de ambos territorios históricos en forma de comunidad autónoma en 1983 desagradó a una parte de la población leonesa, y esta corriente se nota tanto en lo político como en la calle. Con la particularidad de que en la comarca de El Bierzo, cerca ya de Galicia, otro movimiento aspira a desmarcarse, a su vez, de León y convertirse bien en la quinta provincia gallega —la opción con más respaldo en los sondeos—, en la segunda provincia de una hipotética autonomía leonesa o la décima de la actual Castilla y León.
Ambas vertientes cuentan con representación política. La Unión del Pueblo Leonés (UPL) capitaliza el rechazo al encaje de 1983 y a las decisiones de la Junta, a la que acusan de socavar la identidad leonesa. Su único procurador en las Cortes, Luis Mariano Santos —las encuestas vaticinan que esta vez sacarán dos escaños—, explica que las mociones en varios Ayuntamientos, incluido el de la capital, pidiendo la ruptura con Castilla han recogido ese hartazgo. “PP y PSOE niegan la evidencia de nuestra identidad y generan un estallido social que nos apoya”, asegura el parlamentario, que censura esa “autonomía superficial” que, a su juicio, los Ejecutivos de la Junta de Castilla y León han agravado con medidas “desequilibrantes”.
“Nada en común”
Un probable votante leonesista, Alberto Sánchez, de 34 años, se indigna porque la mayoría de su generación abandonó León por falta de oportunidades y ensalza este movimiento que, subraya, “no es independentista”. “Queremos gestionar nuestros recursos”, dice. Este ganadero y maquinista de Renfe pide que el Estado descentralice entidades públicas para que estas provincias no se vean abocadas al declive. Ojalá su voto a UPL, añade, se vea masivamente imitado tanto para reivindicar la tierra en la que cría a sus vacas como para disociarse de Castilla: “¿Qué tenemos en común con Soria o Segovia, que están a cinco horas?”, inquiere.
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La respuesta política a esa reclamación es variopinta. UPL no está solo: el Ayuntamiento de León capital, con alcalde del PSOE —José Antonio Diez—, aprobó la moción leonesista. “No soy el único socialista que cree que León debería ser una comunidad autónoma. La inmensa mayoría de los socialistas leoneses apostamos por un modelo territorial diferente y que se nos dé la opción constitucional y legal de poder elegir y optar al autogobierno”, afirmó Diez el pasado marzo. El líder del PSOE de Castilla y León y candidato en estas elecciones, Luis Tudanca, rechaza, sin embargo, un proceso de segregación.
El PP se sitúa abiertamente en contra de ese movimiento, tacha a UPL de “formación localista” —“separatista” la ha llamado el candidato popular, Alfonso Fernández Mañueco— y la acusa de “manipular” a la población con una reivindicación territorial ajena a los problemas inmediatos. Los populares, no obstante, aseguran respetar “las convicciones que la gente de buena fe pueda tener”; y los dirigentes del PP se dirigen en los mítines a “los castellanos y los leoneses”, sin usar casi nunca el gentilicio académico de castellanoleoneses.
El leonesismo cuenta con una réplica a escala en El Bierzo, cuya capital, Ponferrada, evidencia su singularidad en los techos de pizarra y el habla cantarina tan distinta al recio castellano central. Así lo creen Maricruz González, Ángeles Abad y Loli Ortega, de entre 51 y 61 años, y Óscar Suárez, de 48, que toman café cerca del castillo medieval. El hombre, extrabajador de la minería, principal impulso de la comarca hasta su desaparición, censura la actitud de León capital hacia El Bierzo: “Chupaba del bote de la minería hasta que se agotó y nos olvidaron”, dice. De ahí el “Bierzo Ceibe”, Bierzo libre en gallego, que se lee en muros de los barrios y se escucha en esa tertulia. Ortega brinda “por un Bierzo independiente”, mientras Suárez marca las distancias: “Somos leoneses, pero no todos los leoneses son bercianos”.
La formación política que canaliza este pensamiento, Coalición por el Bierzo, con representación municipal, la encabezan ahora Raúl Rodríguez, su aspirante a las Cortes, e Iván Alonso, líder en Ponferrada. Ambos sostienen que la desafección bebe de que la Junta “se cargó la reestructuración de la industria tras la minería” y citan que durante el Trienio Liberal (1820-1823, reinando Fernando VII) se les reconoció como provincia. Hoy son la única comarca admitida en el estatuto castellanoleonés, gentilicio que tampoco gusta a unos ni a otros. Esta identidad berciana la ensalza Arturo Ordóñez, de 16 años: “Desde pequeños nos enseñan que El Bierzo se lleva en la sangre, somos una familia”.
Complejidad
Leonesistas y bercianistas se acuerdan de la figura de Rodolfo Martín Villa, ministro de UCD en la Transición y muñidor de la tan controvertida comunidad autónoma de Castilla y León. Santos directamente lo define como “traidor” a sus orígenes leoneses. El historiador de la Universidad de León David Martínez detalla que el ministro entonces defendió supuestos motivos “basados en el bien de León y en el de España para que León se una a Castilla”. El experto cree que otra vez será: “León llegó tarde a reclamar su secesión, pero aunque no tenía mucho valor como entidad histórica, tampoco lo tenían Cantabria o La Rioja”, que se acabaron emancipando de su matriz castellana.
El complejo proceso legislativo necesario para obtener esta anhelada autonomía dificulta que ese “León solo” que se lee en túneles, tapias y cualquier soporte de la provincia se convierta en algo más que pintura sobre cemento.
León en datos
Población. León tiene 451.706 habitantes (77.028 menos que en 1987), con una media de edad de 49,3 años.
Extensión. Hay 211 municipios en 15.581 kilómetros cuadrados. Densidad: 30 personas por kilómetro cuadrado.
Economía y política. La tasa de paro es del 11,8%. La provincia elige a 13 procuradores. En 2019 ganó el PSOE.
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