Los entresijos de un partido histórico


A las 21.30 horas del domingo, ningún compañero de la prensa escrita estaba sentado en su butaca habitual para relatar el partido de la Real. Los plumillas fueron los últimos en entrar a un vacío Anoeta merced al estricto protocolo de LaLiga. Tras tomarse la temperatura y coger el kit de seguridad -mascarilla, guantes, gel hidroalcóholico y un peto distintivo- acudieron en un pequeño grupo custodiados por dos miembros de seguridad. Nadie podía pasarse de la raya ni saltarse ni un sólo punto del plan. Algún operario de cámara casi se quedó fuera por rondar los 37º tras la revisión del mercurio. Es el nuevo fútbol.



Una vez que echó el balón a rodar, el deporte rey sin aficionados deja detalles ocultos que sin el bullicio de los hinchas es imposible que salgan a la luz. El más evidente: Anoeta presentó un ambiente desangelado puesto que entre jugadores, staff técnico, agentes seguridad y compañeros de prensa, tan sólo poco más de 200 espectadores presenciaron en directo el empate entre la Real Sociedad y Osasuna. El aforo máximo se planta en 241 personas.

“Chino, Miki y la Cabra”

Sin cánticos y goles que celebrar, las conversaciones entre futbolistas y las órdenes de los entrenadores fueron audibles desde la última fila de Anoeta. Los cambios tácticos ahora se tienen que explicar de puertas para adentro. Los gritos entre jugadores fueron una constante durante el partido. Lo curioso es que varios futbolistas se dirigieron con motes. “¡Chino, chino, la cobertura!”, fueron los gritos de Rubén a Raúl
Navas para que corrigiera su posición en los minutos iniciales. Los ojos rasgados del sevillano causan furor entre sus compañeros.

En la Real, más de lo mismo. “Miki, tu corre que te la mando larga”, fue la indicación de Aritz a Oyarzabal antes de un pase profundo del beasaindarra. “¡Cabra, cabra, cierra!” también se pudo escuchar desde el último anfiteatro de Anoeta. Algún compañero de Monreal pidió al navarro intensidad con la marca.

El banquillo rojillo, más metido

Jagoba
Arrasate tuvo a todos sus jugadores enchufados, incluso a los 12 que esperaban su oportunidad. Y es que en cada acción positiva de Osasuna, ya bien fuera un buen pase, un córner, o un esfuerzo defensivo con éxito, los suplentes de rojillos se ponían de pie aplaudiendo a rabiar para animar a sus compañeros. Pidieron con fuerza el penalti por mano de Le
Normand. En la Real, los no convocados, disfrutaron del partido desde la grada.

Los partidos de Liga ahora tienen sólo cuatro recogepelotas, uno por cada lado del campo. En la Real se trabaja hasta cómo tienen que devolver la pelota los encargados de esa labor a los jugadores después de que Imanol deslizara ese detalle en la rueda de prensa previa.

Los cuatro chavales volvieron a ser protagonistas, especialmente el recogepelotas de la banda contraria a los banquillos. Una entrega rápida del joven a Zaldua casi supuso el gol realista, pero Portu no acertó en el último pase, algo que sí sucedió ante el Valladolid con el tanto de Januzaj. El recogepelotas, que acabó derrotado, corrió por la banda según avanzaba la jugada por si los realistas querían reiniciar el juego rápido. En cambio, cuando Osasuna atacaba, el balón nunca fue devuelto con celeridad; los rojillos tenían que recogerlo en mano.



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