Durante mi infancia en Nigeria, a fines de la década de 1960, escuché historias del millón de personas que murieron de hambre durante la guerra de Biafra. Quince años después, la escasez de alimentos y el hambre en Etiopía como resultado de un desastre natural arrasaron con la vida de un millón de habitantes de África. Hoy en día, la guerra en Ucrania amenaza con sumir al continente en otro episodio de hambre y privaciones.
Un total de catorce países africanos dependen de más de la mitad de las importaciones de trigo procedentes de Rusia y Ucrania. Asimismo, casi la mitad del continente depende en más de un tercio de las importaciones de este cereal de ambos lugares. Sumado a las inminentes limitaciones de la oferta, esta crisis ya ha provocado, en cuestión de semanas, el aumento en más de un 25 % del precio de los granos y los alimentos. Algunos Estados se están preparando para una disminución de la oferta.
A raíz de la pandemia de la covid-19, y sus consecuencias socioeconómicas devastadoras en todo el continente africano, esta crisis en Ucrania podría imponer una carga excesiva en las familias africanas que ya tienen problemas para llevar comida a la mesa. Wandile Sihlobo, economista jefe de la Cámara Empresarial Agrícola de Sudáfrica, prevé que habrá problemas graves de oferta y repercusiones sobre los precios en el corto plazo, a menos que el conflicto se resuelva con rapidez.
Si el precio de los alimentos sube, menos familias africanas podrán permitirse una única comida diaria decente. El índice de malnutrición aumentará. Las que carecen ya de seguridad alimentaria quedarán aún más rezagadas. Sus niveles de consumo bajarán, los ahorros se agotarán, las deudas aumentarán y los bienes se liquidarán. En pocas palabras, millones de personas correrán el riesgo de sufrir malnutrición y de que se agrave su situación de pobreza.
Algunos países de África, como Etiopía, Nigeria y Sudáfrica, han impuesto controles a los precios en el mercado interno y restricciones a las exportaciones. Benín las ha prohibido. Otros países, como Malawi, Zambia y Uganda, ofrecen subsidios en efectivo a los grupos vulnerables. Sin embargo, con el marcado aumento de los precios del combustible y la energía, también como resultado de la situación en Ucrania, muy pocos países africanos tendrán el margen fiscal para mantener dichas políticas, aun cuando deseen seguir aplicándolas.
Si el precio de los alimentos sube, menos familias africanas podrán permitirse una única comida diaria decente
La inseguridad alimentaria en África no es solo una cuestión socioeconómica. También está relacionada con la seguridad de los seres humanos. En lugar de las guerras y las insurrecciones, actualmente, los disturbios y las protestas representan más de la mitad de los acontecimientos violentos en África, de acuerdo con la información proporcionada por el Proyecto de Datos de Eventos y Ubicación de Conflictos Armados (ACLED). Las recientes manifestaciones violentas ocasionadas por el aumento de los precios en Sierra Leona demuestran cómo las presiones inflacionarias pueden fomentar fácilmente la inestabilidad. Asimismo, recordamos cómo las de la Primavera Árabe que acaecieron a principios de 2010 desataron protestas en África del Norte.
Por lo general, las familias más vulnerables son las que se ven más afectadas por el aumento del precio de los alimentos, que las lleva a un estado de pobreza multidimensional, es decir, no solo no obtienen ingresos, sino que tampoco pueden acceder a la electricidad, al combustible para cocinar ni a los servicios sociales básicos. La reducción de los presupuestos provocará que deban deshacerse de sus bienes, lo que disminuirá su capacidad para protegerse de futuras crisis. En líneas generales, estos efectos indirectos obstaculizarán la actividad económica, agudizarán las desigualdades y podría desatar disturbios y tensiones sociales.
¿Y cómo es posible que África haya pasado de ser un productor de alimentos relativamente independiente en la década de 1970 a depender excesivamente de la importación de alimentos en 2022?
Los efectos provocados por la guerra en Ucrania en la inseguridad alimentaria de África plantean tres preguntas pertinentes. ¿Por qué el continente que posee el 60 % de la tierra cultivable de todo el mundo no es capaz de alimentar a sus habitantes? ¿Por qué las regiones africanas con excedentes de alimentos tienen dificultades para abastecer a aquellas otras con escasez de alimentos? ¿Y cómo es posible que África haya pasado de ser un productor de alimentos relativamente independiente en la década de 1970 a depender excesivamente de la importación de alimentos en 2022? Responder estas preguntas ayudará a trazar un plan para lograr la seguridad alimentaria sostenida y sostenible en todo el continente.
No cabe duda de que la inseguridad alimentaria tiene graves consecuencias socioeconómicas y para la seguridad de las personas, las viviendas, las empresas y los Gobiernos de África, que a su vez podrían tener efectos profundos a nivel regional y mundial. Ahora no es el momento de abandonar los esfuerzos de desarrollo en África ni de desviar los recursos del continente. Las inversiones estratégicas en materia de desarrollo y seguridad alimentaria en este momento crítico sentarán las bases para lograr la sostenibilidad y la autonomía.
A fin de que África pueda resistir esta conmoción mundial, los esfuerzos inmediatos de la comunidad internacional deberían incluir una mayor asistencia bilateral, iniciativas multilaterales innovadoras –entre ellas, una rápida recanalización de los derechos especiales de giro del FMI– y el apoyo a la movilización de recursos nacionales.
La guerra en Ucrania no debe debilitar las relaciones multilaterales, y la asistencia para el desarrollo no debe convertirse en una herramienta política. Es necesario el apoyo constante de los asociados a fin de que los países africanos puedan retomar el rumbo hacia la consecución de los objetivos comunes de desarrollo mundial. El declive del multilateralismo podría tirar por la borda décadas de avances significativos en el progreso, así como hacer retroceder los logros alcanzados a nivel mundial en la lucha contra la pandemia. Por ello, la comunidad internacional debe redoblar sus esfuerzos para brindar apoyo adecuado y oportuno en todo el continente.
A fin de que África pueda resistir esta conmoción mundial, los esfuerzos inmediatos de la comunidad internacional deberían incluir una mayor asistencia bilateral, entre otras medidas
Los países africanos, por su parte, deberán reducir su dependencia de las importaciones de alimentos. Las inversiones en tecnología e infraestructura, y el fomento de enfoques innovadores con respecto a los emprendimientos, permitirán que la juventud de África ayude a impulsar una revolución en la producción de alimentos.
Para empezar, deberían crearse un entorno y marcos normativos que promuevan la agricultura y eliminen las barreras al crédito perenne, la tenencia de la tierra, los mercados y la tecnología que han asediado la producción y la comercialización de alimentos por décadas. También deben aprovecharse las oportunidades que ofrece el acuerdo de la Zona de Libre Comercio Continental Africana para ampliar la producción y los beneficios de los mercados regionales ampliados.
Los países africanos deberían, una vez más, ser graneros regionales y potencias de desarrollo económico sostenible y autónomo.
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