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Los efectos de la crítica

Al amante de la corriente estoica de la vida le tuvo que agradar que el partido fuera a las seis y media de la tarde. Ni muy temprano, ni excesivamente de noche. Es afín a acostarse a una hora prudencial. Sin que nada, a poder ser, altere sus biorritmos. Alexander Isak es un muchacho civilizado, en apariencia tranquilo, de conversación apaciguada, aunque de vez en cuando le escapa algún tic. Puede ser un síntoma genético o un repentino chispazo que le inquieta.

A sus 21 años, con todo por hacer, está a tiempo de aprender a convivir con la crítica, siempre que sea constructiva. Porque si es destructiva, es mejor tirarla a la basura. Isak marcó un gol contra el Levante y la celebración fue sorprendente. Terminó de fundirse en un abrazo con sus camaradas y se dirigió a la cámara que le enfocaba. En un gesto sorprendente, se tapó los oídos como si se estuviera haciendo el sordo. Como si estuviera censurando las reacciones al mes que se ha pasado fallando claras ocasiones de gol.

Los efectos de la crítica son heterogéneos. Cada aludido se defiende a su manera. La protesta no es el rasgo más común entre los estoicos, la filosofía afín a Isak. Su doctrina se basa más bien en el control de cuanto sucede, sin alteraciones. Más allá de los extremos que sobresalen de las pasiones. Durante una fracción de segundos, el sueco dejó en un segundo plano los principios. Y como el gol que acababa de conseguir tampoco fue la octava maravilla del mundo (¿esto importa?), su expresividad invadió el lugar del lanzamiento de falta. En gran medida porque su rosca tropezó en Vukcevic, un componente de la barrera.

Chutó otra falta

El Levante empató de inmediato. Los planes de la Real fueron trastocados. Isak, en cambio, decidió que amilanarse era un error. Y cuatro minutos después del uno a uno, cazó de cabeza un centro de Gorosabel que se marchó fuera.

Conectado, activo, rápido y con iniciativa para la intervención más allá del remate final, Isak completó 90 buenos minutos. Anotó incluso su segundo gol, el que volvía a poner en franquía a la Real, pero estaba en fuera de juego por escasos milímetros. Su definición había entrado ceñida al poste.

Isak se sintió cómodo como lanzador de faltas porque chutó otra en el cuarto de hora final. Fue entre los tres palos, la detuvo Aitor y no hubo más reivindicaciones.


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